Capítulo 3 Nadie me quiere aquí

Rhainys Todo en ella dolía, se sentía como un cúmulo de nervios que recibían estímulos de dolor en cada movimiento que hacían. Un quejido se escapó de sus labios en el segundo en el que intentó abrir los ojos para poder ubicarse en el espacio. Los recuerdos la atacaron entonces, llenándola de temor, pánico y un instinto de supervivencia que siempre le había servido. Sus párpados se abrieron mucho más rápido de lo que creyó que lo harían, imaginando que observaría árboles o tal vez, lo que sería la siguiente vida. Si estaba muerta, esperaba que al menos pudiera conocer la paz en un sentido físico y espiritual. Se removió en las sábanas que la cubrían y al identificar las paredes de su habitación en el castillo, la confusión que sintió se hizo mucho más intensa. -¿Así es como se ve el cielo? -preguntó ella a media voz -esto es decepcionante, esperaba al menos lindos ángeles y una buena bienvenida. Una casi imperceptible risa atrajo su atención y ella se volteó para encontrar al rey sentado en una silla junto a su cama. -Lamento que te resulte decepcionante la habitación -le dijo él -pero no moriste, estás a salvo en tu recámara en el castillo. Observó a aquel que era su esposo y recordó la imagen de sus ojos furiosos y preocupados al encontrarla en el bosque. Su corazón comenzó a latir con fuerza y emoción porque era la primera vez en cuatro años que volvían a interactuar e intentó no distraerse con la atracción intensa que todavía sentía por aquel hombre interesante. Había deseado tantas veces acercarse a él, tener una excusa para poder hablarle y ahora lo tenía en su recámara. No era posible que hubiera necesitado del ataque de una doncella desconocida para poder volver a verlo de ese modo. -No me siento a salvo -comentó ella intentando moverse e ignorando su corazón acelerado -lo único que siento es dolor. ¿Creí que mis heridas serían mortales? -Son graves -le explicó él -pero sobrevives a ellas. Te sentirás muy bien dentro de pronto. -Bien -repitió ella con burla -dudo mucho que pueda sentirme bien en este castillo o este reino. El silencio que logró su comentario solo le mostró la ira que llenaba los ojos del rey. -Te he permitido quedarte en mi hogar -reprochó él levantándose de la silla y dándole la espalda -le di la bienvenida a la hija de mi enemigo en el centro del reino, no te quejarás de eso. Deberías estarme agradeciendo por perdonarte la vida. Ella resopló molesta, sintiendo una intensa punzada de dolor en el abdomen por el repentino movimiento. -Todo el mundo sabe que no soy bienvenida en este reino -argumentó ella con firmeza -y mucho menos en este castillo. Eres mi esposo, pero me has ignorado completamente por cuatro largos años, dejándome a mi suerte para sobrevivir aquí. Me niego a agradecer por ese trato. La atracción que sentía por el rey todavía se mantenía en los lugares ocultos de su pecho, era imposible ahogarla, pero se vio mancillada y opacada por la irritación y enojo que sentía en ese instante. Aquel hombre, rey o no, juraba que ella no era más que un objeto dispuesto en aquel castillo. Una figura de decoración que se movía a su antojo buscando deslumbrar en los momentos necesarios, para luego dejarse guardada y llevando polvo. Ese trato tan político e indiferente le recordaba intensamente a los días que había tenido que vivir con la ira de su padre, sin poder encontrar ninguna forma de escapar. Y aunque sabía que en aquel reino volvía a ser una prisionera de los intereses del rey, se negaba a mantenerse callada por más tiempo. Cuando se había enfrentado a su padre, se había mantenido en silencio por miedo a enfrentarse a los golpes de sus puños, pero con Erendel Nessa, no temía que pudiera atacarla de ese modo. De alguna forma estaba segura de que él jamás golpearía a una mujer como lo había hecho su propio progenitor. -Tendrás que hacerlo -rebatió él con enojo en la mirada -porque es lo único que obtendrás. Sus miradas conectaron y ambos se enfrentaron con intensidad. Ninguno de los dos apartaba la mirada, mostrando su