Capítulo 5 La Prueba

Creo que mis ojos no podrían abrirse más, todo lo que en estos momentos acabo de leer es absurdo, este hombre pretende ser el dueño de mi vida, pero qué es esto por Dios, un trabajo o una dictadura, mi cara debe estar roja de la rabia que recorre por mi cuerpo, pero no es tanto el saber que este hombre quiere tener poder sobre mí. Mi rabia es al leer el último párrafo de la hoja en donde dice que si el contrato está firmado no puedo ser cancelado, sino que sería demandada por incumplimiento y debería pagar una suma de diez millones de dólares, este hombre tiene mi vida en sus manos, ¿en qué momento me he metido en todo este lío?. Pienso una y mil formas de hacer que ese contrato no tenga validez, pero cada idea que viene a mi cabeza, es borrada al recordar que aquel hombre controla no solo el país, sino más de uno, podría aplastarme como una cucaracha si así él lo quiere, por ese motivo decidí empezar hacer mi maleta, debo encontrar la forma de solo trabajar ese mes de prueba, luego de ello me iré y no volveré nunca más a esa empresa. Luke y Ana llegaron hace poco y luego de una larga charla están de acuerdo conmigo, necesito buscar la manera de acabar con ese acuerdo, pero por el momento debo trabajar como si no estuviera matándome la cabeza por saber cómo librarse de ese problema, mi closet está terriblemente vació y con ese último vistazo a la que fue mi habitación por un año, caigo rendida en un largo y sueño profundo. El sonido de mis tacones contra el suelo de la empresa suenan estrepitosamente, bueno no me culpen, llevó retrasada diez malditos minutos, el detestable autobús tenía que demorar más el día de hoy, oh es tan desesperante tener que usar ese endemoniado aparato, un suspiro sale de mí al observar que aún no ha llegado Amanda ni el señor Miller, camino hacia una de las sillas que está al frente del gran escritorio de la chica rubia y tomó asiento en ellos, la pequeña maratón que he dado me ha dejado muy cansada, observó detenidamente la sala en la que me encuentro buscando una máquina exprés de café, recuerdo que en la lista hablaba de un café qué debía preparar para el odioso y controlador Señor Miller, mi búsqueda queda detenida cuando observó la llegada de la despampanante mujer rubia, ella me observa y con un movimiento delicado me dice que me acerque, tome mi bolso y caminó hasta su escritorio. —Buenos días, Señorita Romero, me alegra que sea puntual, el Señor no soporta la gente impuntual—asiento en su dirección preguntándome por qué esta mujer habla como si de un robot se tratase, sacudo mi cabeza y la miró detenidamente —Bien señorita, ¿estudio la lista que le di?—el solo recuerdo de esa lista me revuelve el estómago, muerdo mi labio y tomó un mechón de mi cabello suelto para colocarlo detrás de mi oreja. —Si señorita, lo leí y creo que eso no se puede llamar lista de trabajo, parecía un reglamento de órdenes de una dictadura—ella abre los ojos y yo me alejo un paso de ella, carajo, creo que la he cagado. —Señorita romero, si desea seguir trabajando aquí, por ningún motivo vuelva a hablar de ese modo y menos si el Señor está cerca, créame que no duraría ni un minuto—su pequeña advertencia hace que mi cuerpo se sacuda un poco, sé que ella tiene razón, pero es tan frustrante el no poder hacer nada que las palabras salieron solas de mí, Asiento en su dirección y ella me mira fijamente como si estudiara mi persona, luego de unos segundo en donde la mujer frente a mí termina de examinarme, vuelve a hablar —En la puerta que está a su derecha, se encuentra la cafetería personal de presidencia, entre en ella y haga el café expresó del señor Miller, no use leche normal, prepárelo con la leche que está expresamente para el Señor, tampoco toma el café con azúcar, así que no le ponga nada de eso, en el primer cajón de la estantería encontrará todo lo que va a utilizar para prepararlo, ahora, si no desea empezar mal el día le sugiero que se apure preparando el café, recuerde que debe estar en el escritorio del señor antes de su llega. Sacudo mi cabeza y caminó hacia el lugar que la mujer me digo. Una gran cafetería con todo lo necesario está frente a mí, es mas grande que mi sala, coloco mi bolso en un sillón que está al lado de la puerta y camino al estante que se encuentra en una esquina. El primer cajón de abajo tiene el apellido del Señor, con un suspiro abro el cajón y encuentro todo lo que la mujer rubia me digo, nunca pensé que ese hombre fuera tan quisquilloso, una bolsa de café importado con una leche que nunca había visto junto a una tasa de vidrio de miel es lo que encuentro dentro del cajón, suspiro cansada y tomo los productos para preparar el café. El pitido de la máquina avisando que ya está todo listo me saca de la maravillosa vista de new york, tomo el café en mis manos y con mi bolso en mi brazo salgo de la grandiosa cafetería, creo que mis almuerzos aquí serán maravillosos, frente a mí se encuentra la rubia en su lugar de trabajo revisando unos papeles, le hago una señal avisándole que llevaré el café y ella me responde con un movimiento de su cabeza, camino hacia las grandes puertas del despacho del señor Miller acomodando bien mi bolso, abro la puerta y un gran grito sale de mi acompañado con el golpe que hace el vaso al caer al piso, frente a mí se produce una imagen que nunca imagine ver, el Señor Miller tiene su camisa abierta junto con sus pantalones y bóxer enrollados en sus pies; de rodillas a él está una mujer de cabello rubio que realmente no quiero decir lo que le está haciendo porque hasta yo estoy traumada por la escena. —Mierda—escuché Las palabras de el señor Miller me hicieron sacudir mi cabeza saliendo de mi pequeño schok, los ojos verdes y fríos de él me observan furiosos. Asustada y temblando por lo que este hombre pueda hacer, cierro la puerta y corro de vuelta al lugar de Amanda, la mirada confundida de la mujer me recibe en la sala, mi respiración es muy acelerada y no es por la pequeña carrera que he dado, es por la escena reproduciéndose en mi cabeza, Dios tendré que ver mi serie favorita muchas veces para borrar esa imagen de mi cabeza. —¿Qué sucede Abigaíl?, porque vienes así—es la primera vez que Amanda usa mi nombre y nunca imagine que seria por este motivo, intentó tranquilizarme para responder sus preguntas, luego de una profunda respiración hablo. —El señor Miller está en el despacho, digamos que vi algo que no quisiera haber visto—su ceño se frunce y luego de ordenar sus ideas aprieta sus labios entendiendo lo que quise decirle. —Ese idiota, no puede controlar sus hormonas—mi boca se abre de una manera terrorífica, la forma en la que se dirigió a su jefe podría ser algo desastroso, ella observa mi expresión y una gran risa sale de ella—No te sorprendas mucho Abigaíl, Damián y yo somos primos, por eso puedo dirigirme a él como quiera, en realidad solo lo hago cuando estamos solos, ya sabes órdenes del Señor la bestia andante—él asombró es palpable en mí, vaya, y yo que pensé que se acostaban, bueno, gente ahí está el dicho de que no debes juzgar sin antes conocer.
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