Capítulo 2

Decir que Alessandra dejó de respirar, no fue una exageración, la extraña sensación que la invadió de pies a cabeza, al ver aquellos fascinantes y sensacionales ojos, fue tan rara, que todo en su cuerpo se estremeció, fue como si una entidad invisible, la tomara por los hombros y la hubiese sacudido con tanta fuerza, que sintió removérsele hasta el último de sus órganos. El dueño de esos hechizantes ojos, era un tipo alto, de contextura fornida que bien sobrepasaba los 1.90 metros de altura, era imponente, elegante, intimidante y bien vestido, guapísimo, era poco para describirle, era hermoso, atractivo, de facciones prácticamente perfectas e impresionantes, rasgos finos y masculinos que lo denotaban como una persona importante y muy interesante, jamás en su vida un hombre la había dejado tan deslumbrada. Al ser consciente de que habían pasado muchísimos segundos en los que no pudo apartar su vista de él y notar que el desconocido, tampoco apartaba sus ojos de ella, se ruborizó de sobremanera y rápidamente apartó la mirada con el corazón latiéndole de prisa, lo único que sintió y que prácticamente la atrajo de nuevo a la realidad, fue el jalón que le dio Paulina para conducirla a un grupo de jóvenes que seguramente eran conocidos suyos, después de todo, en el mundo del modelaje, se hacían muchas amistades y su amiga, era perfecta para entablar nuevas relaciones. Fue presentada al grupo, todos muy agradables y simpáticos, sin duda, estuvo equivocada con respecto a lo de que los ricos eran estirados y orgullosos, porque en realidad, los que Paulina le había presentado, eran amigables, cálidos y sobre todo, divertidos, un poco fresas para su gusto, pero con todo el posible dinero que poseían, hasta podría considerarse justificable, no obstante, ni siquiera memorizó bien sus nombres, porque no podía sacarse de la cabeza lo que acaba de sucederle minutos atrás, todavía no se recuperaba del impacto, era increíble y encima, podía sentir un gran peso en la nuca, como si alguien tuviera sus ojos clavados en ella. Por inercia, miró sobre su hombro en dirección al elegante hombre y lo descubrió observándola con fijeza, el corazón le dio un vuelco al verlo sonreírle casi de manera imperceptible y notar un brillo misterioso en su impactante mirada, nerviosa desvió su atención, sintiendo la cara arderle como nunca. ¿Por Dios, Alessandra, qué demonios te sucede? —, se recriminó ansiosa. —¿Estás bien, Ale? — le preguntó Paulina al notarla nerviosa y extraña—. Tienes el rostro enrojecido— le hizo ver preocupada. —Sí, sí, estoy bien, es solo que, tengo mucho calor—expresó angustiada. —También yo, aparte tengo mucha sed, vamos a la mesa de bebidas y tomamos algo refrescante — ¿te parece? Alessandra asintió y se dejó guiar por su amiga. Tuvo el impulso de ver nuevamente a aquel lugar, pero no se atrevió, estaba segura de que colapsaría si descubría los ojos del extraño aún sobre ella. Dios, ¡Qué hombre tan... ufff! ******** — ¿La morena? ¿O la castaña? — cuestionó Bruno, al notar la dirección de la mirada de su mejor amigo. —Definitivamente la castaña — contestó Dominic con una sonrisa, sin dejar de mirarla. —Lo supuse— aseguró Bruno divertido—. Ya sabía lo que estaba tramando su amigo, cuando ponía los ojos en una mujer, no descansaba, hasta llevarla a su cama y no le costaba, tenía que reconocer, que las mujeres caían rendidas fácilmente ante él. — ¿Quién es? — preguntó con interés—. A la morena creo reconocerla, es modelo, si no mal recuerdo. —Sí, Paulina es modelo y en cuanto a su amiga, su nombre es Alessandra D'Santi, según lo que me dijo, recién acaba de establecerse en Londres. —Alessandra D'Santi, interesante —susurró el magnate con malicia—. ¿Y de dónde es? Bruno sonrió al notarlo tan embelesado, lo más interesante, era que la susodicha trabajaría para ellos, pero esa información iba a guardársela, vaya sorpresa se llevaría su amigo cuando la viera en su imperio el lunes, pagaría una fortuna por verle la cara de asombro en cuanto se enterara. Pobre chica, lo que le esperaba, hasta quería prevenirla, no había una que se resistiera a él y no quedara lastimada luego, sin embargo, no iba a inmiscuirse en eso, no era asunto suyo. —No tengo idea, no alcancé a platicar mucho tiempo, tenía que atender otras visitas, pero ¿está muy guapa verdad? —. Estuve muy cerca de ella y déjame decirte que, a pesar de no andar una sola gota de maquillaje, es muy hermosa y se ve algo distinta de las demás, no sé si será solo mi primera impresión— opinó Bruno al recordar cómo se ruborizó cuando la halagó—. Era raro ver a una mujer tímida y esa chica parecía serlo, aparte de inocente, quizás viviendo más tiempo en Londres cambiaría. —Muy