Capítulo 8
—Señor Lombardo, ¡qué susto me ha dado! — exclamó nerviosa, llevándose una mano al pecho, sorprendida de verlo ahí—. ¿Acaso la había seguido? Porque de no ser así, ¿cómo diablos supo dónde estaba?
—¿Por qué? ¿No se supone que esperaba por mí, señorita D’Santi? — preguntó él, con esa usual malicia en su mirada, mientras se acercaba a pasos lentos. Su voz era acechante...susurrante.
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