Capítulo 7 Comportamiento extraño
Tenía curiosidad, no debía, pero quería saber si estaba comprometido. Por eso le pregunté mientras ella supervisaba los pasabocas.
—Ojalá. Roland es un caballero, correcto, trabajador, honrado. En fin, un partidazo mija, bastante discreto con relación a su vida amorosa, sé que Beatriz llama su atención, pero aún no se ha cuajado nada.
Eso de caballero y todo lo dicho no puede ser cierto, o ¿tendrá dos vidas…? Era mejor no meterse con él, porque en definitiva no era un buen partido.
» Cuéntame ¿cómo está tu mamá? —Se me arrugó el corazón, mi silencio llamó su atención.
—Mi madre murió hace más de tres años, cáncer de mama y nos enteramos cuando ya era demasiado tarde.
—¡No puede ser!
Dejó a un lado los pasabocas para abrazarme fuerte, no pensé que necesitaba de este tipo de afecto, se humedecieron mis ojos, en ese instante ingresaron a la cocina. Limpié mis lágrimas e intenté sonreír.
—Tu novio parece algo aburrido. —comentó Roland.
—Sí, debe sentirse incómodo, señora Gisela debo regresar.
Apretó la mano y salí, esa forma de mirarme como si amenazara con matarme si hablo. Choqué con su mano derecha e intenté esquivarlo en dos ocasiones, pero él bloqueaba el paso, suspiré al darme por vencida, fue imposible, además aquí no pueden matarme, puse mis manos en la cintura.
» ¿Cuál es tu nombre?
—Soy Rata. —Ese apodo era feo, de tanto llamarlo así ya pasó a ser su nombre.
—El nombre con el cual apareces en la cédula. —insistí.
—No es asunto suyo. Solo quiero advertirle…
—Dile a tu patrón que no es necesaria la amenaza. No tengo ni idea con quien me confunde, yo no soy sapa y ni estoy interesa en su vida como para estarla comentando, muy seguro está acostumbrado a ver el mundo girando a su entorno. Coméntale que no todas las lunas son de Júpiter. —Lo miré a la cara—. Si me disculpa vine acompañada, ya perdí tiempo.
No conocía a nadie aparte del padre de Juan y no lo he visto, encontré a Raúl tomando un refresco, él no toma si va a manejar.
—Quiero irme. —hablé apenas llegué a su lado.
—¿Te pasó algo?
—No, pero la señora Gisela no sabía lo de la muerte de mamá, ya sabes cómo…
Me entró sentimiento, sus brazos me reconfortaron.
—Lo siento, Vero. —besó mi frente. La música aumentó de volumen—. Nos quedan veinte minutos de asistencia, ya quiero que pasen volando los minutos, quiero salir de esta casa, no sé de qué hablar con esta gente.
—Al menos ya pusieron la música.
Dije abrazándolo por la cintura, el tema de mi madre era censurable en la relación con mis amigos, se los tengo prohibido. Es cierto, todos morimos, el problema era que yo no asimilo fácil ese tema, mamá era especial, era mi mundo. Se me formó un nudo en la garganta al recordarla.
—¿Bailamos? —negué con la cabeza.
—El amigo de tu exnovio no ha dejado de mirarte, quiere fulminarme.
Susurró Raúl cerca del oído, el tema era por temor a revelar su doble vida.
—Ya quiero irme. —dije, limpiándome la nariz.
—No llores. —El Flaco sacó su pañuelo.
—Gracias, me despido y nos vamos.
—Mejor no lo hagas, no te dejarán ir, el minuto de la señora Gisela se transformó en media hora. Además, debo llevarte a tu casa, tengo trabajo, mañana es la fiesta con Lorena.
—¡Rumbeas mucho! —giré y Roland llegaba con Juan.
—Lamento lo de tu madre, Vero.
Sé que era así, a mis padres le caían muy bien. Sonreí, los brazos de mi amigo me envolvieron.
—Ya debemos irnos Juan, ¿puedes despedirme de tus padres, por favor?
—Quédense, esta vaina se compone. —Lo dijo en tono jocoso.
—Tenemos asuntos pendientes.
Comentó Raúl para no dar tantas explicaciones, Roland se cruzó de brazos, seguía analizándome, cuando lo miré vi sus ojos, eran dos témpanos vacíos, no transmitía nada, era insistente, fríos, carente de emoción y aun así intimidaban, también eran penetrantes. Dios no sé ni como describirlo.
