Capítulo 66 La felicidad tiene tu nombre elizabeth
Fue muy angustiante escuchar en ese estado a mi esposo, por lo que de inmediato comencé a prepararlo todo para viajar hasta donde él estaba, por fortuna Ashley era una chica bastante eficiente y sabía que tendría todo listo a la brevedad posible. La llamé por teléfono para ultimar detalles, me dio las indicaciones pertinentes y en compañía de Eduard nos dirigimos a abordar el avión que nos llevaría hasta España, habían pasado muchos días sin Alex, y era preciso estar con él en esos momentos de dificultad por los que estaba atravesando, no sabía de qué se trataba exactamente, pero intuía que sería algo muy fuerte, seguramente relacionado con su familia, pero al escuchar cómo se encontraba, no quise preguntarle nada y decidí a guardar a estar frente a él para poder ofrecerle mi consuelo y escucharlo. Nuestra querida Lu se quedaría a cargo de la casa así que no había ningún problema con que yo pudiera irme. Abordamos el avión, sería un viaje de muchas horas después de todo, pero nada importaba, lo único que yo quería era estar con Alex, me preguntaba acerca de ese viaje repentino, ¿con que estaría relacionado? Era una duda que me carcomía por dentro, pues a pesar de que no acostumbro a intervenir en los asuntos privados de mi esposo, en esta ocasión se trataba de algo diferente. Durante mi vida nunca tuve la oportunidad de viajar a otros países, pero desde que estaba casada con Alex eso se había vuelto una constante, pues a veces era necesario acompañarlo en sus viajes de negocios, debo reconocer que disfrutábamos mucho de esas experiencias, siempre suponía una nueva oportunidad para estar juntos y convivir como pareja. No me gustaba que en esta ocasión las cosas fueran distintas, sospechaba que esto tenía que ver con su familia, por lo tanto, un tema por demás sensible. Las horas pasaban, y poco a poco nos acercamos a la ciudad de España donde aterrizaríamos, por fortuna el vuelo estuvo muy tranquilo y los gemelos estuvieron bastante bien, se estaban acostumbrando, aun cuando yo preferiría que pudiesen llevar una vida más estable, sin embargo, en esta ocasión su papá los necesitaba y era preciso que todos estuviésemos juntos como la familia que El necesitaba. El avión comenzó a aterrizar, y cuando hicimos las maniobras necesarias descendimos del avión, cargaba a cada uno de los gemelos en mis brazos, cada día me gustaba más trabajo porque se estaban poniendo muy grandes, mis niños crecían muy rápido y por fortuna se encontraban muy sanos. Pude ver con gran sorpresa que Alex ya estaba esperándonos, una gran alegría se dibujó en su rostro al igual que en el mío, ambos nos moríamos por estar cerca el uno del otro, y los gemelos lo extrañaban horrores, pues aun cuando sean pequeños ya identificaban tanto a su papá como su mamá. Junto a Alex estaba una señora mayor, si acaso un poco más joven que Harold, no tenía la menor idea de quien pudiese tratarse, pero si había ido para recibirnos, seguro era alguien cercano, así que la saludé amablemente. En cuando nos vio, Alex corrió a abrazarnos, tomó a los gemelos en sus brazos y me dio un beso en los labios, en su rostro se dibujaba la felicidad y la tranquilidad que le producía tenerlos junto a él.
– Amor mío, gracias a Dios que ya están aquí, los extrañé mucho–Exclamó.
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