La cara de Camila enrojeció. Frunció los labios.
—Es mi marido. ¿Cómo debería llamarlo si no maridito… —La voz de la mujer se fue suavizando hacia el final hasta ser casi tan suave como el zumbido de un mosquito—. Además, somos pareja. Aunque me guste... no tiene nada de malo…
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