Capítulo 8 La reina de las mariposas azules
Ya era muy tarde cuando Adrien decidió marcharse y, a pesar de lo emocionante de la historia de como su no novio lo había hecho, esconderse en el baño de un restaurante para que no los vieran salir juntos, de allí un cliente muy importante del bufete, ella no había podido dejar de pensar en aquel hombre ni un solo instante.
Se había imaginado cada escena que su amigo relataba, el sexo rápido en el baño por no poder aguantarse las ganas, la adrenalina recorriéndole el cuerpo cuando aquel hombre le pidiera que fuera discreta para que no los encontrarán, como cuando le cubrió la boca con la mano en el momento que esa mujer fue a buscarlo.
¿Y si era su novia? ¿O tal vez su esposa? Si, ese hombre tenía edad suficiente como para tener esposa, novia y amante. Y el aspecto como para tener unas cuantas más esperando su turno. Ella ni siquiera debería estar pensando en él, ni mucho menos viéndose de ese modo en las escenas que vivió Adrien.
Se llevó dos dedos a los labios acariciándoselos con suavidad y sonrió pensativa recordando esos besos ¿Y si lo buscaba? Tal vez seguía en el hotel.
El taxi que llamó no tardó en llegar y ella tardó menos todavía en subir, con el corazón retumbando en su pecho, sintiéndose estúpida y esperanzada a ratos, molesta consigo misma por lo que estaba haciendo y, aun así, sin ningún tipo de duda de que quería quitarse esa pequeña espina clavada en su pecho desde hacía días ¿Y si aquel hombre estaba allí?
Le pagó el dinero correspondiente al taxista por el viaje y caminó por el callejón sin miedo, aunque pareciera joven, delicada, inexperta incluso un poco más delgada de la cuenta, Danielle había aprendido a defenderse desde muy pequeña, su sobre protector padre había hecho que tuviera los mejores profesores de defensa personal que pudiera pagar y a sus 19 años era perfectamente capaz de reducir a cualquier hombre que le doblara el peso y de usar perfectamente un arma de fuego aunque sin duda, lo que mejor se le daban eran los cuchillos, los lanzaba como toda una experta y tenía una cuantiosa colección de cuchillos y navajas de todo tipo, algo que nadie podría imaginar al verla con esa aura de inocencia que la rodeaba.
Caminó por el callejón hasta encontrar la escalera de incendios y subió decidida hasta llegar al final de esta, a medida que subía uno a uno los peldaños podía sentir como su corazón enloquecía, sobre todo cuando paró frente a la ventana gracias a la cual aquel hombre la salvó de una muy peligrosa caída.
Acercó su rostro al cristal, intentando ver el interior de la habitación. Pero no había rastro de que hubiera nadie allí dentro, a pesar de la penumbra pudo distinguir como la cama estaba hecha y vacía, nadie ocupaba aquel cuarto de hotel.
La chica levantó la mirada y se topó con una luna que cada vez perdía más su forma llena para alcanzar el cuarto menguante y, aun así, parecía invitarla a subir desde lo alto de la escalera, alentándola a buscarlo allí.
Sabía que sería estúpido, un hombre como él, mayor, experimentado, no volvería a una azotea solo porque un día besó allí a una chica. ¿Cuántas veces habría besado a chicas desconocidas a las que jamás habría vuelto a ver y a cuántas habría dejado como a ella, sin poder sacarlo de sus pensamientos?
Un resquicio de celos quiso hacerla desistir, esa voz que a veces le susurraba que no era especial, parecía querer gritarle ahora para que se marchara y corriera nuevamente a esconderse entre sus pinturas. Pero allí estaba y no podía marcharse sin comprobar si para él también había significado algo ese día, ¿Qué era lo peor que podía pasar? Desencantarse, tener que darle la razón a la voz y salir del ensueño en el que vivía desde esa noche.
Cuando llegó arriba del todo respiró hondo decepcionada de no encontrarlo allí, igualmente ¿Qué esperaba? Sabía que lo más probable fuera aquello. Ahora por fin podría marcharse del lugar y olvidarse del desconocido para siempre.
Barrió la azotea con la mirada y sus ojos se posaron en un extraño destello, justo en el punto donde días atrás se habían besado. Entrecerró los ojos intentando ver más, pero estaba demasiado oscuro como para lograrlo a pesar de que la distancia era mínima.
Caminó hasta aquella repisa y se sorprendió con lo que encontró, parecía una pequeña mariposa, de metal.
— ¿Y esto?
Sacó su teléfono móvil del bolsillo y la alumbró, era un prendedor de cabello, algo lujoso para su gusto, algo que solo usaría en una fiesta de esas a las que sus padres la obligaban a asistir demasiado arreglada para su gusto, pero hermoso y delicado, bajo la luz de su linterna no podía distinguir de todo el material; sin embargo, juraría que había varios diamantes engarzados.
