Capítulo 6 No tengo ninguna habilidad

Rhainys Solo habían pasado algunos minutos desde que Tyre había dejado su recámara para regresar a sus deberes como capitán de la guardia del rey, cuando la puerta volvió a abrirse. Observó confundida la extensión del espacio hasta que notó el rostro atractivo y severo de su esposo quien se abrió paso en su recámara sin pedir permiso, tal y como lo haría un rey. Caminó hasta el interior de sus aposentos mientras ella intentaba ocultar la daga en su mano con temor. -No es necesario que la guardes -le dijo él -Tyre me informó de su regalo. -Le pedí que lo hiciera -aseguró ella con facilidad -ya soy considerada un enemigo en este reino, no quiero darle a nadie más razones para afirmarlo. -Fui informado de eso -aseguró él con seriedad. -Muy bien, supongo que debo entregarlas -comentó ella alargando su mano -en la mesita tienes el abanico y aquí la daga. Ambos peligrosos. -No es necesario que las entregues -le informó él -decidí permitirte mantenerlas. Fue un regalo pensado en la seguridad y no negaré ese hecho. -Oh, eso es realmente amable -sonrió ella con suavidad, estaba emocionada por ese detalle -la daga es muy hermosa… -Pero si alguna vez te atreves a atacar a alguien de este palacio -interrumpió él con severidad -me aseguraré de hacértelo pagar con creces. Ella frunció el ceño y sintió como el enojo comenzaba a correr por sus venas. No comprendía como una persona que le resultaba tan atrayente, podía hacerla rabiar del modo en el que el rey lo hacía. Era como si su meta, en las pocas ocasiones en las que se veían, fuera molestarla hasta el punto en el que ambos terminaban gritándose. Y le sorprendía volver a ver al rey en su recámara, luego de tantos años, imaginó que ya no lo vería puesto que su recuperación era un hecho. -No es necesario que lo mencione, majestad -aseguró ella con la irritación en su pecho -sé muy bien lo que me sucedería si me atreviera a poner cualquiera de estas armas bajos los ojos públicos del palacio o su corte. No sería necesario que aplicara justicia, porque ellos lo harían por usted. -Nadie de este reino se atrevería a dañar a mi esposa -afirmó él, pero sus ojos se llenaron de una extraña pantalla que le demostró que no estaba siendo del todo sincero. Eso la sorprendió. Dos sorpresas, recibía esa tarde: la visita inesperada de su esposo y la comprensión de su mentira. Erendel había sido muchas cosas a lo largo de los cuatro años que había vivido en el palacio, pero jamás un mentiroso. Y que ahora tuviera que sentirse avergonzado porque sus palabras ya no eran tan fehacientes solo podía deberse a su ataque. -Ya lo hicieron -aseguró ella con firmeza -fui atacada en las inmediaciones del palacio. Aquella doncella ni siquiera se molestó en alejarme lo suficiente de tus guardias, supongo que creyó que nadie se preocuparía por la princesa rechazada, la esposa indeseada del rey. Tal vez pensó que te hacía un favor, a ti y al pueblo de Voramir. Sus palabras fueron llenándose de un veneno y un dolor que no sabía que tenía en el pecho hasta que lo soltó sin contemplaciones. El rey la miró frunciendo los labios con fuerza. -Podrías estarte casando de nuevo en este momento, majestad -insistió ella con ira y reproche -dándole pequeños herederos a la corona. Erendel se levantó en ese momento y se acercó. -Podría estarme casando, pero mi esposa no murió -aseguró él con una firmeza que se sentía como golpes en su cuerpo -está aquí a mi lado y la escucho decir tonterías. Ninguna de tus fútiles quejas te alejará de mí. Ella frunció sus labios y apretó sus mandíbulas para contener su enojo. Sin volver a mirarlo retorció la daga en sus manos detallando los destellos que desprendía el cristal en el centro de la flor. Aquella arma era toda una belleza y desde los días en los que su madre había vivido hasta la actualidad, no había existido una sola persona en su círculo personal que le hiciera un obsequio de ese estilo. La daga era incluso mejor, porque no estaba pensada solo por su hermosura, tenía un fin específico que hablaba de la estima que Tyre le tenía. Movió sus dedos con sutilidad para equilibrar la hoja en sus dedos. El enojo se mantuvo en su pecho sin darle tregua y entonces visualizó un pequeño ramo de flores al otro lado de la recámara. Con toda la puntería que pudo, lanzó la daga a través del espacio, soltó toda su ira en el movimiento de su mano y escuchó con placer como la hoja afilada cortó el aire hasta clavarse exactamente en el lugar que había deseado hasta la mitad de su extensión. -Qué es… -fue todo lo que le escuchó decir al rey que abría los ojos con impresión. Un orgullo que no supo que podía experimentar se abrió paso