—¿Dejarías a mi familia libre de culpa si te dijera la verdad? ¿Renunciarías a tus planes de arruinar a mi familia? —gruñó Yamila mientras se acercaba a él amenazadoramente.
Edgar nunca había visto la sonrisa en su rostro; una sonrisa era como un tajo en su cara que nunca llegaba a sus ojos. Se le pasó por la cabeza la idea de decir «Sí» pero sintió que las palabras se le agolpaban en la garganta como un trozo de flema obstinada.
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