—¿Quién dejaría algo así aquí arriba?
Tomó el prendedor de cabello con una mano y al levantarlo algo cayó de su interior hasta el suelo.
Lo alumbró con la linterna del teléfono para encontrarlo y pudo comprobar que era un pequeño papel doblado, se agachó a recogerlo y lo abrió rápidamente mientras su corazón volvía a palpitar con fuerza esperanzada.
"Hermosa joven que se atrevió a robarme un beso, debo decir que ha cautivado por completo mi atención. ¿Podría ser usted la reina de las mariposas azules? Sí es ese el caso, estoy seguro de que estás mariposas en el pasador, encontrarán la manera de llegar hasta usted, y hacerle llegar mis saludos. Con aprecio el caballero al que nunca nadie le había robado un beso"
¿Era para ella? ¿Cuánto hacía que aquella mariposa estaba allí? ¿Tal vez la había dejado aquella noche cuando ella se marchó? ¿Y si había vuelto otro día porque, al igual que ella, no era capaz de dejar de pensar en aquel momento?
Danielle negó aguantando el impulso de reírse de sí misma y miró a ambos lados rápidamente intrigados ¿Aquel hombre volvería?
Se tomó un momento para reflexionar y descolgó la mochila que llevaba a la espalda para buscar lo que necesitaba, pero no encontró nada más que un papel, manchado de diferentes tonos de azul que había guardado unos días atrás y un lápiz de ojos, aquello tendría que servir.
"¿Habla de las mariposas que siguen revoloteando en mi estómago después de esa forma tan perfecta en la que correspondió a mi beso? Entonces si soy la reina de las mariposas que usted creó. Gracias por esa noche perfecta."
Estuvo a punto de firmar con su nombre, pero le dio vergüenza por si alguien lo encontraba, creería que la tal Danielle era una loca que dejaba mensajes a saber a quién en las azoteas de los edificios.
Observó por última vez el prendedor antes de guardarlo en la mochila y dobló la hija de papel en forma de mariposa, aquel taller de origami del instituto, por fin le servía para algo.
— Pero no puedo dejarlo así, si hace viento o llueve desaparecerá y nunca sabré si él volvió a buscarme.
Buscó en su ropa y tiró con suavidad del hilo que salía por un lateral de su blusa, una pena era una bonita blusa, pero podría comprarse más. Cuando tuvo suficiente hilo ató, por un lado, la mariposa de origami y por el otro a un tornillo algo salido de la piedra, esperaba que con eso fuera suficiente y si no lo era lo tomaría como una señal de que debía desistir.
La mochila que llevaba colgada la espalda empezó a vibrar y acto después su tono de llamada sonó en mitad de una noche tranquila, silenciosa, rompiendo la calma y los pensamientos que inundaban la mente de Danielle, ¿Quién podía llamarla a esa hora en plena madrugada?
Rodó los ojos al ver el nombre de su padre escrito en la pantalla y se lo llevó al oído tras contestar.
— ¿Papá nunca vas a acostumbrarte a la diferencia horaria? Cuando tú despiertas yo ya duermo.
— Hola, hija, yo también te extraño, gracias por preguntar tu madre y yo muy bien, eres muy amable — Respondió su padre sarcástico — bueno ya que tienes prisa por descansar, iré al grano, tu prometido está de viaje esta semana en Nueva York quiero que lo conozcas.
— Pero me prometiste cuatro años, ni siquiera ha pasado uno— aseguró agobiada mientras dirigía la vista al papel en forma de mariposa que acababa de dejar atado en aquella repisa.
— Te prometí que no te presionaría para que te cases hasta entonces
— Y que nadie sabía dónde estaba, para eso hicimos documentos falsos— añadió cada vez más molesta, ahora resulta que debería tener citas con ese hombre para recordarse que no era realmente libre.
— Cree que solo es un viaje de placer. Cómprate ropa elegante para verlo, no te presentes con esos harapos con los que vas vestida, según hemos investigado es un chico muy guapo qué acostumbra a frecuentar a mujeres muy bellas.
— Qué bien, mi futuro esposo será un putero.
— ¡Chiara!
— Hablo como yo quiera padre, estos cuatro años son míos para decir palabrotas y elegir con quién quiero y no quiero quedar y mi prometido putero no es alguien con quien quiera quedar.
En un arranque de impulsividad, la chica se acercó al borde del edificio y dejó caer su teléfono móvil mientras escuchaba los gritos de su padre para que le prestara atención, habría pagado para ver su expresión cuando y la conversación se paró abruptamente tras el golpe.
— No pienso quedar con ese niño de papá mimado, te pongas como te pongas.
Murmuró para sí misma mientras se subía a la barandilla y seguía el mismo destino que su teléfono móvil, pero mucho más lento, descendiendo por la escalera auxiliar por la que había subido.