Capítulo 13 Giselle Regueira también tiene un colgante
Mientras dudaba un momento, la puerta de la habitación del hospital se abrió de repente.
—¡Yamila Esposito, tienes valor!
Las finas cejas de una Giselle Regueira ya furiosa se fruncieron cuando vio el colgante en manos de Yamila Esposito. Avanzó sobre sus talones y se lo arrebató, exclamando:
—¡¿Por qué llevas contigo el colgante de Edgar Rafart?!
—Se cayó. —Yamila puso su expresión habitual al ver a Giselle Regueira en la habitación. La miró con imparcialidad—: Ya que estás aquí puedes devolvérselo.
—Hmm. —Giselle no quería dejarlo pasar. Se llevó la mano a un collar que llevaba al cuello y se lo enseñó a Yamila.
—¿Ves esto? Es un colgante idéntico. Edgar tiene una mitad y yo la otra. ¡Esta es nuestra muestra de amor! ¡Estabas destinada a perder desde el principio, Yamila Esposito!
La mirada de Yamila se posó en el colgante que Giselle sujetaba con fuerza en la otra mano. Lo miró con asombro. De verdad era un colgante idéntico. ¿Cómo es que tenía el mismo colgante? Sus ojos brillaron al provocar a Giselle:
—¿Muestra de amor? ¿Cuándo empezó el amor?
—¡Eso fue hace veinte años! —dijo Giselle sin pestañear, con la misma expresión—. ¡Yo salvé a Edgar en aquel accidente hace veinte años, así que cada uno nos quedamos con medio colgante como muestra de nuestro amor!
—¡Mientes! —Yamila rio con actitud fría. Ella fue quien salvó a Edgar. ¡Cómo podía ser Giselle Regueira!
El rostro de Giselle cambió en un instante. Incluso ella llegó a creerse la mentira durante todos estos años, pero Yamila la desveló sin piedad.
—¿De qué estás hablando? Yamila Esposito, ¿quién eres tú para interferir entre Edgar y yo? —preguntó con enfado—. Si es mentira, ¿por qué Edgar y yo tenemos mitades idénticas del colgante?
Yamila no lo entendía. ¿Podría ser sólo una coincidencia?
—¡Sólo estás celosa de mí! —Giselle vio que Yamila se quedó en silencio. Pensando que Yamila no tenía ni una sola prueba, se volvió aún más presumida—. En este momento, soy la legítima señora Rafart. ¡Yamila Esposito, no lo dejaré pasar si sigues enrollándote con mi prometido!
En ese momento, la enfermera no pudo tolerarlo más y empujó la puerta.
—¿No lo hemos dejado claro? La paciente acaba de abortar y necesita descansar. ¿Por qué montas una escena aquí?
La enfermera cerró la puerta impaciente tras su arrebato. Giselle se quedó atónita y la señaló:
—¿Tú... te has quedado embarazada? ¿Es... es de Edgar?
Yamila no contestó.
—¡Yamila Esposito! ¡Eres una golfa! Los dos ya se divorciaron, pero...
—Giselle Regueira, en vez de desquitarte conmigo, ¿por qué no te ocupas de tu hombre? He perdido a mi hijo y he pagado mi deuda por completo. De ahora en adelante, por favor, ¡sal de mi vida para siempre!
Una figura alta estaba de pie fuera de la habitación del hospital, escuchando cada palabra. El rostro de Edgar Rafart estaba oculto en la oscuridad. Giró la cabeza y barrió con la mirada desde la ventana hasta la sala.
Acababa de volver de preguntar por el estado de Yamila en la consulta. Las heridas del accidente y el aborto la dejaron muy débil. El médico le dijo que sería difícil que volviera a quedarse embarazada.