Capítulo 89 Mejoras
Nos lanzaban flechas, casi podemos sentir los dientes de los caballos en nuestros cuellos, alcanzamos a vislumbrar la ciudad, con sus castillos con torres que parecían conos de helados, no sé por qué los malditos nos rodearon, en lugar de atraparnos, nos quieren aterrorizar o quizás valemos más vivos que como bolsas de carne congelada, en eso debieron de pensar, les hubiera servido que nos dispararan en un pie, o una red, solo se dedicaron a cerrarnos el paso, en ese momento comprobé que tan loco estaba barbas, quien desesperado se lanzó al río. Los peregrinos se desesperaron al ver su acto, lo intentaron sacar de las heladas aguas, un gordo por poco lo agarra, de no ser porque me contagie de su valentía o estupidez y me lance sobre ese cazador, sumergiéndolo conmigo en esas aguas que a pesar de estar heladas, nos arrastraron, nos tocó luchar contra las corrientes que trataban de enviarnos al fondo, donde de seguro quedaríamos para siempre.
El tipo gozaba de agilidad, se acercó a la orilla, favorecido por su tamaño, yo aproveche, me agarre de esos espantosos pies, por donde trepe como si fuera una montaña, subo arañándolo no porque la quisiera hacerle daño sino por la corriente que se empeñaba en arrastrarme a ser parte de ella, salimos respirando forzadamente, nos miramos, ese cobarde a pesar de que casi me doblaba en tamaño saco de su abrigo un cuchillo dirigiéndose a apuñalarme, trate de esquivarlo, mis músculos no me responden, con gran dificultad me corro un poco, no lo suficiente, me alcanza a cortar el brazo, estoy tirado de espalda, con la mano trato de buscar una piedra o algo para golpearlo, que me dé la ventaja contra este gigante, solo encuentro un montón de nieve que se la lanzo por los ojos, por supuesto no le afecta en absoluto, ese debió de haber nacido en un glaciar, procede de nuevo a apuñalarme, un ágil reflejo me lleva a agarrarle el puñal, solo que se lo agarro de la hoja, me desgarra la mano, yo lucho intentando no soltar su arma, se ve decidido a liberar para consumir mi muerte que se ayuda con la otra mano, mientras yo a la vez también le agarro la empuñadura con mi otra mano, unas gotas de mi sangre me caen en un ojo bloqueándome la visión.
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