Capítulo 9 Ilegítimo
—Tío Charles —llamó Hugh al entrar, la voz tensa de preocupación—. Escuché que el abuelo se desmayó. ¿Cómo está ahora?
Había oído a la enfermera mencionar el nombre de Charles en esa sala. Sin pensarlo, se apresuró a entrar, apenas notando a los demás presentes.
Charles ni siquiera parpadeó, su mirada permanecía quieta e indiferente. —Solo es un viejo problema. Los médicos lo están atendiendo.
Los ojos de Hugh recorrieron la habitación y se le cortó la respiración. Jessica. ¿Otra vez?
Selene intervino, su tono tan afilado como una navaja. —¿Quién te dejó entrar? Sal de aquí.
Jessica no respondió, sus labios apretados en una línea firme mientras permanecía sentada junto a la cama, toda su atención centrada en su hijo. Ni siquiera miró a Hugh.
Los ojos de Hugh se posaron en el niño. El pecho se le oprimió. El chico... se parece tanto al tío Charles.
Parpadeó, su mente iba a mil por hora. ¿Podría ser este niño hijo de Charles?
No. Imposible. Nunca se había visto a Charles con una mujer. ¿De dónde habría salido este niño?
¿Un hijo secreto? ¿Charles? La idea le parecía absurda, un pensamiento lejano que no podía aceptar.
Antes de que pudiera atar cabos, Selene se plantó frente a él, bloqueando su vista. —¿Estás sordo? ¿No te dije que te largaras? —Su voz sonó como un látigo.
Charles, siempre sereno, le dedicó una mirada a Jessica, sus ojos titilando antes de volver a Hugh. —¿Viniste hasta aquí solo para ver a tu abuelo?
Hugh apartó la mirada, aún alterado.
—Estoy con Rhea —dijo despacio, como si las palabras le resultaran ajenas—. Ella está enferma por el embarazo. Vine a ver al abuelo. Más tarde vendremos juntos a visitarlo.
La mención de Rhea hizo que Jessica se tensara. ¿Embarazada? Sus pensamientos se arremolinaron, confusos.
Charles miró su reloj. —Ya casi se acaba el tiempo. Vamos. Te llevaré con él.
Al girar para irse, se detuvo y miró a Arthur. —No olvides lo que te dije, chico. Nada de más helado.
Arthur gimió, poniendo cara de asco fingido. —Charles, eres tan creído. —La mirada que le lanzó era clara: Ocúpate de tus propios asuntos.
—Basta. Necesitas descansar —murmuró Jessica, acariciando la cabeza de su hijo. Temía el desagrado de Charles, pero él solo sonrió, imperturbable.
Charles se dirigió a la puerta, pero se detuvo al ver que Hugh seguía inmóvil, con los ojos fijos en Jessica y su hijo. Alzó una ceja, su voz seca. —¿Qué pasa? ¿No vas a ver a tu abuelo?
Hugh volvió en sí, su mirada se detuvo un instante más en el niño antes de seguir a Charles fuera de la habitación.
Ya en el pasillo, Hugh no pudo contenerse más. —Tío Charles —preguntó en voz baja—, ese niño... ¿no será hijo de la señorita Scott, verdad?
Charles le lanzó una mirada, con una leve sonrisa asomando en sus labios. —Sí, es suyo. ¿Y qué?
Hugh se quedó helado, su mente dando vueltas. ¿Su hijo?
Jessica tenía un hijo...
Una oleada de rabia lo atravesó, feroz y cegadora. ¿Y aún así niega su traición? Qué ironía.
Su expresión se endureció, las comisuras de su boca se curvaron en una risa forzada y vacía. —Nada, solo tenía curiosidad —murmuró, la voz tensa.
Dentro de la habitación, Selene seguía furiosa con Hugh.
—Jessica, ¿oíste lo que dijo? ¡Rhea está embarazada! ¿Puedes creerlo? ¡Y tiene el descaro de decirlo delante de ti!
—Deja de hablar de ellos —respondió Jessica, apenas en un susurro. La imagen de Rhea y aquel doctor en el pasillo seguía rondando su mente, atormentándola.
Selene resopló, el asco evidente en su voz. —Tienes razón, no más de esa pareja. Ya arruinaron el ambiente.
Arthur la miró parpadeando, confundido. —Mami, ¿a quién le grita mi madrina?
Jessica le acarició el cabello, el corazón pesado. Nunca le había hablado a su hijo del conflicto entre ella y Hugh.
—Son cosas de adultos. No te preocupes. Acuéstate y descansa —dijo suavemente, intentando protegerlo de todo aquello.
Selene miró al niño, una idea repentina cruzando por su mente. Dudó antes de hablar, la curiosidad en su voz. —Jessica... ¿te has dado cuenta? ¿Arthur y tu jefe se parecen?
Antes de que Jessica pudiera responder, la vocecita de Arthur se hizo oír, asomando la cabeza entre las sábanas. —¡No me parezco en nada a ese señor arrogante! ¡Yo soy mucho más guapo!
Selene contuvo la risa, los ojos chispeantes. —Claro, claro. Mucho más guapo que él.
Jessica se mordió el labio, la mirada fija en su hijo. No quería admitirlo, pero el parecido con Charles era innegable. Aun así, se negaba a pensar en ello.
¿Podría ser? ¿Sería posible que el hombre de hace cinco años fuera él?
Su mente daba vueltas, inquieta y fragmentada. No quería profundizar en esos pensamientos. No tenía intención de volver a enredarse en la telaraña de los Hensley.
Después de que Arthur tomó su medicina y descansó un rato, estaban seguros de que se sentía mejor. Era hora de volver a casa.
Al salir de la habitación, un médico se les acercó. —¿Jessica? ¿Eres tú de verdad?
Ella se giró al oír su nombre. Un hombre mayor, con el cabello salpicado de canas, se plantó ante ella. Parpadeó, sorprendida, hasta que el reconocimiento la invadió. —¿Doctor Chortleheim?
El doctor Chortleheim había sido el médico de cabecera de su padre. Siempre fue muy amable con él durante su estancia allí.
La risa del doctor Chortleheim era cálida y resonante, llenando el pasillo. —¡De verdad eres tú! Han pasado años. He querido ponerme en contacto contigo.
—¿Ocurre algo, doctor Chortleheim? —preguntó Jessica, la confusión asomando en su voz.
La sonrisa del médico se desvaneció, su expresión se volvió seria. —Antes de que tu padre falleciera, me pidió que te entregara una caja. En ese momento pasaban tantas cosas que olvidé dártela. Ha estado en mi casa todo este tiempo. Cuando tengas un momento, llámame. Puedes pasar a recogerla.