Capítulo 6 Despedida
Luego de un largo día de trabajo y relajada porque la bestia Miller no me llamó la atención por mi repentina interrupción, en su maratón matutina de sexo, mi día acaba de terminar, la gran mansión de mi jefe parece la de Drácula; Lo único bueno de esto es que el ama de llaves de la casa es la nana de Damián y es tan cariñosa y dulce.
Gracias a ella puedo sentirme un poco cómoda en esta casa, Luke y Ana me convencieron de salir un poco; Se que no debería, pero estoy tan cansada que necesito por un momento dejar de pensar en todo esto, así que aquí estoy, frente al espejo mirando mi reflejo en él, la gran tina de mi ahora baño me permitió relajarme un poco; El atuendo que llevo puesto me hace sentir bonita y sexi, consiste en una blusa malla negra en donde se puede ver un poco de mi sujetador, el short blanco y las botas hasta mis rodillas le dan a mi atuendo un toque relajante, pero sexi, aplicó la última capa de labial rojo en mis labios, tome mi bolso y caminó hacia las escaleras, los chicos acaban de avisarme que están aquí.
En el final de las escaleras se encuentra Loreina la nana de el señor Miller, sus ojos recorren mi cuerpo y luego de su inspección arruga su frente con confusión.
—Piensas salir esta noche mi niña—su aperitivo cariñoso hacia mí me hace sentir como en casa, aunque esta no lo sea, me acerco a ella y tomó sus manos regalándole también una sincera sonrisa de mi parte.
—Sé que en esta casa ahí toque de queda, pero prometo llegar antes, todo esto me tiene muy confundida y necesito salir para despejarme un poco, no te preocupes por mi Lore, estaré aquí a tiempo, te lo prometo—un pesado suspiro sale de su boca, su mano posándose en mi mejilla me transmite calidez.
—No provoques al niño Damián por favor, él no es un mal hombre, pero no es fácil de llevar, ten cuidado cariño—entiendo a lo que se refiere y créanme cuando digo que ese hombre podría verdaderamente ser una bestia.
Asiento en su dirección y luego de un beso de su parte en mi mejilla, salgo de la gran mansión, el camino hacia el gran portón está lleno de miradas acusadoras por parte del personal de seguridad, con un fuerte suspiro abro el portón y encuentro el auto de luke enfrente de la mansión.
—Joder, estas que ardes nena—reconozco que extrañaba los chistes de luke, ruedo los ojos y entro en la parte de atrás del auto.
—Pensé que tu carcelero no te permitía salir entre semana—dice Ana con su peculiar y delicado tono.
—En realidad no sabe que salí, como sea, es mi jefe, no mi dueño—ellos me miran y sé que en su mirada están diciéndome" en serio Abby, te tiene atrapada por un contrato, claro que es tu dueño" ruedo los ojos y coloco mi mirada en el frente—Como sea, hoy quiero ser rebelde—un fuerte grito de su parte me hace sonreír.
El sonido de la música es tan fuerte que debemos gritar para que nos escuchen, estamos sentados en una de las muchas sillas de la discoteca, luke está entretenido con una pelirroja que conoció en la barra, Ana y yo estamos observando horrorizadas cómo se comen como si no hubiera un mañana, tomo un poco de mi trago de agua y observo el lugar, es realmente gracioso que una chica como yo no tomé, pero desde que papá decidió hace cinco años dejar de ser un alcohólico nosotros prometimos nunca beber para no cometer sus mismos errores.
El sitio es grande y hermoso; Él conocido y prestigioso club de la ciudad; El club Red Night es el club más sofisticado y lujoso de new york, su dueño es un hombre muy rico que tiene influencias en todo el mundo, su nombre es un enigma para todos, nadie lo conoce, lo único que se sabe de él es que es un hombre frío y controlador, mis ojos regresan a la mesa y me encuentro completamente sola, en realidad no me sorprende siempre hacen lo mismo y yo soy la única tonta que sigue saliendo con ellos sabiendo que quedaré sola al final de la noche, por estas cosas sigo poniendo en juicio si luke y Ana aún son vírgenes; No juzgo sus decisiones teníamos trece años cuando hicimos la promesa de castidad, Ana y luke no son unos niños y no podría culparlos o juzgarlos si ya no lo son, de los tres soy la única que sigue pensando que la castidad hasta el matrimonio es correcto, espero el indicado, no siento correcto estar de cama en cama así que si ellos no los son no opinaré nada y los entenderé, termino mi vaso de agua y decido volver a la barra para tomar algo diferente, un chico moreno y con un gran cuerpo me sonríe al llegar.
—Que te pongo preciosa—su sonrisa es escalofriante, retiro lo dicho anteriormente.
—Tienes algo que no lleve alcohol—él me mira confundido y luego sonríe afirmando con su cabeza.