por su cuerpo al notar que era la primera vez que hacía algo como aquello, pero había acertado en pleno a su objetivo al primer intento. Con una media sonrisa que ocultaba su emoción real, apartó las sábanas que cubrían sus piernas para poder levantarse. Lo hizo con algo de esfuerzo debido a la herida que todavía dolía con intensidad en su costado. -¿Qué es lo que haces? -soltó entonces el rey -no puedes levantarte. Te lastimarás. -No voy a lastimarme -negó ella con indiferencia -me siento mucho mejor ahora. Además, si tengo permitido llevar conmigo dagas es mejor que aprendas a usarlas para mi protección y no hay mejor momento que el ahora. Se levantó con lentitud y se acercó al ramo donde permanecía clavada su daga. Estiró la mano para poder tomarla, pero los dedos masculinos se adelantaron. Miró con sorpresa como Erendel arrancaba la daga del ramo en el que ella lo había clavado y la dejaba a un lado. -Debes volver a recostarte -insistió él con firmeza -no te recuperarás del todo si no cumples con el reposo que tu cuerpo necesita. -He estado haciendo reposo -dijo ella con fastidio -pero no puedo quedarme quieta como una estatua en la cama hasta que la herida sane. Me volveré loca antes de que el corte cierre del todo. -Entonces puedes tejer, bordar o coser -ofreció el rey con simpleza -cualquiera de las actividades que a las damas suelen gustarles y que te mantendrá sanando. -Detesto coser, aborrezco bordar -masculló ella con enojo -y prefiero ser atacada una vez más antes de sentarme a tejer. No hay actividades más aburridas, no representan ningún tipo de reto físico o intelectual. -Puedo asegurar que no necesitas más agudeza mental -dijo el rey con enojo, enfrentándola -y no te desafiarás con ninguna actividad física. Lo que necesitas es volver a la cama para poder sanar. Ella suspiró y lo miró directamente. -¿Por qué insistes con tanta intensidad? -inquirió ella con enojo -no me sanaré más rápido por quedarme postrada en la cama. -No, pero evitarás volver a lastimarte o empeorar la herida -afirmó el rey. Otro ruidoso suspiro salió de sus labios antes de que diera media vuelta para caminar de regreso a la cama. Su daga había quedado olvidada en la mesa, pero la recuperaría en cuanto el rey saliera de su recámara y esperaba que no regresara en un buen tiempo. Cuatro años serían pocos en esa ocasión. Se quejaba en su mente con fuerza cuando unas manos sostuvieron su cuerpo y la alzaron. De pronto se encontró por segunda vez en los brazos de su esposo. Los latidos de su corazón se dispararon en una carrera, sus miradas conectaron con una intensidad que casi la mareó y todo su cuerpo hormigueó al percibir el calor que el cuerpo masculino producía. Se sintió como una sutil seducción a sus sentidos que no pudo rechazar. Erendel pareció responder del mismo modo, porque podía percibir sus latidos acelerados contra su costado, sus manos la sostuvieron con más fuerza y sus ojos mostraron un extraño sentimiento, una conexión que siempre había percibido. La unión de sus miradas fue algo tan tangible que ninguno de los dos se movió, habló o incluso respiro, solo se mantuvieron allí sintiendo y apreciando la presencia del otro. Fue el momento más íntimo que alguna vez hubiera experimentado a niveles que no comprendía del todo. Unos segundos más tarde, su esposo la colocaba con suavidad en su lecho sin dejar de mirarla. El hechizo que los unía pareció romperse en cuanto él se alejó para sentarse en la misma silla en la que Tyre se había sentado horas atrás. Sus ojos se dirigieron a la sábana que volvía a cubrirla y el silencio extraño que los acompañó fue más denso que la ira de su padre cuando no lograba complacerlo. -Debes quedarte recostada -escuchó decir -será mejor para tus heridas. Y pronto podrás volver a moverte por el palacio, practicar tu puntería con las dagas o lo que sea que desees hacer. Elvina estará esperando por ti. Ella se volteó hacia el rey con confusión y clavó su mirada en él. -¿Elvina? -preguntó ella -¿por qué debería esperarme? -Para regresar a tu rutina de estudios -afirmó él con simpleza -tus prácticas mágicas son importantes, no puedes abandonarlas. La ira que había olvidado regresó a su cuerpo con más intensidad de lo que creía. -Sabía que tu visita tenía una razón sincera -comentó ella mostrando su enojo -nada que ver con preocupación real por mi estado o salud. Se trata de las supuestas habilidades que tu hechicera cree que tengo, ¿no es así? -Elvina no lo cree, lo sabe -le dijo Erendel con seguridad. -Tu hechicera está equivocada, majestad -masculló ella antes de lanzar las sábanas al borde la cama con las emociones a flor de piel. -Elvina nunca se equivoca, Rhainys -afirmó