Capítulo 41 Pruebas
Todo parece un bucle, como en un ciclo o un laberinto. De nuevo, Estiben se encontraba en el laboratorio, sin pistas, pero con la presión de que su vida y la de sus seres queridos estaban en juego. Por ahora un suceso le amargaba el día: su amada doctora no se presentaba a trabajar; eso lo torturaba más que pensar que en cualquier momento la realidad podría colapsar. Todos sus días eran grises o, mejor dicho, en blanco y negro: tediosos, aburridos, solos, hasta que ella apareció, se fue llenando la paleta de colores, excepto que llegó con unos sombríos personajes. Estaba de gancho con Pólux, quien a su diestra tenía a José y lo secundaban unos hombres, de entre los cuales reconoció a algunos políticos, que ahora también parecía que sacaban su cualidad de anexarse al bando ganador. Por supuesto que el nuevo emperador absoluto venía a darle el honor de hablar con él, y secamente, sin saludar, le dijo esto:
—Estiben, no has hecho nada; no sé la razón de por qué fui tan generoso, dejándote vivir. Tal vez no me eres útil, tal vez no me eres fiel. ¿Qué voy a hacer contigo? Tu problema es que te crees tan especial, cuando todos sabemos que solo tienes una extraña suerte. ¿Dímelo?
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