Capítulo 6 Por siempre te amaré
POR SIEMPRE TE AMARÉ
Una vez en el Aeropuerto Internacional de Madrid, Indira discutía con la chica que se encontraba detrás de la caseta de la venta de boletos.
—Señorita. ¿No tiene un vuelo que salga antes? Es una emergencia —dijo Indira con desesperación e impaciencia.
—Me temo que no, señora —le contestó la chica con un tono calmado, como si hablara con cualquier persona.
—¡No sabes con quién estás hablando, muchacha! —dijo golpeando la mesa que sobresalía del mostrador de la caseta— soy la doctora Indira Cabral, la dueña del Hospital Clínico Leonardi y viuda del empresario Sergio Cabral. ¡Te exijo que me consigas un boleto de inmediato!
—Me temo que eso no será posible, señora. Debe esperar el próximo vuelo...
—Quiero hablar con tu supervisor —Le espetó con imposición.
La chica se excusó un momento y levantó la bocina del teléfono que tenía a su lado. En un par de minutos llegó una mujer de traje, de unos treinta años y con porte elegante.
—Buenos días señora, por favor dígame. ¿En qué puedo ayudarla?
—Soy la doctora Indira Cabral, debe haber oído de mí —dijo alzando una ceja— tengo una emergencia familiar y necesito un vuelo a Marsella, pero la señorita no me colabora.
—Permítame un momento por favor, doctora —dijo la mujer mientras tecleaba en la computadora.
Entrecerró los ojos y negó con la cabeza antes de volver su mirada a la persona que tenía detrás del vidrio.
—Lo siento mucho, doctora Cabral. No tenemos vuelos disponibles.
—Le ruego que me consiga un pasaje para ya, por favor —dijo con voz apagada— mi hija murió y tengo que ir por ella.
—No podemos hacer nada, doctora —dijo sin perder la calma— efectivamente como le indicó la vendedora, el vuelo despegó hace una hora. Por favor tenga paciencia y espere el próximo. De verdad me gustaría poder ayudarla —le regaló una mirada de comprensión.
Eran las ocho con cuarenta y cinco de la mañana y el siguiente vuelo comercial salía a las nueve y treinta de la mañana. Derrotada al ver que no podía apurar las cosas ni usar sus influencias, fue a una máquina expendedora por un café y luego se fue a sentar con el vaso en mano. Mientras sorbía el líquido caliente, en eso sonó su celular. Oprimió el botón verde y se lo colocó a un lado de su cara.
—Buenos días —contestó sin mirar el remitente— Habla la doctora Cabral. ¿En qué le puedo ayudar?
—Mamá, ¿Dónde estás? Vine a tu oficina y no hay nadie.
—Cariño necesito que tú junto a la doctora Polanco estén a cargo de la clínica, tengo que ausentarme hoy. Tu hermana Kathy —hizo una leve pausa para tragar saliva y contener un sollozo— se suicidó anoche.
—¿Pero cómo? —comenzó a sollozar la pelirroja— Eso no puede ser. Yo... Yo la llamé anoche y hablamos, ella estaba bien, ella no pudo... Dios mamá... ¿Cómo no lo previnimos?
—Justamente la llevé a Marsella para tratarla, no tengo los detalles. Cuando llegue allí me explicarán lo que pasó. Por favor encárgate de todo por allá. Tengo toda mi confianza depositada en tí.
“Pasajeros con vuelo destino a Marsella, favor abordar la puerta Nº 4” —se oyó por el parlante— “Pasajeros con vuelo destino a Marsella, favor abordar la puerta Nº 4” “Despegamos en diez minutos, por favor vayan abordando".
—Helena tengo que irme. Cuídate mucho mi amor —dijo con voz ahogada— te llamaré más tarde.
Indira ya se encontraba en el Hospital Psiquiátrico de Marsella, en la dirección del lugar.
—Doctora Cabral lo lamentamos mucho. Esto nunca había ocurrido antes, estoy muy apenada y contrariada; no entendemos cómo pudo pasar... —dijo con visible preocupación— Revisamos sus pertenencias cuando llegó y no hallamos nada. No acostumbramos a violar la privacidad de nuestros pacientes, pero al ver que no bajó al comedor, me alertaron. Tengo copias de las llaves de cada habitación en caso de emergencia, así que tuve que entrar. La hallamos en el piso del baño. Encontramos un bisturí de escarpelo al lado de ella, con eso se cortó las muñecas. También encontramos esta carta sobre su almohada. No nos concierne a nosotros saber su contenido —dijo, entregándole el sobre a su madre.
—¿Puedo verla? —dijo con un hilo de voz.
—Venga conmigo doctora. Por favor sígame.
Indira siguió a la directora por un largo pasillo, subieron al ascensor y ésta marcó el sótano. Al bajar, el forense le abrió paso y allí la vio, en la mesa de autopsias.
—No quiero que la corten —dijo al abalanzarse sobre el cuerpo— quiero estar a solas con mi hija, por favor.