—Ya quiero arruncharme en la cama.
Noté que los hombros se le relajaban un poco. Su temor era por si revelaba la verdadera identidad del capo. Debería Darme rabia, pero no era ese mi sentir. Le extendí la mano a Roland y se despidió normal, un poco más relajado. Soy una amenaza, Juan por el contrario fue más efusivo y me abrazó.
—Raúl, no quiero incomodar, pero volvimos a ser amigos la llamaré varias veces.
El Flaco se encogió de hombros, mordí el labio interno para no mostrar ni un gesto de nervios, espero no se arruine la mentira.
—Gracias por la velada.
Comentó mi acompañante, el anfitrión besó mi mejilla, pudimos salir de dicha casa. Con el frío nocturno citadino en nuestras caras solté un suspiro, pude respiré profundo, ahora el ambiente si era agradable.
» ¿Qué pasó en esa casa?
—No lo sé, si hablas de esto te mato. —llegamos al parqueadero, tomé el casco y el chaleco.
—El amigo de Juan es él tal ¿Roland ¿Sandoval? —afirmé, Raúl abrió los ojos, por poco me toca encajarle la mandíbula por la forma—. ¿El calvo, bello, machote que nos presentaron? —volví afirmar.
—No puedo negarlo el tipo está como quiere —contesté.
—¿Con ese bombón fue con quien amaneciste? —Le di un manotazo.
—¡Cállate! —Le dije en voz baja—. Arranca ya quiero salir de aquí, por favor.
—Entonces, ¿la familia de tu exnovio es ¿Mafiosa?
—No. —De eso estaba muy segura, ellos son gente con negocios legales—. Por eso el tipo pasó mirándome a toda hora, tenía miedo que yo lo delatara.
—Tienes razón Vero, súbete. —El capo de Capos salía con su comitiva de guardaespaldas.
—¿Nos irán a hacer algo?
—¿Él sabe dónde vives? —preguntó encendiendo La moto, afirmé—. Bueno a mis padres les encantará que mañana sábado cuándo llamen tú les contestes. —sonreí y le di un beso en la mejilla, subí a la moto y Me aferré a su cintura.
Llamé a Lorena para decirle que dormiré en casa de Raúl. Le prometí contarle todo, por parte del Flaco no dirá nada. Eso sí tiene, era una tumba, fiel y leal un don que me enorgullece, jamás habrá otro igual en el mundo.
Raúl vive en un apartaestudio, cuenta con una mesa, un sofá, el baño y una cama doble. Un lugar sobrio, sin tanto lujo, tampoco nada corriente.
—Ya sabes donde tengo la ropa, por mí no te preocupes, con todo el trabajo de la tesis no creo que duerma, si lo hago dormiré en el sofá.
—Gracias, Flaco. Tengo mucho sueño.
Ingresé al baño con una sudadera y una camiseta de él, al salir fui directo a la cama, apagó la luz, encendió su lámpara de estudio. No sé en qué momento terminé dormida, hasta el día siguiente cuando el teléfono sonó. Adormilada tomé el auricular.
—¿Diga? —silencio.
—¿Raúl por favor? —La voz sonó expectante. Era su papá.
—Con mucho gusto. —Le tiré un zapato para despertarlo, estaba tumbado en el sofá.
—Tu padre, Flaco. —volví a acurrucarme en la cama, se sentó al lado.
—Hola, padre. —comenzó hablar, lo vi Sonreír—. Si es linda, muy linda, —silencio—. Se llama Susana.
Sonreí, salí de la cama directo al baño, volví a ponerme la ropa de ayer. Desayunamos cereales, luego se duchó, me lanzó mi Chaquetá.
—Tú no cambias, todo lo dejas regado por todas partes. —sonreí mientras le tiraba un beso.
Llegamos y Lorena se bajaba de un taxi, bronceada con un centenar de paquetes. Bajé de la moto, nos acercamos para ayudarle, entramos al apartamento.
—Esas bolsas de ahí son para ustedes.
Nos entregó una a cada uno, hice una mueca, ella no tiene remedio.
—No era necesario, Lore.
Raúl se metió en la cocina, los cereales era el aperitivo antes de un buen desayuno, como nosotras mantenemos la nevera llena, bueno la mantengo llena.
—Hoy tenemos salida.
—Sí —contesté antes de entrar a recámara a cambiarme de ropa.
