Capítulo 27 Siete primaveras
Sus labios eran pálidos, desprovistos de color. Pero seguía siendo hermosa. Aunque creció en el campo, comiendo arroz tosco, era tan hermosa como un hada delicada. Entre las damas famosas de la capital, incluso con maquillaje nuevo en sus rostros, nadie podía compararse con ella.
De repente, se inclinó, con las manos en su costado, sus labios delgados a solo un centímetro de los de ella. Sus respiraciones se entrelazaron. Los latidos de su corazón se aceleraron…
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