Capítulo 2 Divorcio
Yamila se ajustó la ropa en la habitación. Miró la foto gris de su padre y recordó las crueles palabras de Edgar.
—Me casé contigo para vengarme de tu repugnante padre. Ahora que está muerto, y tú eres el único que queda, es tu turno de pagar por sus crímenes.
Yamila estaba agotada física y mentalmente. Se arrodilló en el suelo y no pudo evitar que las lágrimas corrieran por sus mejillas.
—Papá, te he fallado...
Ese día, la noticia de la caída de la familia Esposito de la noche a la mañana se convirtió en titular de varios periódicos importantes. A la mañana siguiente, una noticia de entretenimiento fue tendencia en Internet.
Cuando Yamila aún lloraba la pérdida de su padre, un grupo de personas irrumpió en su casa del campo y sacó sus muebles de la vivienda. Aún tenía los ojos hinchados de tanto llorar cuando bajó las escaleras para averiguar qué era lo que provocaba los fuertes ruidos. Su ama de llaves, Blanca López, corrió hacia ella y le dijo:
—¡Señora! Un grupo de personas ha entrado de repente y ha sacado cosas de la casa. No puedo impedirlo.
Yamila se puso alerta y detuvo a una de las personas. El hombre intentaba mover un gran jarrón antiguo de porcelana del vestíbulo.
—¿Qué haces? Llamaré a la policía para que te detenga por allanamiento de morada. ¿«Allanamiento»? ¿Esta casa no pertenece al señor Rafart? Estamos actuando bajo sus instrucciones para mover todo en la casa. Pido disculpas si le hemos molestado.
Yamila se quedó de piedra y de repente recordó algo. «Aunque mi padre me compró esta casa como domicilio conyugal, hice a Edgar único propietario de ella como muestra de mi confianza en él».
«¿Qué hace Edgar ahora?»
Yamila sacó el teléfono para llamar a Edgar y preguntarle qué pasaba. Sin embargo, el teléfono vibró, lo que hizo que pulsara por accidente una notificación y abriera las noticias.
«Edgar Rafart, presidente de Grupo Rafart, anunció en una entrevista que se casaría con Giselle Regueira, una actriz novata. Se ha informado de que el señor Rafart se ha divorciado de la señora Yamila Esposito».
Yamila agarró con fuerza su teléfono. «¿Divorcio? ¿Por qué no soy consciente de que me he divorciado»?
—Señora, ¿qué... qué debemos hacer? —Blanca entró en pánico cuando las cosas se le fueron de las manos. «El señor Rafart se niega a mostrar a la señora siquiera un poco de piedad. Ella es su esposa, después de todo. ¿Por qué tiene que ser tan cruel?»
—¡Llamen a la policía! ¡Llama a la policía ahora! —ordenó al final Yamila tras permanecer un rato en silencio. «¡Es la única manera de que vea a Edgar!»