Capítulo 5 Regalos
Erendel
Luego del ataque de la doncella, sus niveles de culpabilidad se habían elevado hasta un límite en el cual era imposible mantenerlo a raya. Sus deberes como rey lo ocuparon, tuvo que responder por las peticiones del pueblo, encargarse de la guardia que debía hacerse en los alrededores del palacio para que una situación como esa no volviera a repetirse y complacer las peticiones de los lores del reino que esperaban recompensas ahora que la guerra parecía estar ganada. Él no se hacía tantas ilusiones, pero no se lo negaría a nadie más.
La doncella, que había muerto en la celda en la que la habían dejado, pertenecía a uno de los pueblos de las fronteras y los aldeanos le habían confesado a uno de sus guardias que aquella mujer había perdido la cordura luego de que su familia entera fuera asesinada en la guerra. Su padre y su hermano habían muerto en batalla, su madre había enfermado de tristeza luego de eso, llevándose con ella a un niño no nato. Se había quedado completamente sola y aunque eso no la justificaba, podía comprenderla mejor.
Las personas que sobrevivían en su reino eran fuertes, acostumbrados a los ataques incansables de Venintus, pero perder a un ser amado podía ser demasiado para muchos.
Fue esa tarde que, después de que el anuncio de la muerte de la doncella llegara a su oficina, había decidido visitar a su esposa. No se había atrevido a molestarla, las palabras insistentes de Elvina regresaban a su mente con intensidad cuando pensaba en Rhainys y aunque sabía que el plan de la hechicera era un imposible, no podía evitar imaginarse como sería su vida junto a la princesa si ella lo amara con intensidad. Sus vidas serían completamente distintas.
Continuó acercándose a la recámara de su esposa, solo para encontrarse con que su mejor amigo abría la puerta para salir. Se miraron con sorpresa unos instantes, ninguno de los dos comprendía que hacía el otro allí.
-¿Por qué estás en la recámara de la princesa? -fue lo primero que salió de sus labios.
Una extraña incomodidad se asentó en su estómago y no le agradó para nada experimentarla con su mejor amigo. La persona más cercana a él desde la muerte de su padre.
-Quise venir a comprobar su estado -respondió Tyre con simpleza.
-¿Por qué? -inquirió él con alarma -¿ha empeorado? ¿Debo llamar a Elvina?
-Calma, Eren -sonrió su capitán con extrañeza -no ha sucedido nada con Rhainys. Se encuentra mejor y recuperándose.
Un silencio tenso que nunca antes había existido entre ellos cubrió el espacio.
-Eso no responde mi pregunta -comentó él mirando directamente a su capitán.
-Rhainys y yo somos amigos, Erendel -afirmó Tyre con formalidad -desde su llegada hace cuatro años, sentí una extraña calma en su presencia. Fui la única persona que se acercó a ella debido a esa sensación que experimentaba y con el paso del tiempo llegamos a conocernos.
-¿A qué te refieres con una extraña calma? -preguntó él intrigado por esa pieza de información, el resto lo dejaría pasar.
-Tengo la firme creencia de que Rhainys posee poderes mágicos que pueden aliviar las heridas que la guerra dejó en mi cuerpo, esas que fueron producto de la oscuridad -explicó su amigo -y cuando ella toma mi mano es incluso más intenso. Solo en esos momentos puedo dejar de sentir dolor y opresión.
Tyre era su capitán y su mejor amigo. Era él quien lo había protegido en la guerra contra Venintus cuando solo comenzaba, cuando todavía era inexperto y los errores que había cometido los pagaba con sangre. Fue su mejor amigo quien lo había salvado del golpe letal de un arma oscura desconocida y que lo habría llevado a la tumba. El golpe había alcanzado el cuerpo de Tyre en el proceso, lo había herido de gravedad, aunque su amigo se las había arreglado para sobrevivir.
Fue a partir de ese instante que contrajo una deuda de vida con Tyre Satis, una que jamás le había pesado pagar. Era por esa razón que su capitán tenía acceso completo al palacio, sus reuniones e incluso sus aposentos. Confianza completa, cada puerta permanecía abierta para él, pero no había pensado que la puerta de Rhainys también estaría entre esas condiciones. No haber llegado a esa conclusión lo molestó por su falta al detalle.
-Así que, vienes a visitarla para poder aliviar el dolor de tus heridas -comentó él intentando aclarar la situación.
-Al inicio lo hacía, pero eso ha cambiado -confesó Tyre mirándolo a los ojos con honestidad -al conocer a Rhainys fue claro para mí que es muy distinta a su padre. No hay maldad en ella, solo bondad. Es una mujer inteligente, dulce y agradable. Pasar mi tiempo libre a su lado, se convirtió en una constante que ella pareció agradecer, cuando supo que nadie en el palacio la aceptaría alguna vez.
-Mi esposa disfruta de compartir su tiempo contigo, ¿eso es lo que intentas decirme? -inquirió él con más oscuridad en su voz de la que deseaba.
El semblante de su amigo cambió y se cerró a él.
-No creí que eso fuera un problema para ti -comentó Tyre -has ignorado a Rhainys por cuatro años, tu indiferencia es más que evidente. ¿Por qué mi compañía sería un inconveniente ahora?
-Porque jamás me informaste de estas visitas, Tyre -afirmó él acercándose un paso -te acercaste a la persona en la que menos confiaba en este reino sin decirme una palabra.
-Lo lamento -musitó su mejor amigo -pero intenté hacerlo infinidad de veces a lo largo de estos cuatro años y cuando mencionaba el nombre de tu esposa, me interrumpías de inmediato. No querías saber nada que tuviera que ver con ella y con el paso del tiempo supuse que en algún momento lo notarías.
