Capítulo 1
—Aleeeee... tengo maravillosas noticias, el apartamento, que está justo frente al mío, fue desalojado—. Hablé con el administrador y me dijo que, si lo deseas, puedes mudarte este mismo fin de semana—, chilló Paulina, a través del teléfono.
— ¡Eso quiere decir que ya no tendré que ir a vivir al otro extremo de la ciudad! —expresó Alessandra emocionada.
—Conste que te pedí te mudaras conmigo mientras encontrabas un lugar para instalarte o quedarnos a rentar juntas, por Dios, somos mejores amigas, no sé cuál es el afán tuyo en irte a vivir sola— le reprochó Paulina.
—Lo sé, lo sé, pero bien sabes que no me gusta incomodarte y menos irrumpir tu privacidad—, luego de aquel infortunado episodio en el que te encontré haciendo cosas... bueno... tú sabes a lo que me refiero, con uno de tus chicos, créeme, fue demasiado impactante para mí—murmuró Alessandra divertida—. Todavía no lo supero —agregó.
Paulina rio a carcajadas.
— Debiste ver tu cara, una completa odisea, con razón no volviste a visitarme, tengo que ir a verte porque tú no te dignas a venir—. Además, Ale, estamos en pleno siglo XXI, ¿cómo puedes sorprenderte por eso? — es normal tener sexo con tu pareja.
— Sí, claro, ya lo sé, lo que no es normal, es hacerlo frente a otra persona—reclamó Alessandra —. Aparte, tú sabes que yo...
— ¿Cómo olvidarlo amiga? — Y no sabes de lo que te estás perdiendo—. Ale, deberías...
— ¡PAULINA! —Chilló.
— Ya... ya... está bien, no digo nada—, contestó esta riendo—. ¿Entonces, le puedo decir al administrador que si vas a quedarte con el depa?
— Por supuesto que sí, así, mi nuevo trabajo me quedará muchísimo más cerca de donde tenía pensado vivir y lo mejor de todo, voy a estar muy cerca de ti, Pau.
— ¡Qué emoción, Ale! — podremos vernos todos los días, salir juntas de compras, divertirnos, desvelarnos, hablando o viendo películas por las noches... ¡No puedo esperar a que llegue el finde para verte!
— Tampoco yo puedo creerlo, me siento muy contenta, mamá también se pondrá feliz cuando lo sepa, aunque me da mucha tristeza dejarla sola, primero se fue Giorgio y ahora yo.
— No estará sola, se queda con la tía Victoria, Don Luca y Doña Stella —. Además, tú y Giorgio, pueden visitarla cualquier fin de semana, la hacienda solo está a 70 Km de la ciudad y con buen camino.
— Tienes razón, mejor me apresuro a llamar al dueño del apartamento que pensaba rentar y avisarle que ya no lo voy a necesitar —. ¿Por cierto, supongo que conoces de algún lugar donde pueda adquirir unos muebles económicos para decorar? — Giorgio me facilitará unos cuantos, así que no compraré muchos.
— Claro, justo acá cerca del edificio, hay un lugar donde puedes comprarlos, son hermosos, excelente calidad y a muy buenos precios—ahí compré los que tengo en mi departamento.
— Perfecto, entonces ya todo está resuelto, terminaré de hacer mis maletas para salir el sábado por la mañana.
— ¡No puedo creerlo, juntas de nuevo, por fin! —. Aaah, olvidaba decirte, el sábado por la noche habrá una fiesta en casa de unos amigos que conocí en la agencia, me gustaría que fuéramos un rato.
— No creo que tenga ánimos para fiestas, Pau, estaré cansada del viaje y con todo lo de la mudanza, el fin de semana se me hará corto para organizar todo y el lunes es mi primer día de trabajo—además, si son tus amigos, esos los modelitos, no me agrada ni un poco la idea.
— Vamos Ale, no seas aguafiestas, son unos nuevos amigos que conocí en una de mis últimas pasarelas, no son modelos y tampoco trabajan conmigo—. Son personas muy importantes, respetables, te van a caer bien.
—No creo que sea bienvenida, ni siquiera me conocen.
— Claro que sí, es más, ahora mismo le llamaré a uno de ellos, para avisarle que iré acompañada, así que no quiero más excusas.