Quería estar sola, saqué una sudadera, me quedé con ella en la mano, ¿la familia de Juan será narco? No creo, la señora Gisela se ve muy tierna. No, debe de haber algo más, los conozco y son personas trabajadoras, más bien ese tal Roland los ha engañado, ni sabrán quien era su «gran amigo». Volví a recordar lo penetrante de su mirada, fue amenazante, intimidante —suspiré—. Sí, esa era la palabra, lograba intimidarme, era una lástima que sea un chico malo. Y yo no tengo por qué recordar su forma de mirarme. Tres golpes en la puerta me regresaron al presente.
—¡Desayuno en la mesa! —era Raúl.
—¡Voy!
El Flaco se quedó en el apartamento, como no tenía que ir al suyo a cambiarse, porque Lorena le compró dos mudas de ropa, a mí me regaló un par de jeans, cuatro blusas espectaculares, corríamos de un lugar a otro cambiándonos, él solo lo hizo una vez, mientras nosotras desfilamos cada prenda.
—Nos vamos a celebrar, no saldremos con nadie más que con nosotros mismos. —dijo.
Raúl estaba desesperado, cansado por la espera, lo decía por Lorena, quien sabe qué plan tendrá en realidad.
» Me importa un pepino tus citas, bailarán conmigo y punto. Solo acepto algunos compañeros de universidad, con quienes siempre salimos a divertirnos.
—¿Por qué brindaremos?
Dije sentándome al lado del sofá, con una de las blusas regaladas.
—¡Que eres la primera mujer en dormir al lado del famoso Don Roland Sandoval y sin sexo!
Se vinieron los colores a mi rostro. Salió de su recámara mirando a Raúl.
» Cuando conozcas a Don Roland...
—Lorena, ya lo conocí.
El Flaco me miró arrugando sus cejas, se le salió el comentario y me pedía disculpas, le sonreí para que no se sintiera mal, de igual forma yo le iba a contar.
—¿En dónde? —preguntó con sus cejas unidas.
—Anoche, en la reunión él estaba presente.
Comenté sin darle importancia, ignorando las imágenes que mi cerebro me envía de él mirándome, siguiéndome, sí que está como los ángeles se los recomiendan a uno.
—El calvo triple papito, alto, esbelto todo Un macho. —comenta de la nada el Flaco, no pude evitar sonreír—. El Cristian Gris colombiano.
Solté una carcajada y Lore casi se atraganta con la saliva, ya sea por el asombro o quien sabe la razón, de igual forma terminó riendo igual que nosotros.
—¡Diste en el clavo! —comentó ella—. En la cama es... bueno me dejó sin aliento y a mis compañeras les pasó lo mismo.
—Eso deprime.
Comenté, se me retorció la tripa de solo pensar en lo puerco que puede ser en eso.
—¡Él! Para nada Vero, ¡es perfecto! —comentó suspirando.
—Me parece que es un hombre que ha creado varias facetas en su vida, es demasiado meticuloso, además mira como psicópata —comenté.
—Créeme lo es, en cada uno de sus aspectos. —El Flaco observó su reloj, faltaba poco para salir.
—Lo único que puedo decir, aparte de qué me intimida, es que sabe proteger su verdadera identidad bajo una coraza muy bien estructurada. Da un poco de tristeza, es evidente que tiene todo y lo consigue cuando quiere, al mismo tiempo no tiene nada. —No sé por qué lo dije, algo en él me dice que no era lo que aparentaba.
—Debiste estudiar psicología. —Lorena puso La mano en mi muslo—. Siempre sabes nuestros estados de ánimos, debes ser la encarnación de alguna vidente, conmigo siempre atinas. —Eso me recordó la conversación pendiente de lo sucedido en su viaje.
—Por cierto...
—Déjalo ahí Vero, no quiero hablar del tema.
Mi corazón se encogió por su comentario, imagino lo que le tocó hacer, por eso se sentía de esa forma.
—Solo quería...
—Otro día amiga. —Los ojos se le Humedecieron, le sonreí.
—Sabes, te quiero mucho, cabeza loca.
Me besó en la frente y tomando otra actitud se levantó, para decirnos.
—¿Qué tal si dejamos a Roland Sandoval a un Lado y nos dedicamos a divertirnos? Ya nos vamos a una discoteca a bailar. Ahí no nos encontraremos con ningún capo de Capos.