Capítulo 4
Alessandra retiró la mano con prisa, como si su contacto le quemara, no comprendía porque estaba tan nerviosa, ni cómo es que ese hombre tan intimidante, sabía su nombre, no recordaba que Vittorio lo mencionara. Con mucha dificultad logró sobreponerse y comportarse lo más profesional que se le permitiera, tenía que tranquilizarse, ella no era así y no comenzaría a serlo justo su primer día de trabajo. Dominic seguía viéndola, podía sentir su intensa mirada sobre ella aun cuando su jefe, la guio a una de las cabeceras de la larga mesa y retiró una de las sillas para que se sentara a su lado, agradeció en el fondo poder apartarse de él, de su insistente mirada, de su presencia que la alteraba, que la descolocaba.
Las personas comenzaron a llegar y a ocupar sus respectivos lugares, fue entonces que lo vio dirigirse y sentarse muy galante en el otro extremo de la cabecera frente a Vittorio y por supuesto, a ella. Era tan... guapo, irreal, tan sofisticado, el traje azul oscuro que portaba parecía hecho a su medida, se le veía tan jodidamente bien, su saco se ajustaba perfectamente a sus trabajados antebrazos, se notaba de lejos que se ejercitaba mucho, su cuerpo entero, su rostro, su altura, todo de él era tan... atractivo.
Las piernas le temblaron y dejó de respirar, al verlo colocar ambos codos sobre la mesa, juntar sus manos frente a sus labios y verla fijamente, como si fuera una de las siete maravillas del mundo o una nueva especie de vida descubierta.
Carajo, de tantas personas en esa sala, ¿por qué solo la veía ella? —se preguntó angustiada.
Nerviosa bajó la vista a su iPad para escapar de su escrutiñadora mirada y se distrajo con unas orientaciones que Vittorio le dio. La junta comenzó minutos después, todos cambiaron a poses más serias y profesionales, incluido él, lo escuchó comenzar a dirigir la reunión, no veía rastros del hombre intimidante de momentos atrás, estaba en una postura bastante centrada y autoritaria, hablaba sin timidez alguna delante de los presentes, se dirigía con seguridad, autoridad y vehemencia y en ese instante comprendió, del porqué era el presidente, el mérito lo tenía bien ganado, todos lo escuchaban y veían con tanta atención, que le dio la impresión de que le temían, lo que significaba que no era la única, porque tenía que admitirlo, Dominic Lombardo, la asustaba.
En varias ocasiones notó, como posaba de repente sus ojos sobre ella, entonces se atrevió a sostenerle la mirada, si quería intimidarla, ya no iba a lograrlo, la verdad es que había estado actuando como una perfecta tonta, no la conocía y tampoco ella a él, así que, ¿por qué sentirse así por la presencia de un total desconocido? ¿Por qué temerle sin razón? Que se hubieran visto anteriormente, no significaba que se conocieran, además, estaba ahí por trabajo, debía concentrarse en eso y en nada ni nadie más.
Vittorio retomó la palabra una vez que Dominic terminó, de la misma forma en que atendieron al primero, lo hicieron con el segundo, solo que sus posturas ahora, eran un poco más relajadas, este hablaba con la misma autoridad pero sonreía y hasta bromeaba, se dirigía con amabilidad, en cambio, al mayor de los hermanos, jamás lo vio sonreír, mucho menos dirigirse de una manera cordial y no es que tampoco se dirigiera mal, pero era distinto, podría decirse que más...formal.
La junta llegó a su final alrededor de dos horas después, con la misma rapidez con que todos entraron a la sala, así desaparecieron, Alessandra salió prácticamente corriendo tras Vittorio en cuanto este salió, ni siquiera se animó a ver a otra dirección, no quería encontrarse con esos misteriosos ojos que le quitaban la calma.
Unos minutos estuvo en el despacho de su jefe, quien le asignó los primeros trabajos para comenzar ese día, no se le dificultó en lo absoluto y de la manera más eficiente, comenzó con su labor. A la hora del almuerzo, luego de ver a Vittorio retirarse, se dirigió a la pequeña cafetería en ese mismo piso y decidió prepararse un café, no tenía apetito, se sentó en una silla alrededor de una mesa redonda, estaba sola en ese silencioso espacio, cerró los ojos sintiéndose muy extraña e intranquila, iba a comenzar a reparar en que era exactamente lo que le pasaba, cuando la puerta se abrió repentinamente dándole un susto que por poco la mata de un infarto.