— Pau, no sé si...
— Alessandra D'Santi...
— Está bien…está bien, de todos modos, nunca aceptas un no por respuesta—. Veré si puedo viajar el viernes por la mañana, así tendré más tiempo de arreglar el apartamento.
— SIIIIIII, SIIIIII, esa es mi amiga.
— ¡Ay, Pau, mi tímpano!
— ¡Lo siento! —me ganó la emoción —. Es que todavía me parece increíble que vas a vivir aquí. —Bueno, Ale, te dejo, estoy en medio de un ensayo, nos vemos el viernes.
— Bien, hasta el viernes, amiga—. Te quiero, cuídate.
—Tú igual, besos.
*******
Ese viernes, al llegar Alessandra a Londres, luego de más de una hora de viaje y de abrazarse innumerables veces con su mejor amiga, Paulina, salieron juntas en busca de los muebles para decorar su nuevo departamento. El día se sintió corto para encontrar todo lo necesario, fueron de tienda en tienda, de mall en mall, buscando artículos del hogar, manteles, cortinas, alfombras, tapizados, comida y todo lo indispensable para comenzar su nueva vida en la gran ciudad.
Al finalizar casi el día, Giorgio, le hizo llegar unos muebles tal y como se lo había prometido, así que junto con los que compró y los que le obsequió su querido hermanito mayor, su nuevo hogar, quedaría estupendo. El departamento a pesar de no ser de los más caros y lujosos, era muy moderno, elegante, espacioso, bonito y cómodo, no había nada que cambiarle, simplemente era perfecto. Alessandra quería darle su toque hogareño y por supuesto femenino, lo mejor de todo, era que estaba ubicado prácticamente en una zona céntrica de la ciudad y bastante cerca de su nuevo trabajo. Paulina fue de mucha utilidad, le ayudó en todo ya que su hermano por trabajo no podía estar con ella, sin embargo, prometió visitarla luego y ayudarle con lo que faltara.
El sábado mucho después del mediodía, la ardua tarea por fin había finalizado, Alessandra junto con Giorgio, habían terminado con la decoración, Paulina no pudo acompañarlos ya que tuvo el día ocupado, era modelo, trabajaba en una de las agencias más reconocidas de la ciudad y eso le consumía a veces demasiado tiempo.
Muerta de cansancio, Alessandra se despidió de su hermano, quien apresurado hizo ademán en marcharse en cuanto terminaron con todo, seguramente tendría alguna cita clandestina esa noche, ya lo conocía bien, Giorgio siempre fue un mujeriego, a veces se preguntaba si algún día conocería a una mujer que lo hiciera sentar cabeza o que le diera sobrinos, ansiaba ser tía, quizás y no se daba cuenta y tenía alguno regado en algún lugar de Londres.
Sonrió ante la ocurrencia.
Se recostó y logró dormitar unas cuantas horas, hasta que la insistencia del timbre la despertó de su profundo sueño, miró a su alrededor algo confundida, encontrándose en total penumbra, recordó que cuando se quedó dormida, aún filtraba mucha luz por las ventanas y al parecer, ya había anochecido, en efecto, al observar el móvil que tenía sobre la mesita de noche, se percató de que ya casi eran las 21 horas. El sonido del timbre le recordó porqué se había despertado y adormilada y entumecida, se dirigió a abrir a quien sea que fuera que estaba insistiendo tanto.
Al abrir la puerta se encontró con una Paulina muy bien producida, maquillada y peinada, usando un jumpsuit negro, corto y unas sandalias de tacón fino mediano, se veía hermosa, su cuerpo era bastante delgado, estilizado y parecía que justo en ese momento, iba a caminar sobre una pasarela.
—Ale, ¿aún no estás lista? — le reprochó la morena, cruzándose de brazos, al verla ataviada en un pijama de algodón.
La fiesta, cierto, lo había olvidado.
—Lo siento Pau, me quedé dormida —. Terminé muy tarde de arreglar el departamento y acabé muerta, no creo que...
—Ah no, no, no, señorita, usted prometió acompañarme hoy, así que no quiero excusas, ya dije que iría acompañada y no quiero ir sola, por favor—suplicó Paulina, mientras se adentraba al departamento.