inconformidad con la respuesta del contrario. Luego de varios minutos, supo que su voluntad era tan impenetrable como la de su esposo y que no ganaría absolutamente nada jugando bajo los mismos términos que ya conocía. -¿Por qué no me dejas vivir en otro lugar? -preguntó ella con un suspiro. Él la miró como si se le hubiera zafado un tornillo. -¿Vivir en otro lugar? -repitió el rey. -Sí, nadie me quiere aquí, ni siquiera tú -argumentó ella intentando sentarse en la cama -no hay una sola persona en todo este castillo que esté dispuesta a aceptarme o a tratarme con amabilidad. No tengo deseos de seguir viviendo del mismo modo, casi se siente como que he pasado la vida entera siendo despreciada. Observó como su esposo se detenía justo frente a ella. -¿Y qué pretendes? -inquirió él -¿dónde vivirás si no es aquí? -En cualquier otra parte -intentó ella con la esperanza de no sentirse siempre como una renegada -sería feliz con una pequeña casa en las afueras del pueblo. -¿Y cómo vivirás en esa casa sin la ayuda de nadie? -se burló él irritándola un poco. Su enojo creció hasta casi alzarse en sus manos. -Aquí en el palacio no tengo ayuda -afirmó ella con tal seriedad que vio como la firmeza del rey flaqueaba un poco -no hay nadie que desee estar cerca de mí y tú nunca me asignaste ninguna doncella, ni siquiera una criada para hacer labores como lavar la ropa o vestirme. Sobreviviré, como siempre he hecho. Erendel se acercó sus rostros casi con violencia. En respuesta a su reacción ella cayó sobre la cama sintiendo la amenaza que acechaba en esos ojos oscuros y soltó un quejido de dolor que intentó contener. -Escúchame bien, Rhainys -ordenó él con una voz oscura que la hizo estremecer de miedo -no te marcharás de este palacio, ni ahora ni nunca. No vivirás en las afueras del pueblo para que puedas escapar y regresar a Venintus, o estarás cerca de las fronteras para que puedas convencer a tu padre de atacarnos proporcionándole información interna. Nunca confiaré en tu padre y eso significa que no te daré esa libertad, jamás. Su pecho se llenó de una desesperación como nunca antes había sentido y su respiración se perdió en una serie de jadeos que la hicieron temer por su conciencia. -Entonces, ¿para qué me salvaste? -acusó ella a media voz cuando pudo recuperarse un poco -si pretendes encerrarme en este maldito palacio solo para poder ignorarme, castigándome por los pecados que no cometí. Lo único que he pedido es vivir de una forma distinta, poder sentir un poco de felicidad en los días de monotonía, pero ni siquiera eso tengo permitido. Era preferible morir en el bosque. -Morir para que tu padre ataque Voramir una vez más -ofreció él con el convencimiento en su voz -darle la excusa perfecta. -Ni siquiera sé de lo que hablas -ofreció ella con desprecio -has pasado cuatro años huyendo de mí y manteniéndome aquí por tus beneficios políticos. Ahora que nos vemos de nuevo, puedo decir solo una cosa: eres idéntico a mi padre. -¡No me compares con él! -casi le gritó el rey con el rostro rojo de ira -no te atrevas, porque te condenaré por eso. -Hazlo, no sería muy distinto a como es mi vida ahora -retó ella con sinceridad y luego sonrió con burla -te duele que te compare con el hombre que odias, pero eres tan ciego que no ves que te compartas exactamente como él, usándome y obligándome a ser una pieza de un juego al que no pertenezco. Una risa intensa salió de los labios de su esposo y la sorprendió. Por un segundo creyó que había perdido el juicio hasta que captó la nota de burla en el sonido. -No lograrás engañarme con mentiras tan simples, Rhainys -le dijo él con una burla intensa que la ofendió -nunca creeré que la única hija del rey de Venintus e hija de la elfa Alyx Luminae, no tenía una vida de ensueño en su palacio. Estoy seguro de que vivías tus días llena de lujos. -Tú no sabes absolutamente nada de mi vida en Venintus -masculló ella con tanta ira que su rostro se puso caliente -y lo peor de todo, es que ni siquiera te molestas en comprobarlo. Ya recibí la respuesta a mi petición, es hora de