Capítulo 35 Enfoques
De pronto, como en un relámpago, ya se encontraba de nuevo entrando a la ciudad de Altares, para de nuevo reunirse con él. Sorprendido por su colosal equipo, además de una veintena de soldados, estaba acompañado por José, quien se ofreció con el pretexto de conocer, quién sabe qué sería lo que quería… Asimismo, su esposa junto a su cuñado, quienes habían sido nombrados cancilleres. Fueron recibidos entre ceremonias; allí en una gran plataforma se encontraba el líder Altares con un uniforme impecable y su sonrisa de oreja a oreja al ver a Estiben, quien los saludó públicamente: —Me alegra mucho verlos, sobre todo a ti, Estiben, qué gran sorpresa; me imagino que este encuentro será inolvidable, increíble, digno de escribir con letras de oro en el libro de la historia.
Estíben, al verlo, sintió un choque eléctrico por todo el cuerpo; su cabello se erizó y sus dientes le crujían. Sentía mucho odio contra aquel ser que lo separó de su amada, pero ahora tenía que utilizar la diplomacia de la cual era el encargado. Tenía que decirle algo; miró a José queriendo que él lo reemplazara, sin embargo, él estaba muy ocupado con una misteriosa caja a la que no soltó en todo el camino. Vio a los cancilleres que parecía que solo sabían era reírse. Así que finalmente le tocó a él. Igual era su deber, aunque estaba nublado por el odio y la ansiedad de estar a punto de saber el estado de su amada. Se forzó una vez más para tratar de decir algo inteligente: —Altares, venimos en son de paz a negociar su rendición. Primero que todo te exigimos que nos entregues sana y salva a la doctora Yací, segundo tendrás que retirar tus tropas…
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