Otro silencio tenso se abrió paso en la distancia que existía entre sus cuerpos.
-Lo he notado ahora -afirmó él con seriedad.
-Lo sé -respondió Tyre -me alegro de que lo hicieras. Ahora debo regresar a mis deberes.
Él asintió con simpleza, pero antes de que su capitán se marchara, las palabras escaparon.
-La doncella ha muerto -musitó él mirando al piso.
Su amigo lo miró detallando su estado de ánimo, como había hecho toda su vida.
-¿Y eso te entristece? -inquirió Tyre con duda -fue la mujer que atacó y casi asesinó a tu esposa. Creí que estabas muy seguro del castigo que le estabas dando.
-Lo estaba -aseguró él con una mueca -pero los guardias entregaron el cuerpo al pueblo al que pertenecía y el informe que entregaron sobre ella fue bastante…
-¿Doloroso? -finalizó su amigo.
-De alguna forma, sí -admitió él -la mujer tuvo una vida llena de felicidad hasta que la guerra acabó con todo. Se llevó a su familia, sus sonrisas y su cordura hasta que fue capaz de realizar los crímenes por los que murió en esa celda.
-¿Y crees que no recibió lo que merecía? -insistió Tyre.
-Sé que sí -aseguró Erendel con algo de enojo -pero no puedo dejar de pensar en las consecuencias inevitables que deja la guerra. Siento que todo el sufrimiento y acciones de esa mujer recaen en mis hombros.
Con un fuerte suspiro Tyre se acercó a él y colocó una de sus manos en sus hombros.
-No eres responsable de las consecuencias de una guerra que no iniciaste tú, mi amigo -le aseguró Tyre con firmeza -el único hombre que merece esos pensamientos es el rey de Venintus y lo sabes. Sí, es doloroso ver como las vidas de las personas de Voramir han sido afectadas, pero las nuestras también, soy una prueba de eso. Has hecho todo lo posible para evitarlo y lo sé, porque te he acompañado en cada paso.
-Gracias -ofreció él con aprecio por su mejor amigo -es bueno poder escucharlo.
-Solo hablo con sinceridad -aseguró Tyre con una media sonrisa.
Se mantuvieron allí unos instantes hasta que le momento pasó y volvieron a cumplir con sus papeles diarios.
-Le hice varios regalos a Rhainys que creo que le serán de utilidad -le informó su capitán de pronto.
-¿Qué fue lo que le diste? -preguntó él con curiosidad.
-Una serie de libros -inició su amigo -y dos dagas, cada una con diferentes características.
-¡¿Dagas?! -explotó Erendel de inmediato -¿es que acaso has perdido la cordura? He pasado cuatro años evitando que Rhainys consiga un arma que pueda usar para lastimar a alguien del palacio y tu le entregas dos sin dudar.
-Luego de lo que ha pasado, creo que la seguridad se ha vuelto un tema primordial para la princesa -aseguró su capitán -es necesario que pueda defenderse de ser necesario.
-¿Y qué sucede si ella es la amenaza? -inquirió él con enojo -¿qué harás entonces?
-¿Todavía lo sigues creyendo, Erendel? -preguntó entonces su amigo -yo no veo a Rhainys como una amenaza, mucho menos luego de su ataque. Ha pasado demasiado tiempo, creo que ella ha probado que sus intenciones no son maliciosas.
-Debiste consultarlo conmigo primero -afirmó él con el tono que usaba como rey -todo lo concerniente a mi esposa, tendrás que informármelo a partir de ahora. ¿Está claro?
El rostro de Tyre volvió a cerrase y creyó que discutirían.
-Lo haré a partir de ahora -afirmó Tyre con una extraña indiferencia -pero solo te estoy comentando sobre las dagas porque Rhainys así lo quiso. Creyó que pensarías de la forma en la que lo estás haciendo ahora mismo.
-Parece que mi esposa me conoce más de lo que pensé -comentó él con simpleza -no es tonta.
-Rhainys nunca ha sido tonta -aseguró su capitán con más fuerza de la que imaginó.
La extrañeza volvió a colarse en sus extremidades y se miraron como si estuvieran midiendo a un enemigo. Fue la situación más desagradable que había vivido con Tyre desde su herida en batalla.
Estuvo a punto de dar media vuelta para entrar por fin en la recámara de su esposa, pero fueron las palabras de su mejor amigo quien lo detuvieron en esa ocasión.
-Intenta ser paciente con ella -le pidió Tyre -no desesperes si te enojan sus palabras, escucha sus peticiones y no solo la veas como una amenaza. Es tu esposa, amigo mío y no dejará de serlo hasta el día sus muertes. Trátala con más respeto.
Un rayo de irritación se abrió paso por su pecho y no pudo controlar su respuesta.
-Eso no te incumbe, Tyre -soltó él con fuerza dejando claro su enojo -Rhainys es mi esposa y nuestra relación es privada. Recuérdalo la próxima vez que quieras hacer alguna petición que la incluya a ella. Ya no escucharé palabras como estas o dejará de ser un asunto entre amigos, para transformarse en un asunto del rey.
-Muy bien, majestad -aseguró Tyre frunciendo los labios, pero permaneció callado.
-Y asegúrate de jamás llamarla por su nombre en público -ordenó él -para ti es la princesa de Venintus o majestad, nunca algo distinto.
-Por supuesto -masculló su capitán con la mandíbula apretada y dio media vuelta para alejarse.
Él dejó que Tyre se marchara y entró por fin a la habitación de su esposa.