Sus manos se congelaron en el aire al ser sujetadas por alguien. El hombre sentado en la silla de ruedas parecía tranquilo. Sus largos dedos rodeaban con fuerza la muñeca del otro hombre. La frente del otro hombre se frunció en una mueca profunda. Sus músculos empezaron a tensarse e intentó apartarse. Pero sus manos estaban atrapadas bajo el agarre de Dámaso.
—¡Cariño!
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