—Lamento haberte asustado—se disculpó la pelinegra al entrar y notar el respingo que esta dio en su lugar.
—No hay problema— contestó Alessandra aliviada, por un momento...solo por un momento, pensó que vería a otra persona entrar.
¿QUE RAYOS LE PASABA? ¿Desde cuándo era tan paranoica?
— Y… ¿qué tal tu primer día? —. Por cierto, soy Clara, mucho gusto—se presentó la chica en tono amistoso mientras se preparaba un café.
—Encantada, soy Alessandra—respondió con el mismo tono—. Y con respecto al trabajo, bien, dentro de lo que cabe, la verdad es que me he sentido muy a gusto aquí en lo que va del día.
—Sí, es un ambiente bastante tranquilo y agradable, también relajado, habrás notado que es un piso bastante solitario y silencioso, supongo.
—Sí, me di cuenta al llegar, aparte de la recepcionista, tú y yo, no he visto a nadie más, bueno y los señores Lombardo, pero imagino que ellos están todo el tiempo dentro de sus oficinas, ¿no?
—Así es, somos los únicos en el piso, cada cierto tiempo aparece alguien de seguridad para cerciorarse que todo esté en orden—. Cuando comencé a trabajar aquí, se sentía muy extraño y solitario, inclusive a veces, tenebroso, la chica de recepción no es muy... sociable, así que, al principio, no hablaba con nadie—. Luego, ocupó otra chica el lugar que tú has tomado hoy y la soledad se sentía menos, aunque no puedo negarte que trabajas mejor así, porque ningún ruido te desconcentra y tampoco nadie te interrumpe.
—Tienes razón, debe tener sus ventajas— concordó— ¿Hace mucho que trabajas aquí?
—Cumpliré dos años en noviembre—musitó Clara, mientras tomaba asiento frente a ella.
— ¡Vaya, hace mucho!
—Sí, algo, me siento muy cómoda trabajando aquí, aparte la paga es muy buena—comentó entre risas.
—Estoy totalmente de acuerdo contigo—murmuró Alessandra sonriendo—. La verdad es que me quedé sorprendida cuando leí la cuantiosa cifra en mi contrato, incluso llegué a pensar que había un error.
—Lo mismo me sucedió, aunque créeme, es lo mínimo que pueden pagarnos, los señores a veces tienen sus días difíciles y no son muy pacientes que se diga, sobre todo el señor Dominic, es bastante, peculiar, muy..*plicado—. En cambio, el señor Vittorio, es más flexible, se puede decir, pero no se lo digas a nadie por favor—susurró la pelinegra en tono confidencial.
—No te preocupes, soy una tumba, te lo aseguro—. Tengo que admitir que me sorprende que, siendo el señor Vittorio más tratable, sea él quien necesitara una asistente, ¿qué pasó con la anterior?
—Mmmm, no sé si debería hablar sobre eso—se excusó Clara apenada—. Es una larga historia.
—Oooh, lo siento, no quise ser imprudente—dijo Alessandra avergonzada por su indiscreción—. No volverá a suceder—agregó, comprendiendo su falta. —Lo primero que le pidió su nuevo jefe fue sigilo y no lo estaba cumpliendo.
—No, no, tranquila, es solo que es un asunto delicado, el señor Dominic me pidió absoluta discreción con eso y no me gustaría tener problemas por hablar de más, sobre todo cuando esos temas lo involucran a él directamente y a su vida privada—. Aquí debes tener mucho cuidado con lo que dices o haces, porque hasta las paredes oyen y ven.
Alessandra asintió comprendiendo la gravedad de la situación y se regañó de nuevo interiormente por su falla. En ese momento la puerta volvió a abrirse, dando paso a la chica de recepción, que con cara de pocos amigos entró sin saludar, fue imposible no sentir su mala vibra, las vio con mal semblante a ambas, se preparó un café y salió.
—Parece que no es muy amistosa—reconoció Alessandra una vez que estuvo segura de que no la escucharía.