que te marches por cuatro años más. Ella aguantó todo el dolor que sentía por los movimientos que hacía y se levantó de la cama. -¿Qué es lo que haces? -preguntó él acercándose, pero sin llegar a tocarla -se supone que debes descansar hasta que te sientas mejor. -No voy a quedarme recostada en estas sábanas sangrientas -dijo ella sin verlo -y necesito lavarme. Rhainys comenzó a moverse con todo el esfuerzo del que fue capaz. Estaba comenzando a caminar hacia la entrada de la habitación cuando el rey la cargó de regreso a la cama, dejándola sin aliento y ruborizando sus mejillas. -Quédate en la cama -ordenó él con una intensidad que nada tenía que ver con la ira que había mostrado antes -te asignaré a la doncella que deseas. Vendrá a ayudarte con lo que necesites. Y luego de esas breves palabras, se marchó de la recámara para dejarla con sus pensamientos. ֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎ Erendel Se marchó de la recámara de su esposa con una extraña sensación creciendo en la boca de su estómago. Por razones que no comprendía, se sentía culpable por las condiciones en las que había estado viviendo Rhainys, sin que siquiera le dedicara un pensamiento amable a lo largo de los cuatro años de su permanencia en el palacio. No estaba seguro de creer del todo lo que ella le había dicho sobre su vida en Venintus, pero no se sentía como una mentira cuando el dolor destilaba en cada uno de sus poros. Eso lo hizo sentir peor. Caminó hasta el salón central del palacio y se dirigió a su oficina. Su ayudante de cámara, se encontraba allí, al igual que Tyre Satis, su capitán de la guardia y mejor amigo. Ambos hombres lo miraron con sorpresa y Tyre se acercó de inmediato. -¿La princesa se encuentra bien? -inquirió su amigo -las heridas que mostraba eran bastante delicadas. ¿Se ha despertado ya? -Sí, se encuentra despierta y mejor -aseguró él sin decir mucho más -es necesario asignarle una doncella que pueda ayudarla, ella no podrá moverse ahora que está lastimada. -Dudo mucho que las doncellas de Voramir quieran estar bajo su mando -musitó Tyre con una mueca -tal vez una criada sería una mejor y más accesible opción. Él lo sabía, por lo que no discutió. -Florento, consigue a alguien que desee el puesto -ordenó él con firmeza. El hombre no hizo ninguna mueca, solo asintió y lo vieron retirarse de la habitación. -Muy bien, un problema resulto -comentó él dirigiéndose de regreso a la puerta -es momento de bajar a las mazmorras. Hay que interrogar a esa inquietante doncella. -La mujer tiene allí dos días sin comida y no ha dicho una sola palabra, Eren -le dijo su amigo con cuidado -dudo mucho que diga una sola gota de la información que deseamos saber. -Lo hará conmigo -sentenció él con ira -porque si no lo hace, se lo sacaré a la fuerza. -Es una mujer -se quejó su amigo. -Es una sucia espía -escupió él con enojo -que intentó asesinar a mi esposa, la princesa… -sus palabras se perdieron un segundo debido a la intensidad de sus emociones -no permitiré una ofensa de esa magnitud, Tyre. Es traición, debe ser castigada. Su capitán no dijo nada más y ambos bajaron a las mazmorras. Los guardias hicieron las reverencias comunes, porque no era noticia que él se aventurara a esos lugares del catillo. Llegaron a la puerta de las mazmorras profundas, el lugar donde los criminales de mayores ofensas eran encerrados y fueron abiertas para ellos. La pestilencia y suciedad del lugar era como una mancha que no se quitaba. Las ratas corrían por los rincones mientras los sonidos resonaban con fuerza. Algunos lamentos eran percibidos, pero al llegar a la celda donde se encontraba la doncella atacante, solo pudo escuchar una firme respiración. No había movimientos, no había desesperación, se mantenía quieta como una estatua. -¿Por qué has atacado a la princesa de Venintus, mujer? -preguntó él sin perder el tiempo. La mujer se movió entonces y alzó sus terroríficos ojos hacia él. No le dio el gusto de mostrarle su reacción y se mantuvo impasible. -Majestad, lo he estado esperando -le dijo la doncella con