La puerta del auto se abrió y un hombre con traje y zapatos de cuero salió del auto con un paraguas, sosteniéndolo sobre su cabeza. Era el hombre que había estado yendo a escucharla tocar esos días.
—¡Suba al auto! La llevaré —dijo el hombre con una sonrisa—. Está lloviendo tanto que se resfriará si se moja.
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