—Y no te equivocas, nunca entendí el motivo de su comportamiento, siempre traté de ser amable, hablarle, entablar, aunque fuese una relación de trabajo, la veía muy sola, apartada, pero fue inútil, me contestaba de muy mal humor, así que preferí ignorarla, no es como si necesitara de su amistad tampoco o si me fuese a morir por no hablarle.
Ambas rieron.
—La intención es la que cuenta—se burló Alessandra entre risas.
—Es lo que yo digo— la secundó su compañera—. Lo que si me parece, es que contigo me llevaré muy bien.
—Yo también creo lo mismo— aparte ninguna de las dos se sentirá sola.
— ¡Qué emoción! — tendré con quien hablar y almorzar— exclamó Clara divertida.
Alessandra sonrió.
—Te confieso que venía preocupada, por no conocer a nadie y sentirme fuera de lugar, sin embargo, el señor Vittorio me ha tratado muy bien y ahora que estoy hablando contigo, me siento con más confianza.
—Si haces bien tu trabajo, no tendrás problema alguno con él, es muy compresivo, te ayuda, nunca recibirás un mal trato de su parte, ¿no te gustaría que cambiáramos de puesto? digo, ¿Tú asistes al señor Dominic y yo al señor Vittorio? —bromeó.
A Alessandra inmediatamente se le aceleró el corazón con el solo hecho de imaginar estar cerca de él todo tiempo, que Dios la librara, de por sí que sentía que con su sola mirada le desnudaba el alma, no imaginaba lo que sería trabajar a su lado.
—No…gracias, así estoy bien— aseguró nerviosa.
—Solo bromeaba—le hizo ver Clara riendo al verla descolocada—. En fin, debo volver a mi puesto, el señor no salió a almorzar, así que seguro en cualquier momento va a buscarme, si es que no lo ha hecho ya.
—Vamos, te acompaño, así sirve adelanto el poco trabajo que tengo pendiente —dijo Alessandra poniéndose en pie y saliendo junto con Clara del lugar.
—Por ahora, más adelante no tendrás tiempo ni de respirar, te lo garantizo.
—Ni me lo digas, ya imagino la cantidad de trabajo que debe haber aquí.
—Muchísimo, pero nada que el salario no compense.
Ambas volvieron a reír cómplices, no obstante, pronto las sonrisas se esfumaron de sus rostros, al ver una figura imponente y gallarda al pie del escritorio de Clara.
—Señorita Palmieri, la estaba buscando—mencionó Dominic con seriedad, viendo a Alessandra atentamente.
Esta pasó saliva con dificultad y repentinamente los nervios volvieron a traicionarla.
—Lo lamento señor, solo fui un momento a tomar algo a la cafetería.
—Necesito que vaya por un expediente al área de archivos—le ordenó en tono autoritario, a la vez que le extendía un pequeño post-it.
—Ahora mismo voy—confirmó la chica, acercándose a tomar el dato que le facilitaba.
—Me trae el archivo y dos copias adjuntas, por favor.
—Por supuesto, señor, ¿algo más?
—Nada, por ahora—contestó él, sin apartar sus ojos de la castaña que claramente lo tenía fascinado.
Clara asintió y sin agregar nada más, en cuestiones de segundos desapareció, dejándolos totalmente solos.
Dominic no sabía si lo que lo tenía fascinado era el color verde de sus claros ojos, sus pestañas curvas y largas o el hecho de ella le sostuviera por tanto tiempo la mirada. Había algo en esos ojos brillantes que le encantaba, cuanto antes necesitaba tenerla en su cama, eso era lo único que quería, que le abriera las piernas para por fin olvidarla y pasar la página, no le gustaba mucho tener que pretender a una mujer y con ella, ya se estaba tardando.
Alessandra apartó la vista con prisa y se dirigió a su escritorio a continuar con su trabajo, no pretendía que Vittorio regresara y la encontrara holgazaneando.
—Señorita D'Santi— lo escuchó llamarla a su espalda—. Solo de escuchar la forma que acariciaba su nombre, le provocaba una especie de escalofrío por la espina dorsal.
—¿S-Si, señor Lombardo? — contestó, volteando con nerviosismo—. El alma casi se le sale del cuerpo al notar que estaba a no menos un metro de distancia, no es que estuviera demasiado cerca, pero maldita sea, un metro para ella era muy poco cuando se trataba de él.