Capítulo 38 No haberte conocido
No pensó mucho en eso. Al comenzar la melodía, la sala quedó en silencio. A la luz de la mañana, teñida de un tenue aroma a menta, Viena, enclavada a orillas del Danubio, comenzó a despertar. Pronto, la hermosa serenata resonó en la orilla del Danubio azul, con la niebla disipándose para revelar un resplandor dorado que brillaba en la superficie del agua. Cuando la música llegó a su fin, Andrea miró en dirección a la cortina. Después de un momento.
¡Plas, plas, plas!
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