Capítulo 86 La felicidad tiene tu nombre
No me quedaba duda de qué ese encuentro había sido una inocente trampa fraguada por mi tía y Elizabeth, Y no podía culparlas por tener buenas intenciones, al final de cuentas ellas sólo querían ayudarnos. Mi mente era un mar de confusiones que iban y venían negándome la oportunidad de dejarme llevar, y aprovechar la reunión.
– ¿Segura que no sabías nada de esto? – Le pregunté a mi madre por enésima vez.
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