—No deberías estar en un lugar como este si no bebes hermosa, aunque me pregunto cómo hiciste para que Fred te dejará entrar si eres menor de edad—ruedo los ojos con fastidios, es tan desesperante que piensen que eres una niña cuando tienes veintitrés años.
—No soy menor de edad, créeme que tengo la edad suficiente para estar aquí, ahora si ya terminaste de interrogarme me podrías dar algo que no tenga alcohol—el hombre se ríe levantando las manos en son de paz
—Solo tenemos soda, es lo único que te puedo ofrecer—asiento y él se aleja buscando mi bebida.
—Mujer estábamos buscándote—la voz de Ana a mi lado me hace saber que su diversión acabo, levanto mis hombros despreocupadamente y me volteo en su dirección.
—No pensaba quedarme como una tarada ahí sola mientras ustedes se divertían—ella me mira con tristeza en sus ojos y me regala una sonrisa de disculpas.
—Lo siento Abby, Connor está aquí y quería estar un momento conmigo, por favor discúlpame prometo no dejarte sola más—el ruego en su voz me da risa, es tan dramática.
—Deja la bobada Ana, está bien, no me pasará nada, además si estoy aquí es porque necesitaba sacar de mi cabeza por un momento a ese hombre, es desesperante no encontrar una salida a este problema—su suspiro me hace entender que sabe de lo que hablo, un vaso es puesto frente a mí, el chico me sonríe y se aleja dejando la soda que pedí.
—Abby, sé que esto es mi culpa, quería ayudarte y lo único que conseguí fue meterte en un culebreo—niego repetidamente
—No, no, no Ana no digas eso, no es tu culpa, tú ni yo, tenemos las culpa de que ese hombre este demente, en realidad la culpa fue mía por no leer las malditas letras chicas—ella sonríe en mi dirección y besa mi frente
—la verdad es que si eres un poco tarada, pero creo que ahora la única solución que encuentro es que te vuelvas un dolor de culo para que te despida—gruño en su dirección por llamarme tarada, pero la idea de Ana no es tan descabellada.
Aunque es algo un poco difícil ser el dolor de culo de ese hombre; aun así, nada perdería en averiguarlo, tomó la mano de Ana y nos dirigimos hacia la pista de baile, necesito sacar de mi sistema a ese hombre y que mejor que moviendo las caderas, algo que me fascina hacer, mi cuerpo se mueve al ritmo de la música, cada músculo de mi cuerpo se relaja y observó que Ana no se queda atrás, mis manos recorrer mi cuerpo con movimientos lentos, pero sincronizados, el tener raíces latina tiene una ventaja y el baile es uno de esos; No sé en qué momento la pista se desocupó, pero soy la única en ella.
Mi cuerpo suda y está adormilado de tanto bailar, en algún momento siento una intensa mirada sobre mí, decido ignorar esa sensación y caminar hacia la mesa en la que están los chicos entretenidos con sus parejas, las cuales no conozco, bueno creo que el que está comiéndole la boca a Ana es Connor y luke tiene en sus piernas ala pelirroja de la cual empiezo a pensar que no es ninguna desconocida, igual si es algo serio me lo dirá en algún momento, tomo un vaso de agua que está en la mesa dejándolo completamente vació, Dios que sed tenía, los ojos de las cuatro personas en la mesa se posan en mí y en el momento en donde me siento muy chiquita.
—Nunca podre saber cómo cojones puedes moverte de esa manera, joder Abby, no sabes cuánto te envidio ahora—la carcajada de todos se escucha acompañada de mi pequeña risa, siempre sucede lo mismo con ella, pero en realidad no puedo decir como lo hago, es natural en mí bailar, es la segunda cosa que hice luego de caminar; Así que puedo decir que lo llevo en mis venas.
Un pensamiento repentino viene a mi mente, hace mucho que llegamos aquí, pero con todo lo ocurrido me olvide de todo, un pequeño escalofrío recorre mi cuerpo, Dios que no sea muy tarde o estaré muerta.
—Chicos pueden decirme que hora es—ellos me miran confundidos, pero luego Conor es él que responde mi pregunta.
—Las tres de la mañana—mi cuerpo se levanta de un salto de la silla y miro a mis amigos con los ojos abiertos, joder, el tiempo paso muy rápido y no me di cuenta, ahora realmente estoy en problemas, como carajos entraré.
—Joder, joder, como no me di cuenta, debo irme ahora mismo—luke me mira asustado y Connor sonríe en mi dirección, el cretino sabe que estoy en problemas, luke se levanta dejando a la chica que tenía en su regaso a un lado
—Tranquila nena, yo te llevo—un alivio recorre mi cuerpo al saber que no tendré que tomar un taxi a esta hora, luke comparte una mirada con la pelirroja y ella asiente en su dirección, toma su bolso y camina hacia nosotros, miro a Ana y ella me sonríe señalando a Connor a su lado, le devuelvo la sonrisa y despidiéndome de la pareja caminamos hacia la salida.
