Capítulo 38 Es candente
La luz del nuevo día se filtró por las pequeñas ventanas de la habitación del yate, desde ayer nos encontrábamos en mar abierto. Me tenía abrazada y yo encajaba en su regazo a la perfección, su largo brazo estaba sobre mi seno.
Rebobiné el día de ayer «me acosté con él». ¡No Dios! Recuerdo hasta que me acostó. Me miré la ropa, tenía pijama puesta y ropa interior limpia ¿Dios lo hice? Él se movió, sentí la erección en mi trasero, salí apresurada de la cama, no sentí el cuerpo diferente. Como era su costumbre, él se levantó al menor movimiento, su mirada era de interrogatorio.
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