Capítulo 4 Iris de marla
Un grupo de soldados va a caballo delante de ellos para asegurarse de que no hay ninguna emboscada en contra de la princesa. Dentro de ellos van cuatro arqueros listos para derribar cualquier cuervo que pudiese salir de entre los árboles y así evitar que se informe del avance del ejército del rey.
—Todo está en silencio —dice Lucía, quien no deja de mirar a todos lados, porque nunca salió del castillo antes.
—Es mejor ir así, de esa manera no advertimos a los posibles enemigos que puedan estar rodeando el castillo —le dice Merrick con voz sombría.
—Yo digo que tengo hambre, debimos parar en la posada —dice la mujer misteriosa y Merrick sólo gruñe, porque aquella bendita mujer sólo habla para decir sandeces, a su parecer.
—Falta muy poco para llegar a Maverick —dice el general desde atrás—, allí repostaremos esta noche y dejaremos que los caballos cobren fuerzas.
—Me han dicho que en Maverick están las mejores frutas confitadas y secas, usan técnicas milenarias para mantener los alimentos —dice entusiasmada Lucía.
—Pero lo mejor que tienen es el puchero —dice la mujer frotándose la barriga.
Merrick esta vez sólo rueda los ojos y mira a otro lado. De pronto, en medio del follaje del bosque que rodea el camino ve una tenue luz.
—¡Detenga todo! —le susurra Merrick al general y ante una señal todos paralizan su andar.
El mago mira el lugar con detenimiento y ve cómo la luz se extingue poco a poco, pero sigue sintiendo aquella presencia entre los árboles.
—Yo también lo siento —le dice la mujer y esta vez Merrick no gruñe ni rueda los ojos, sólo se baja del caballo y camina en esa dirección.
—Que rodeen a la princesa —ordena Merrick y el general mismo se pone delante de ella, junto a otros diez soldados—. Vamos.
Aquella mujer lo sigue, entendiendo que es a ella a quien le habla. Cuando se adelantan a los soldados que flanquean el ejército ella se queda paralizada, Merrick se voltea con mala cara, porque es un pésimo momento para acobardarse, pero la ve extender sus manos hacia adelante dejando las palmas hacia arriba y la oye gritar con firmeza una orden que sólo llega al ejército.
—¡¡Todos cierren sus ojos!! ¡Oh, diosa Marla, yo te invoco…! ¡Luz de día bajo la luna! —dos columnas de luz salen de sus manos y todo el lugar se ilumina como si fuera el mediodía y deja ver todo lo que los rodea—. ¡Ataqueeeen!
Todos abren los ojos y se dan cuenta que están rodeados por al menos doscientos soldados enemigos, una pelea sinigual se desata en ese momento liderada por los dos magos, Merrick se queda sorprendido por aquella mujer, que ha resultado ser una hechicera de Marla, una de las diosas más poderosas y de quien se sabe que es la proveedora de toda luz, de todo lo bueno y protectora de las madres.
La hechicera saca la daga que encantó antes de salir del castillo y se transforma en una espada de ancha hoja. Pelea como los soldados de élite al tiempo que lanza hechizos para detener a los enemigos.
Merrick hace lo mismo por su parte, muchas de las veces los enemigos salen volando por el aire y otros caen en los huecos que abre en la tierra, dejándolos atrapados de la cintura hacia abajo.
En cuestión de minutos acaban con ellos, dejando prisioneros sólo a los de más alto rango, sin embargo a la hechicera no le convence, así que se acerca a uno de ellos, coloca su mano en la frente y pronuncia unas palabras que no logran entender. Segundos después se aparta del hombre y camina hasta un grupo de prisioneros que llevan el uniforme común, se para frente a ellos y se ríe.
—Muy bien, capitán Owl —el hombre abre los ojos por la sorpresa de ser descubierto y la hechicera se ríe—. No se esperaban que los descubrieran, ¿verdad?
—No sabíamos que una seguidora de Marla estaría entre el ejército —gruñe el hombre y ella sólo se sienta al lado, en un tronco, mientras la luz que proyectara comienza a apagarse como si fuera el atardecer.
—Punto a nuestro favor… y un serio problema para ustedes, porque sé que no hablarán, puesto que no saben de los planes reales de su rey… y todos saben que si los prisioneros no son de utilidad, se mueren.
La capa de la hechicera comienza a flotar, se puede ver la luz blanca de sus ojos y cuando el sol artificial termina de extinguirse, ninguno de ellos está con vida.
—¡¿Pero qué demonios acabas de hacer?!
—Ninguno de ellos iba abrir la boca y como te darás cuenta, no podemos hacernos cargo de prisioneros si apenas hemos salido del castillo —la hechicera pasa por su lado, pero Merrick la toma del brazo con violencia, aunque la suelta como si le quemara de inmediato.
—¡Tú no tomas esas decisiones, para eso tenemos un general! ¡¡Y en última instancia yo!!
—A mí no me amedrentas, Merrick de Eróstenes, el mago que fue maldecido por la bruja Velania —ella da dos pasos hacia Merrick y este retrocede por instinto, no por miedo, sino porque le causa una sensación algo diferente—. Conmigo es mejor que te vayas con cuidado, si no quieres terminar largando tus secretos como Morlock.
—Maldita bruja —susurra él cuando la hechicera se voltea para ir al caballo y ella al oír el apelativo se gira con brusquedad, causando temor en todos quienes están pendientes de la pelea.
—¿Cómo me dijiste? —sisea ella y Merrick coloca aquella expresión impasible.
—Maldita bruja —repite él con saña y sonríe burlón—, ¿ahora sí lo oíste mejor?
De pronto la capa de la hechicera se comienza a elevar tal como cuando los soldados enemigos murieron, todos retroceden con miedo dejando solo a Merrick, quien aprieta su báculo y sus ojos se iluminan con una luz azul.
—¡Ya basta ustedes dos! —grita Lucía, quien llega para separarlos y se pone en medio—. ¡¡Es una orden de su princesa!!
En ese momento la hechicera se postra a sus pies y le ofrece la daga en señal de respeto, pero Lucía baja el arma para que la guarde. Merrick se inclina en una reverencia, mientras que todos comienzan a ordenarse para entrar a Maverick.
—Voy a dejarles algo muy claro a los dos —primero se dirige a Merrick y le dice con firmeza—, no sé qué problema traes tú con ella, pero es mejor que comiences a controlarte. Es de mi absoluta confianza, además de gozar la de mis padres.
«En cuanto a ti —le dice a la hechicera que se ha puesto de pie—. Te agradezco todo lo que has hecho y no cuestionaré a una hija de Marla en sus acciones, pero antes de hacer algo como eso debes consultarlo con el general, con Merrick o conmigo… en ese orden jerárquico, ¿de acuerdo?
—Sí, su majestad —responde ella con absoluta sumisión.
—Bien, ahora quiero que se den la mano y que se presenten como corresponde —Merrick es el primero en levantar la mano y luego ella.
—Merrick de Eróstenes, consejero de sus majestades, protector del reino y escudo de la princesa Lucía.
—Iris de Marla —le dice ella bajando su capucha dejando a cada uno de los presentes con la boca abierta, incluso a Merrick—. Hija de Loris, protectora del reino, nueva consejera de sus majestades y justiciera de la traición.
Se dan la mano al fin y Merrick siente cómo un vacío se forma bajo sus pies.