El recorrido hacia la mansión de Damián fue silencioso, debo reconocer que la chica que venía con nosotros es agradable y como lo imaginaba ella y luke están en algo, lo cual me alegra por él.
Tomo mi móvil al ver que estamos llegando y le envió un texto a Lore, espero este despierta para que me salve de esta, mi mensaje es respondido a los minutos y un suspiro de alivio sale de mí, luke detiene el coche enfrente de la mansión, con un movimiento de mi mano me despido de ellos y espero paciente a que el portón sea abierto por Lore, unos minutos después el portón es abierto, con las miradas de nuevo de todos esos hombres camino hacia la puerta donde una Lore con los brazos cruzados me espera, sonrió apenada y beso su mejilla.
—Lo siento mucho Lore, se nos fue el tiempo sin darnos cuenta, discúlpame—ella sonríe y me regala un fuerte pero cálido abrazo.
—No te preocupes niña, sube a tu habitación y descansa, el señor llego cansado y no pregunto por ti, descansa, buenas noches, mi niña—le respondo con unas buenas noches y subo las escaleras hacia mi cuarto, es un alivio el que la bestia de la casa esté durmiendo, el bailar tanto me dejó agotada y no deseo tener una discusión con ese hombre.
Termino de arreglar mi pelo para bajar a desayunar, anoche luego de una gran ducha la cual necesitaba urgentemente me quede profundamente dormida y esta mañana los rayos de sol fueron mi despertador, pongo el último toque de maquillaje en mi rostro y decido bajar, el lugar se ve solitario, cada paso que doy en las escaleras suena por todo el lugar indicándose de lo sola y sin vida que se encuentra esta casa, no sé cómo puede vivir ese hombre aquí; en cuanto llego al comedor lo primero que puedo ver es el gran porte y silueta del señor de la casa, él está sentado a la cabecera del comedor sin la chaqueta del traje azul que trae puesto y en sus manos sostiene el periódico del día de hoy, mi presencia lo saca de su lectura, ya que levanta la vista para ponerla en mí, su potente mirada fría y dominante me produce un escalofrío por todo el cuerpo, con su mano me invita a sentarme a su lado, un largo suspiro de mi parte es lo que él recibe luego de caminar y ubicarme en el lugar que me indico.
—Buenos días, Señor Miller—él me sostiene la mirada por un rato sin responder a mi saludo.
Toma un pedazo de fruta de su plato y lo lleva a su boca, mi desagrado por la mala educación de este hombre es palpable por lo que lo decido ignorar y tomo un poco de jugo del vaso que está a mi lado.
—Creí que había sido claro con usted Abigaíl—su pregunta me confunde un poco, ya que el intento de sorbo que había tomado quedó atorado en mi garganta, aclaro mi garganta y lo miro a los ojos.
—A que se refiere Señor—su quijada se aprieta rechinando sus dientes en el proceso, indicio de el mal agrado que le produjo mis palabras.
—Sabe usted que lo que mas odio de una persona es que me mienta, y aún peor si es en mi propia cara—su tono de voz me produce un miedo terrible, por lo que me muevo inquieta en mi asiento, y es ese momento en el cual recuerdo la salida de ayer, Dios será que se enteró de mi llegada tarde, pero sería imposible, Lore me dijo que estaba muy cansado y había subido a dormir sería imposible que se enterara; aun así, mi negativa seguiría en pie.
—No se a lo que se refiere, señor, podría por favor decirme de qué habla—el fuerte golpe que pega en la mesa me asusta mucho, me acurruco en mi lugar y agacho mi mirada por miedo a lo peor.
—Me refiero a su llegada ayer en la madrugada señorita Romero, su entrada a esta casa como si fuera una vil ladrona y aún peor vestida como una ramera barata—levanto mi mirada como si me hubieran agarrado de los pelos, mi furia crece por todo mi cuerpo y deseo tanto estampar mi mano en esa hermosa, pero desgraciada cara que tengo que apretar mis manos a los costados.
—Le voy a pedir que me respete señor Miller, sé que rompí una de sus reglas, pero no creo que usted tenga derecho a manejar mi vida como si fuera suya y mucho menos a faltarme el respeto—su mirada se oscurece más y sus manos las cuales estaban encima de la mesa las forma en puño conteniendo su furia.
—Su vida dejo de ser suya cuando acepto trabajar para mí, así que si yo decido que no puede salir después de las doce de la noche así será, no me gusta que me reten Abigaíl, no le gustaría verme enojado, espero que esto no se repita porque la próxima vez no lo hablaré con usted, sino que lo resolveré a mi jodida manera, ¿entendió?—mis ojos se humedecen por la rabia contenida y es por eso que solo tomó asiento con la furia por todo mi cuerpo.
El resto del desayuno transcurre en silencio y luego de cada uno terminar con él, subimos a nuestras habitaciones por nuestras cosas.