Cereza nos había sacado de esas chozas abandonadas y ahora estaba en la carretera que conduce al Carmen de Bolívar para luego tomar la troncal y enfilarnos al interior del país. Tremenda casería a la que viniste lobito. Lo veo analizar sus posibilidades. Vamos a ciento ochenta kilómetros, bajó la velocidad.
—Solo tendremos una oportunidad. —Eran pasadas las cinco de la tarde.
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