Capítulo 157 Debemos curar tus manos
Una vez la joven se fue, Edward trató de acercarse a Adrien.
—¡No, ni se te ocurra acercarte a mí, maldito mentiroso! — le gritó el joven con los ojos inyectados en sangre, parándose del asiento caminando por la habitación, tratando de no romper nada, tratando de controlar, pero le era imposible hacerlo, tenía que descargar la furia de pronto parecía haber acumulado en todo su cuerpo, esa ira irracional que sentía en esos momentos era como un veneno, un maldito veneno que hacía que él desea destruir todo a su paso, sobre todo deseaba lastimarse a él mismo, por lo que no tardó en empezar a golpear con los nudillos desnudos una de las paredes cercanas a él.
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