Capítulo 2 Una versión mayor de su hijo
Cinco años después.
El anuncio del aeropuerto resonó por la terminal, señalando la llegada del vuelo. Instantes después, los pasajeros comenzaron a salir en fila del control de seguridad.
—¡Mami, hace mucho calor! Quiero un helado —pidió una vocecita dulce y encantadora. Arthur Scott apretaba la mano de su madre, sus grandes ojos oscuros y redondos brillando mientras la miraba hacia arriba.
Jessica soltó un suspiro resignado. Conocía demasiado bien esa mirada suplicante: era pura actuación. Pero, aunque lo supiera, nunca podía negarse.
—Solo uno —accedió Jessica, sacando un billete de su cartera y entregándoselo. Le advirtió con firmeza—: Cómpralo rápido y regresa enseguida. Te espero aquí. Ajustó el agarre de su equipaje.
—¡Sí, mami! —Arthur sonrió, le lanzó un beso travieso y salió corriendo como un torbellino, el dinero bien apretado en su mano.
Jessica estuvo a punto de llamarle la atención para que no corriera, pero justo en ese momento sonó su teléfono.
—¿Hola? ¿Selena? Sí, acabo de aterrizar... Está bien, tomaré un taxi y voy para allá.
Era su mejor amiga, Selena Winslow.
En la universidad, ella, Rhea y Selena habían sido compañeras de cuarto, amigas inseparables que se prometieron ser ángeles guardianes la una de la otra para siempre.
Pero hace cinco años, aquella boda lo destruyó todo. La traición de Rhea reveló su verdadera naturaleza y destrozó su amistad de forma irreparable.
Solo Selena se mantuvo leal, manteniendo el contacto durante todos los años en que estuvo lejos.
Ahora que había regresado, Selena insistió en que ella y su hijo se quedaran con ella.
Al terminar la llamada, la mirada de Jessica se posó, casi sin querer, en la gran pantalla frente a ella, donde se transmitía una noticia: “El señor Hugh y la señora Hensley celebrarán su quinto aniversario de bodas el día 26”.
Las palabras la golpearon como una bofetada, atravesando su corazón.
¿Señora Hensley? ¿De verdad se había casado con Rhea?
Cinco años habían pasado en un suspiro, pero la humillación sufrida entonces seguía grabada en su memoria.
La noche del cumpleaños de Hugh, Rhea la engañó para que bebiera de más y luego la envió a un hotel con el pretexto de que Hugh la esperaba allí.
Pero al final, fue traicionada sin piedad: Rhea no solo ocupó su lugar en la boda, sino que le robó todo lo que le pertenecía.
Si no hubiera sido por el bebé que crecía en su vientre y por aquellas fotos escandalosas que se difundieron como pólvora, jamás habría tenido que abandonar el lugar que llamaba hogar.
Ahora que estaba de vuelta, estaba decidida a recuperar la justicia que merecía.
—¡Oye, niño! ¡Mira por dónde vas! ¿De quién eres tú? —se escuchó de pronto una voz molesta cerca de ella.
Sacudida de sus pensamientos, Jessica giró rápidamente la cabeza, solo para quedarse boquiabierta ante lo que vio.
Era su hijo. El pequeño sostenía el helado recién comprado, su carita llena de sorpresa. Seguramente, por la prisa de regresar, había chocado accidentalmente con alguien.
Corrió hacia él, lo apartó y de inmediato notó la gran mancha de helado en los pantalones del hombre. La culpa la invadió.
—¡Lo siento mucho! Iba corriendo demasiado rápido —se disculpó apresurada, sacando unos pañuelos—. Déjeme limpiarlo.
Cuando intentó limpiar la mancha, una mano fuerte le sujetó la muñeca de repente. Una voz profunda y fría se escuchó desde arriba—: ¿Qué crees que estás haciendo?
El tono helado le provocó un escalofrío. Sobresaltada, alzó la vista instintivamente y se encontró con unos ojos negros, intensos y penetrantes.
Contuvo el aliento y, por primera vez, pudo ver claramente el rostro del hombre.
Ese rostro frío y distinguido... ¿Era su imaginación, o realmente se parecía a una versión adulta de su hijo?
Por un instante, se quedó paralizada, abrumada por la sorpresa.
—¿Ya has mirado suficiente? —El hombre apartó su mano, su voz impregnada de frialdad.
Volviendo en sí, Jessica seguía impactada por el increíble parecido. ¿Podría ser este hombre el padre biológico de su hijo?
No... Eso era imposible. El mundo no era tan pequeño. No podía ser que se encontrara con el padre de su hijo por pura casualidad.
Se convenció de que solo era una coincidencia: su hijo solo compartía algunos rasgos con ese hombre, nada más. Apartando la idea, forzó una sonrisa tensa—: De verdad, lo siento mucho. ¿Le parece si le compenso? Puede comprarse un pantalón nuevo —ofreció.
Solo entonces notó dónde había caído el helado: justo al lado de la cremallera. Con razón él no la dejó limpiar. Su rostro se sonrojó al darse cuenta de que casi había tocado una zona... delicada.