linda, cierto, pero distinta, no, todas las mujeres son iguales y esta no será la diferencia. —Si tú lo dices. —Preséntanos—pidió Dominic de repente. — ¿Disculpa? ¿Desde cuándo necesitas que te presenten a una mujer? — Nunca has requerido de ello, te mueves por tus propios medios. —Preséntanos— insistió, ignorando su comentario. —Está bien, si es lo que deseas, acompáñame. —Maldición— susurró Dominic por lo bajo, al notar como un hombre se le acercaba y se sentaba a su lado en el sillón. Se había quedado sola uno momento, su amiga estaba bailando, era la oportunidad perfecta para acercarse y conocerla, pero ese tipo le había arruinado sus planes. Era preciosa, debía admitirlo, era lógico que los buitres le caerían en cualquier oportunidad, sin embargo, esa mujer tenía que ser de él, solamente de él, al menos, ser el primero que le diera una muy buena y grata bienvenida a su ciudad, sonrió ante su pensamiento lujurioso. —Me parece que la presentación tendrá que esperar—se burló Bruno conteniendo la risa—. Ya se te adelantaron. —Quizás, por ahora, ya veremos si al final de la noche termina con el tipejo ese —sonrió nuevamente con malicia. —¿Tan rápido crees que te la vas a llevar a la cama? —Por supuesto, esa mujer, no se me escapa esta noche. Bruno sonrió y negó con la cabeza. Él también era un mujeriego, pero definitivamente, Lombardo, se llevaba el premio mayor. Dominic, pendiente de la preciosa castaña de ojos verdes, frunció ligeramente el ceño al verla ruborizarse, alguna estupidez le estaba diciendo el imbécil ese para halagarla y ponerla así, apenada. Él no necesitaba de palabras bonitas, ni de flores, ni de corazones, para llevarse una mujer a la cama, él iba al grano, a lo que quería y bueno, no había ninguna que se le negara, todavía. Repentinamente, el objeto de su atención miró a su dirección y sus miradas volvieron a encontrarse, Dominic tuvo que reconocer en ese momento, que esa mirada y esos ojos, eran los más hermosos y expresivos que había visto, había algo en ese trasfondo verdoso que le gustaba, tenía la extraña necesidad de verlos de cerca y descifrar bien su color, ¿verdes, miel o amarillo? quizás una combinación de los tres, pero de lo que sí estaba seguro, es que esos dos luceros, lo tenían absolutamente cautivado. El sonido de su móvil lo distrajo y con reacia tuvo que desviar su atención a la pantalla de su IPhone. El nombre de Viviane se reflejaba en él. Salió del bullicioso salón y se encaminó a uno de los solitarios pasillos de la mansión. —Cara— dijo al descolgar en perfecto italiano (Querida). — Buona Notte mio caro. (Buenas Noches querido mío). —Bouna Notte— ¿Ya estás de regreso? —Así es, cariño, por eso te llamo, me gustaría que nos viéramos esta noche. —Hoy no puedo, tengo algo importante que hacer— dijo sonriendo al recordar lo que tenía en mente. —¿Con una mujer? — Eso no te incumbe, quedamos en no hacernos preguntas ni meternos en la vida del otro—espetó cortante. —Tranquilo Mío Caro, nada más preguntaba. —Prefiero que no lo hagas. —Como quieras, bien, ya sabes que estoy de vuelta— ¿Espero tu llamada? —Cuando pueda te llamo, te dejo, estoy ocupado—. Ciao. —Arrivederci, Tesoro. Colgó. Con toda la intención de poner su plan una vez en marcha, volvió a la fiesta y lo primero que hizo fue buscar a su futura conquista por todo el lugar, pero, no la encontró. Caminó a través del salón sin éxito alguno, seguía sin encontrarla. Maldijo para sus adentros maquinando lo peor, ¿tan rápido se habría ido a acostar con el primer enclenque que se le acercó? De ser así, era más fácil de lo que pareció. —Ya se fue — escuchó a Bruno susúrrale a su espalda. —¿Con quién? — interrogó apresurado. —Un lindo chico le endulzó el oído y se la llevó. —Maldita sea— bufó contrariado, pensando en lo fácil que resultó ser—. Y tú que decías que era distinta. Su amigo se carcajeó. — ¿Qué es tan divertido, D'Conti? —bramó con ganas de ahorcarlo. —Tu cara de estúpido cuando te dije que se había ido con otro hombre— volvió a carcajearse—. En realidad, se fue con Paulina. Suspiró aliviado. — ¿Por qué se fueron? —Ni idea, solo se disculparon y dijeron que tuvieron un pequeño inconveniente. — ¿Por qué no me avisaste? — reclamó Dominic entre dientes. —Te busqué por todos lados y no te encontré—. Aparte, ¿qué podías hacer si ya se iban? —Mucho, podía haber hecho mucho, pero bueno. —Ni modo, perdiste tu oportunidad, pero, quizás muy pronto te la vuelvas a encontrar. —Que de eso no te quepa la menor duda y de eso me encargo yo — musitó mientras se llevaba un trago de brandy a los labios. —Alessandra D'Santi, te escapaste esta noche, pero te voy a encontrar y cuando eso suceda…
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