Capítulo 9 ¿Tienes un hombre nuevo?
Yamila engulló su almuerzo, se animó y fue a la siguiente entrevista. No apostó todo a la primera empresa; había presentado su candidatura a varias empresas y había recibido ofertas de entrevista de un par de ellas.
En la última fase de la entrevista, la puerta se abrió de golpe y alguien entró en la sala.
—Vaya, vaya, ¿no está este mundo lleno de coincidencias? ¿Quién esperaría encontrarte aquí? —Giselle miró con desprecio a Yamila y continuó—: Deja de intentarlo, ya que no hay forma de que superes esta entrevista.
—¿Eres tú? —Yamila agarró su bolso en un acto reflejo y se levantó mientras su visión oscilaba entre Giselle y el entrevistador—. Tú eres...
Giselle sonrió con satisfacción,
—¿Me olvidé de presentar? Es mi tío.
Yamila sintió como si le hubieran golpeado en la cara. Después de todo este tiempo, ¿quién iba a saber que la entrevista no era más que un espectáculo, un show?
Giselle se dirigió hacia ella:
—Qué mala suerte, sin embargo, sólo por el hecho de que eres la ex mujer de Edgar, nunca podría permitir que te quedaras aquí.
—Lo sé. —Yamila reajustó su compostura e interrumpió—: Lo siento, por favor, discúlpeme.
No intentó actuar más y abandonó el lugar de inmediato. Giselle se sorprendió al cambiar la expresión de su rostro.
Afuera, Yamila estaba de pie, sola, en medio del viento; aunque era un día frío con un viento abrasador, no era consciente de su entorno. Su comportamiento atrajo la atención del personal que la rodeaba, que pensó que le resultaba familiar.
—Señora Esposito. —Giselle caminaba hacia ella y la llamaba.
Cuando se dio la vuelta, le entregó una tarjeta con su nombre con una sonrisa irónica en la cara:
—Si de verdad necesitas un trabajo, ¿por qué no pruebas en este sitio? Estoy segura de que es el mejor sitio para ti.
Yamila recibió perplejo la tarjeta con su nombre y vio las palabras impresas en ella:
—Villa Luminance.
Aquellas palabras la sacudieron al recordar la noche en que se inmiscuyó en aquel lugar. Mientras se quedaba helada, estaba segura de que Giselle se había enterado y había atado cabos.
La mano de Yamila sujetaba con fuerza la tarjeta mientras reflexionaba sobre su siguiente paso: ¿debía romperla? ¿O devolverla?
Un acto deliberado de provocación que, sin embargo, parecía intrascendente e insignificante para ella en aquel momento. Sonrió y se limitó a responder:
—Gracias.
«¿Gracias?» Giselle pensó que estaba alucinando. Estaba tan sorprendida que no pudo pensar en una respuesta inteligente de inmediato.
—¡Yamila! —Un reluciente coche de carreras chilló al detenerse junto a la entrada; Ben bajó las ventanillas y la saludó.
Llevaba todo el día corriendo por las pistas y decidió pasearse para recoger a Yamila durante su tiempo de descanso.
—Lo siento, pero mi transporte está aquí, tengo que irme. —Yamila se despidió de Giselle mientras subía al coche de Ben bajo la mirada envidiosa y desconcertante de Giselle.
—¿Dónde deberíamos ir? —le preguntó Ben.
—Donde sea, siempre y cuando nos vayamos de aquí lo antes posible. —Yamila miraba al frente con expresión fría.
—¡Te tengo, agárrate fuerte! —Ben comprendió y pisó el acelerador.
El coche retumbó y rugió, mientras la gente de alrededor era sorprendida y algunos incluso chillaban; Giselle apretó los dientes con fuerza mientras empezaba a ver rojo.
—Yamila, ¿has cambiado de objetivo tan rápido?
Parecía que aquel hombre no era en absoluto inferior a Edgar.