una maniaca sonrisa -creí que no vendría. -Contesta la pregunta -ordenó él ignorando las palabras llenas de burla. La mujer volvió a sonreírle y se acercó a los barrotes de la celda. -¿La princesa? -preguntó la doncella fingiendo confusión -creí que se trataba de su esposa, majestad. Lamento la confusión. Un gruñido de exasperación se escapó y miró a la doncella con odio intenso. -La princesa de Venintus es mi esposa, mujer -afirmó él con su voz resonando en la habitación de piedra -todo el mundo lo sabe. Dime por qué deseabas asesinarla. La doncella se movió por la celda mostrando la misma sonrisa y arrastrando su vestido sucio, el mismo con el que había sido capturada. -No estoy aquí para contestar sus preguntas, majestad -comentó la mujer dándole la espalda -estoy aquí para cumplir con una misión. -¿Asesinar a mi esposa? -inquirió él sintiéndose cada vez más frustrado -¿quién te envió? Las carcajadas de aquella mujer fueron la réplica a sus palabras. -El único motivo por el que continuó aquí, majestad, es para poder comunicarle unas simples palabras -le dijo la doncella con suavidad -no obtendrá absolutamente nada más de mí. -Me dirás lo que quiero saber -gruñó él golpeando los barrotes -cada pieza de información que tengas. Cantarás como una lechuza para cuando termine contigo. Más carcajadas que hirvieron su sangre. -Escuche con atención, majestad, no habrá más oportunidad -afirmó la doncella con tanta seriedad que se sintió como si todos los sonidos de pronto se acallaran -nunca logrará su objetivo, siempre habrá oscuridad al acecho en los rincones de Voramir mientras sus enemigos permanezcan en pie. Y no todos son tan fáciles de reconocer como lo soy yo. Una sonrisa siniestra fue lo siguiente que observó en el rostro de la mujer y cuando estaba a punto de abrir la cerradura para acercarse a ella, la vio caer en el frio suelo con un golpe sordo. Los guardias corrieron para revisarla, detener sus movimientos, pero la espuma blanca que manaba de los labios de aquella doncella proclamaba su muerte. La mujer había acabado con su vida.
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Índice
Capítulo 1 Conoceré a mi esposo Capítulo 2 Ataque de la doncella Capítulo 3 Nadie me quiere aquí Capítulo 4 Realidad del reino Capítulo 5 Regalos Capítulo 6 No tengo ninguna habilidad Capítulo 7 El corazón de una dama Capítulo 8 Solo un deseo Capítulo 9 Inesperada visita Capítulo 10 Majestad Capítulo 11 Sanación Capítulo 12 Invitación appCapítulo 13 Yo también quiero besarte appCapítulo 14 Aventura appCapítulo 15 Inconveniente appCapítulo 16 Flor salvaje appCapítulo 17 Informe de emergencia appCapítulo 18 Presentimiento appCapítulo 19 Encuentro sorpresa appCapítulo 20 Ataque appCapítulo 21 Solo tenía que ir a buscarla appCapítulo 22 Un rostro enemigo appCapítulo 23 Amaba ver su rostro appCapítulo 24 Nueva energía appCapítulo 25 Defensa appCapítulo 26 Soy culpable appCapítulo 27 Instante perfecto appCapítulo 28 Secuestro a una casa de seguridad appCapítulo 29 Golpe a traición appCapítulo 30 No voy a permitirlo appCapítulo 31 Me necesita appCapítulo 32 Información importante appCapítulo 33 Su raza appCapítulo 34 Sello de magia appCapítulo 35 Despertar appCapítulo 36 Intensa discusión appCapítulo 37 Nadie es culpable de los pecados de su padre appCapítulo 38 Viejos recuerdos appCapítulo 39 Estoy contigo appCapítulo 40 Lo que se debe decir appCapítulo 41 Cumplir su deber appCapítulo 42 Pesadillas appCapítulo 43 Despedida appCapítulo 44 Primera lucha appCapítulo 45 Viejo hechizo appCapítulo 46 Iniciará ahora appCapítulo 47 Ya ha comenzado appCapítulo 48 Energía vital appCapítulo 49 Objetivo logrado appCapítulo 50 Larga vida a la reina appCapítulo 51 Coronación appCapítulo 52 Otra batalla appCapítulo 53 Batalla incierta appCapítulo 54 Misiva para la reina appCapítulo 55 Sanación de luz appCapítulo 56 Cara a cara con la oscuridad appCapítulo 57 La hija pródiga appCapítulo 58 Vuelve a mí appCapítulo 59 Una vida por otra appCapítulo 60 Epílogo app
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