Capítulo 18 ; No te mueras
En el laboratorio trataban de trabajar con mucha concentración. Solo los esporádicos ataques de llanto de la doctora Yací, rompían la armonía del recinto. Estiben trataba de consolarla abrazándola contra su pecho, cosa que él disfrutaba mucho, ya que el olor de su cuerpo le hacía hervir la sangre. Ya había olvidado lo raro de su relación anterior, ya no tenía más ganas de volver a su dimensión, ¿para qué?, aquí sería feliz. Sí, aquí había descubierto que el lugar era lo de menos si estás con la persona correcta, en cierta forma era feliz. Adoraba sentir su dulce olor en su narizota, verla a su lado recordando todo lo que hicieron en su cama, lo llenaba de muchas emociones. Le era muy difícil centrarse en su trabajo y eso que solo tenía que hacer era las linternas más grandes, además de granadas de luz, también se les ocurrió fabricar una especie de escudos láser, como un videojuego futurista. Trataron de buscar la forma de recrear lo que sucedió cuando él cambió de dimensión, un portal o algo para pasar de mundo, más no consiguieron nada, tal vez porque ninguno se quería separar del otro, por eso tal vez crearon la excusa de que la única forma sería ir al laboratorio de Altares a examinar lo que sucedió en esa explosión. El pequeño problema era que estaba en territorio enemigo y el grande era que la realidad se comenzaba a resquebrajar aún más. Literal comenzaron a salir grietas por doquier, lo cual dificultaba aún más el desplazamiento, ya estaba jodido por tener que esquivar criaturas y estructuras holográficas, además de ver otras cosas muy raras.
Pasaron los días y Yací, empezó a hablar un poco más, lentamente se iba sobreponiendo. Le exigió a Pólux que colocara a su familia en un lugar muy seguro y también le pidió cerveza, mucha cerveza que al final de la jornada no les alcanzaba. A ellos no les importaba quién ganara la guerra, tenían claro que eso no tenía sentido, siempre habría dos bandos. Aunque necesitaban inventar algo que les diera la ventaja sobre Altares, para evitar que entrara a destruir otra vez la ciudad, matando a una gran cantidad personas y también para vengar a los hermanos caídos. Así que trabajaron muchas horas sin descanso hasta que, rendidos por el exceso laboral, no aguantaron más para irse a dormir. Yací no quiso dormir sola, así que le rogó a Estiben para que compartiera su lecho, por lo cual el científico dejo volar su imaginación pensando que tendrían un bello rato lujurioso. Entraron a un pequeño cuarto blanco con una angosta cama, tal vez previsto para el descanso de los trabajadores. Estiben en su cuento trato de besar a la doctora, pero como un baldado de agua fría descubrió que estaban muy desfasados debido a que ella le esquivó los labios. Desconcertado se acostó en la cama dura que increíblemente se endureció más porque Yací se acostó dándole la espalda. Es que él se creyó de buenas, la pobre muchacha estaba aún muy destrozada porque había perdido a sus dos hermanitos, necesitaba aún más tiempo para sanar, necesitaba cariño, no una copulación.
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