—¿Por qué no le pides a Fabrizio que te acompañe? —Yo no tengo ánimos para irme de rumba.
—Fabrizio está en Italia, no vuelve sino hasta la próxima semana, a parte, yo quiero ir contigo, Ale, lo prometiste, no puedes decirme ahora que al final no irás, solo será un momento—hizo un puchero.
Alessandra sonrió.
—Pero es que de verdad estoy agotada, si supieras lo ajetreado que fue mi día hoy.
—Anímate, solo iremos un rato, así celebramos tu llegada a la ciudad y tu nuevo trabajo, los chicos te caerán muy bien, te juro que serán unas pocas horas—. Por favor...por favor...
—Está bien—aceptó Alessandra resignada, revoleando los ojos—. Iré a cambiarme, pero ni creas que voy a usar tacones y mucho menos a maquillarme, no tengo ánimos para eso, estuve yendo de aquí para allá casi todo el día y si me pongo tacones, lo más probable, es que ni siquiera pueda mantenerme en pie un minuto.
—No te preocupes por eso, tú eres hermosa a cómo sea, Ale.
Inconforme por tener que salir de casa esa noche, cuando lo único que anhelaba era estar entre su cómoda cama y dormir, Alessandra se encaminó a su habitación, se colocó rápidamente unos jeans negros ajustados, un crop top blanco de una hombrera, zapatillas blancas y una casaca de cuero negra, agregó rímel a sus curvas y espesas pestañas y brillo rosa en los labios, dejó su cabello castaño claro suelto, cayendo en ondas naturales sobre su espalda y por último, se perfumó. Sabía que ese no era un atuendo adecuado para irse de fiesta, no obstante, no tenía ganas de producirse mucho.
Regresó a la sala, donde una Paulina desesperada por irse de parranda la esperaba.
—Pero mírate, estás preciosa, con ese cuerpazo todo se te ve bien y te lo digo en serio.
—No mientas, no estoy ni lo mitad de linda que estás tú, bien vestida y maquillada, si hasta parece que, en lugar de una fiesta, vas a una pasarela.
La modelo se carcajeó.
—De verdad te ves muy linda y lo sabes, no necesitas de mucho para resaltar tu belleza, ya quisiera yo tener ese cuerpo y esas curvas, pero ni modo, tengo que estar delgada, sino, no me admiten en la agencia —. Son muy exigentes con las medidas y el peso.
— ¿Me estás llamando gorda? —inquirió Alessandra, fingiendo indignación.
—Por supuesto que no, ¡cómo puedes decir eso! —. Si tú eres toda una preciosura y no te lo digo porque seas mi amiga. —Si yo fuera hombre, uy, te aseguro que no te dejaba escapar.
Alessandra puso los ojos en blanco.
—Pero no lo eres, así que mejor salgamos ya, entre más pronto nos vayamos, más rápido regresaremos.
—Como ordene la jefa.
A medida que se adentraban a la zona en donde se llevaba a cabo la fiesta, cada segundo que transcurría, Alessandra se mostraba más impresionada, las residencias eran enormes y lujosas, con grandes y verdosos jardines, ni siquiera eran casas, más bien eran mansiones, palacios, seguramente ni el mismísimo Rey de España, vivía tan bien como las personas que residían ahí. Paulina no le había comentado que sus nuevos amigos tuvieran tanto dinero, comenzaba a sentirse fuera de lugar y a arrepentirse de la ropa que había escogido para la ocasión, lo más seguro era que todos los que estaban ahí, eran estirados y orgullosos, la verían como a un bicho raro y con mucha razón, si prácticamente nadaban en dinero, solo esperaba no tener ningún encuentro desagradable con nadie.
Llegaron a la entrada de la que era una imponente mansión, un tipo intimidante y trajeado, totalmente de negro, se aproximó al coche, Paulina brindó su nombre, el hombre lo revisó en la lista y casi de inmediato, las dejaron pasar. A Alessandra casi se le cae la barbilla al suelo al ver aquel lugar tan despampanante, que casi parecía sacado de un sueño, no tenía dudas que ni con el salario de toda su vida, podría costearse algo así y no es que no tuviera ni donde caerse muerta, porque tras la muerte de su padre, les heredó una bonita, grande y prospera hacienda, que se dedicaba a la crianza y venta de pollos, leche, queso, huevos entre otras cosas. Ahí había vivido toda su vida, tenía un hermoso y amplio jardín, corredores, varias habitaciones, una alberca de buen tamaño y el lugar donde se encontraba ubicada, estaba muy privilegiado por la naturaleza, no se podía quejar.