él con una media sonrisa de burla que fue todo lo que necesitó para explotar en un arranque de furia. -¡No tengo ninguna habilidad! -gritó ella en el rostro del rey -no existe magia en mi interior. ¿Cuatro años no fueron suficiente prueba? Y yo creí ser la obtusa por anhelar un destino distinto al que ya tengo. Su rostro se sentía rojo y su corazón palpitaba acelerado, pero esta vez por la ira. No le importó que los ojos de su esposo se llenaran de escuridad haciéndolo levantarse para acercarse a ella. -Que lo niegues no lo hará menos real -afirmó él igualando su ira -sé que probablemente no eres consciente de tus habilidades, pero lograrás controlarlas. Elvina asegura que podría ser pronto. -Cuatro años de mi vida desperdiciados -escupió ella todavía llena de una ira que lo quemaba todo -años que no regresarán. Encerrada en este palacio con personas que me desprecian, un esposo de apariencias y malgastando horas en inútiles clases mágicas que nunca han producido ningún resultado, porque jamás lo harán. Es mejor que lo comprendas ahora, majestad. ¡No hay magia en mi cuerpo! Ellos se desafiaron con intensas miradas que ninguno de los dos deseaba romper primero. -Me importan poco tus palabras, Rhainys -masculló el rey sin moverse ni un poco -irás a las prácticas y harás exactamente lo que Elvina te pida. Como mi esposa me obedecerás. -No iré -contradijo ella de inmediato con algo de burla -estoy cansada de desperdiciar mi tiempo en una estúpida fantasía. Puedes obligarme a ver a Elvina, pero no puedes hacer nada con mis esfuerzos. Era la primera vez que confrontaba al rey con tanta templanza y por un segundo se sintió bien, eso hasta que un gruñido salió de los labios masculinos como un animal que había sido molestado demasiado tiempo. Erendel se levantó como un rayo de la silla y sostuvo sus hombros con fuerza, presionándola contra su lecho. Era imposible moverse o escapar de su iracunda mirada. Su cuerpo se tensó y por primera vez desde que lo conoció, se sintió asustada en su presencia. -No juegues conmigo, Rhainys -le dijo él con un tono oscuro que la hizo estremecer con miedo -porque no te gustará el resultado. Harás lo que se te ordena porque eres mi esposa y esas clases son tu único deber. ¿Quedó claro? Él la miró por lo que pareció una eternidad hasta que ella asintió sin decir una sola palabra. Su garganta estaba seca. -Bien -continuó él -pronto llegará tu nueva doncella. Un pequeño indulto que te concedí antes de escuchar las palabras de esta tarde. Y sin mirarla regresó a la silla junto a su cama. El miedo se quedó en su cuerpo como la exposición a una helada nevada, con la advertencia de la pérdida colgando en el silencio que siguió.
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Índice
Capítulo 1 Conoceré a mi esposo Capítulo 2 Ataque de la doncella Capítulo 3 Nadie me quiere aquí Capítulo 4 Realidad del reino Capítulo 5 Regalos Capítulo 6 No tengo ninguna habilidad Capítulo 7 El corazón de una dama Capítulo 8 Solo un deseo Capítulo 9 Inesperada visita Capítulo 10 Majestad Capítulo 11 Sanación Capítulo 12 Invitación appCapítulo 13 Yo también quiero besarte appCapítulo 14 Aventura appCapítulo 15 Inconveniente appCapítulo 16 Flor salvaje appCapítulo 17 Informe de emergencia appCapítulo 18 Presentimiento appCapítulo 19 Encuentro sorpresa appCapítulo 20 Ataque appCapítulo 21 Solo tenía que ir a buscarla appCapítulo 22 Un rostro enemigo appCapítulo 23 Amaba ver su rostro appCapítulo 24 Nueva energía appCapítulo 25 Defensa appCapítulo 26 Soy culpable appCapítulo 27 Instante perfecto appCapítulo 28 Secuestro a una casa de seguridad appCapítulo 29 Golpe a traición appCapítulo 30 No voy a permitirlo appCapítulo 31 Me necesita appCapítulo 32 Información importante appCapítulo 33 Su raza appCapítulo 34 Sello de magia appCapítulo 35 Despertar appCapítulo 36 Intensa discusión appCapítulo 37 Nadie es culpable de los pecados de su padre appCapítulo 38 Viejos recuerdos appCapítulo 39 Estoy contigo appCapítulo 40 Lo que se debe decir appCapítulo 41 Cumplir su deber appCapítulo 42 Pesadillas appCapítulo 43 Despedida appCapítulo 44 Primera lucha appCapítulo 45 Viejo hechizo appCapítulo 46 Iniciará ahora appCapítulo 47 Ya ha comenzado appCapítulo 48 Energía vital appCapítulo 49 Objetivo logrado appCapítulo 50 Larga vida a la reina appCapítulo 51 Coronación appCapítulo 52 Otra batalla appCapítulo 53 Batalla incierta appCapítulo 54 Misiva para la reina appCapítulo 55 Sanación de luz appCapítulo 56 Cara a cara con la oscuridad appCapítulo 57 La hija pródiga appCapítulo 58 Vuelve a mí appCapítulo 59 Una vida por otra appCapítulo 60 Epílogo app
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