La directora hizo una seña y ambos se retiraron, cerrando la puerta tras de sí. Indira no pudo contener más sus lágrimas, esta vez no era la doctora Cabral dando la mala noticia a familiares de un paciente fallecido, era una madre desgarrada por el dolor de ver el cuerpo de su hija totalmente inerte.
“Mi amor por qué lo hiciste... —tomando a su hija en brazos— mi niña todo estaría bien, de haber sabido no te hubiera alejado de mí. Perdóname por no haberte prestado más atención, debí demostrarte más mi amor. Mi bebita... ya estás en un lugar mejor, ya no habrá más dolor”.
Le dio un beso en la frente y la directora le hizo una seña para que la siguiera a su oficina. Allí firmó el papeleo, se hizo un par de llamadas y en una hora viajaría de nuevo a Madrid con el cuerpo de Kathy.
Llegando al Hospital Clínico Leonardi, pidió toda la discreción posible y cuando entró a su oficina, hizo un llamado por el altavoz.
“Se le agradece a la doctora Helena Cabral presentarse en la Dirección urgentemente”
Helena fue inmediatamente a la Dirección y allí vio a su madre abatida. Corrió a abrazarla y lloraron juntas.
—Iré a verla mamá —dijo separándose del abrazo— me encargaré de todo, si estás de acuerdo.
Indira asintió con la cabeza y Helena salió rumbo a la morgue. Allí la vio, a su hermanita. Lucía un rostro suavizado, parecía que estuviera durmiendo. Acarició su mejilla, pasó una mano por su cabello y besó su frente.
No había pensado en la frase “descansar en paz” hasta ahora. Su hermana estaba finalmente descansando de todo lo que la aquejaba. Salió de allí y llamó a la directora del colegio para informar del sepelio, el cual sería al siguiente día en el cementerio Nueva Delair.
POV KATHY
Mi primera vez no fue como esperaba. No hubo una cama llena de pétalos de rosas, velas y suave música. Fue en el asiento trasero del auto de Kevin. No estaba segura, pero como lo amaba no me pude negar. No fue muy lindo, él estaba tan drogado que se vino dentro de mí y yo no me protegí porque confiaba en él.
Al mes mi período no bajó y supe que algo andaba mal. Zareska me acompañó a la farmacia y compró las pruebas de embarazo por mí. Tres marcas con el mismo resultado: dos rayitas.
Ese fin de semana me invitó a la casa de playa de sus padres y le di la noticia. Me dijo que no estaba listo, que tenía una beca deportiva para estudiar en Estados Unidos y no quería tener ninguna distracción. Así que me convenció de ir al doctor, y nuevamente confié en él.
Pasó un mes y mi período no bajó, me asusté y le dije a mi mamá que me llevara al ginecólogo. Obviamente no le dije la verdad, sólo que quería ponerme en control porque deseaba iniciar relaciones sexuales con mi novio.
Me mandaron a hacer unos exámenes y ecografías. La doctora me dijo que no estaba embarazada, lo cual me alivió. Pero que no tenía útero, el cual fue removido de una forma muy salvaje. A los diecisiete años supe que no podría ser madre nunca y eso me lastimó mucho. Le pedí a la doctora que no le dijera nada a mi mamá.
Cuando volví a la escuela lo vi abrazando a Leticia. Me había llegado el rumor de que al graduarse se casarían porque ella estaba embarazada y ambos se mudarían a Estados Unidos, ella tenía una beca para estudiar medicina. Zareska me lo dijo, pero no quise creerlo.
Supe que Toby era el vendedor del colegio y me convertí en su cliente. Incluso un día lo llevé a él y a Sasha a mi casa, cuando Helena me descubrió. Me hizo prometerle que no lo volvería a hacer, pero ya era tarde para mí. Estaba demasiado rota. Mis calificaciones habían empeorado, dejé de lado a mi mejor amiga y me la pasaba con Toby y Sasha, ganándome una mala reputación.
Una vez me metí tanto que creí que moriría. Pero la entrometida de Zareska junto a Helena salvaron mi vida, una vida que yo ya no quería. Mi madre y yo hablamos, resulta que siempre supo todo. Si hubiera confiado en ella no estaría pasando por todo esto. Pero aquella confesión terminó por matar la poca esperanza que quedaba en mí y tomé una decisión.
Al día siguiente tuve el mejor día al lado de mi hermana, volvimos a ser cercanas y conocí a la chica que le gustaba. Pasó ese día y llegó el viernes, mamá me llevó a aquel internado en Marsella. Ese día no hablamos mucho, pero me abrazó todo el camino y sentí su amor profundamente.
Nos recibieron al llegar, un leve recorrido que finalizó en la habitación que me asignaron. Abracé a mi madre y ella no quería soltarme, tuve que apremiarla para que se fuera.
Horas más tarde mamá me llamó y hablamos un buen rato, cómo extrañaba la buena relación que teníamos. Luego Helena me llamó, deseaba oírla por última vez.
Escribí una nota, la dejé sobre mi almohada para que fuera visible y me fui al baño. Tomé el escarpelo que había ocultado y lo miré. No había marcha atrás. Mom, sister, forgive me.