Por otro lado, su hermano Giorgio, a sus veintinueve años, tenía un magnífico cargo en una empresa constructora de mucho prestigio, llevaba varios años trabajando en ese lugar, cosa que bien merecida tenía, era mujeriego y todo lo que quisieran, pero también un cerebro andante, por ende, tenía una vida cómoda y gratificante y bueno, ella, había vivido sin carencias ni sobresaltos, se graduó tres años atrás, cuando tan solo tenía 21 y el único trabajo que tuvo, fue en una empresa de telefonía e internet, en donde laboró por casi 4 años y claro, ahora el nuevo trabajo que comenzaría el lunes gracias a los contactos de su mejor amiga, donde por cierto, ganaría muchísimo mejor. Pero, en fin, todo eso comparado al estilo de vida de esas personas con las que pronto se toparía en la fiesta, era como tener nada, aunque tampoco le importaba, ni el dinero ni las riquezas de los demás le interesaban, amaba su vida tal y como era.
Paulina caminaba muy segura mientras se adentraba en la mansión, en cambio Alessandra, sentía el estómago revuelto, ni siquiera sabía la razón, sin embargo, estaba sumamente nerviosa, quizás un tanto intimidada, esa gente no era del tipo que ella frecuentaba. La música comenzó a retumbar en sus oídos y pronto se hallaron en un salón repleto de personas, la mayoría muy bien vestidas, aunque unos a pesar de no estar tan elegantes, se les notaba de lejos lo adinerados que eran y lo costosas que eran las prendas que llevaban puestas, todos estaban enfrascados en sus conversaciones, otros bailando, tomando y riendo.
Un tipo alto, ejercitado, castaño, distinguido y muy guapo, se acercó a ellas con una sonrisa deslumbrante, miró detenidamente y con interés a Alessandra, tanto, que se sintió cohibida y tuvo que bajar la mirada, luego este se dirigió directamente a Paulina y la saludó con un beso en ambas mejillas.
—Ella es mi mejor amiga, Alessandra D’Santi, acaba de instalarse en Londres—explicó Paulina a modo de presentación, después de intercambiar ese cálido saludo con el castaño.
—Mucho gusto, señorita D’Santi—mi nombre es Bruno D’Conti, es un placer conocerte —contestó el atractivo chico, extendiendo su mano en señal de cortesía.
—El gusto es mío, señor D’Conti —musitó Alessandra sonriente. Le había caído bien.
—Solo Bruno y trátame de tú, por favor —pidió él guiñándole un ojo.
—Entonces llámame solo, Alessandra— sonrió.
—Muy bien, Alessandra, bonito nombre, como su dueña, claro.
—Gracias— contestó ruborizada.
Bruno sonrió al notar su timidez, no era común toparse con una chica así en Londres.
—Y Vittorio, ¿dónde está? —preguntó la modelo con interés.
—No pudo venir, tuvo un compromiso de última hora, solo vino su hermano, Dominic, está por allá—señaló hacia un lugar.
—Oooh, una lástima, quería presentarle a Ale su nuevo jefe.
—¿Va a trabajar para los Lombardo? —quiso saber Bruno sorprendido.
—Sí, será la nueva asistente de Vitto—. Comienza el lunes—confirmó Paulina.
—Una suerte que sea la asistente de Vittorio y no de...—Bruno sonrió y no terminó la oración—. En fin, se quedan en su casa, diviértanse y pónganse cómodas. Sin más, se alejó y se dirigió a saludar a otras chicas que llegaban a la fiesta.
A Alessandra claramente no le pasó desapercibida la frase que dejó inconclusa el recién conocido, no obstante, todo eso se borró automáticamente de su memoria, en cuanto su mirada se topó con unos espectaculares, intimidantes y penetrantes ojos azul grisáceo, que, sin exagerar, la dejaron completamente sin respiración.
Cristo Misericordioso…