Capítulo 8 ¿A quién se parece?
Jessica volvió bruscamente a la realidad, con el corazón latiendo con fuerza en el pecho. El calor en sus oídos era insoportable. Bajó la cabeza rápidamente, mordiéndose el labio con frustración silenciosa.
Charles notó el cambio en ella—la ligera rigidez, el esfuerzo por recuperar la compostura. Su mirada se suavizó y, una vez más, percibió ese aroma esquivo. El mismo que lo había perseguido durante días, quizás más.
Un destello de algo indescifrable cruzó por sus ojos. El espacio entre ambos vibraba, cargado de una tensión sutil.
En ese momento, el sonido de pasos acercándose interrumpió el instante.
—Jessica, ¿conseguiste la medicina?— La voz de Selene rompió el aire denso. Ella y Arthur habían esperado suficiente en la habitación. Al ver que Jessica no regresaba, salieron a buscarla.
Jessica reprimió sus emociones, sintiendo una oleada de culpa al recordar a su hijo. ¿Cómo pudo olvidarse de él?
—Sí, la tengo—respondió, esforzándose por sonar neutral—. ¿Cómo está Arthur ahora?
—Mejor, pero el doctor dijo que aún necesita el medicamento—. La mirada de Selene se desvió hacia Charles, intrigada—. ¿No es ese tu jefe? ¿Qué hace aquí?
Selene no esperaba que Charles fuera aún más atractivo en persona. Su porte frío, casi distante, lo hacía parecer inalcanzable, dominando el espacio con su sola presencia.
No tenía tiempo para charlas. —Señor Hensley, debo volver con mi hijo—dijo con cortesía, intentando apartarse.
Pero la voz de Charles, baja y firme, la detuvo. —Quiero verlo.
Jessica se quedó helada, sorprendida. —Y-yo no creo que sea necesario—. Su ceño se frunció aún más. ¿Estaba siendo demasiado amable, o había algo más detrás?
Ignorando su vacilación, Charles avanzó con pasos decididos. —¿En qué habitación está?— Su tono no admitía réplica.
Jessica forzó una sonrisa, aunque su paciencia se agotaba. —Señor Hensley, seguro que tiene otros asuntos de los que ocuparse.
—El doctor está con mi padre—respondió con naturalidad—. Tengo tiempo.
Entonces Jessica entendió por qué él estaba allí. Antes de que pudiera responder, Selene, con un entusiasmo inesperado, intervino. —Está justo a la vuelta. Síganos.
Selene tiró de Jessica.
Jessica le lanzó una mirada rápida y reprobatoria. —Selene, no lo animes—murmuró en voz baja.
Selene solo sonrió. —¿Qué importa? Solo está siendo un buen jefe.
A regañadientes, Jessica condujo a Charles a la habitación.
Arthur yacía en la cama, su pequeño rostro arrugado por la incomodidad, el cuerpo relajado. Pero al ver a su madre, su rostro se iluminó de alivio. —¡Mami, volviste!
Entonces su mirada se posó en Charles, y el brillo en sus ojos se apagó. Un ceño fruncido apareció en su carita. —¿Y ese señor arrogante qué hace aquí?
El recuerdo de aquel día en el aeropuerto seguía presente en la mente de Jessica. Arthur había chocado con Charles, y el hombre los había mirado con una arrogancia que casi se podía tocar. Su aire frío y distante había molestado a su hijo, quien, desafiante, lo había apodado “el señor arrogante”.
Jessica se sonrojó de vergüenza al mirar a Charles. Su expresión seguía siendo tan distante e inescrutable como siempre. Rápidamente volvió su atención a Arthur. —Arthur, él es el jefe de mamá. Debes llamarlo señor Hensley.
Arthur no se mostró impresionado. Lanzó a Charles una mirada de soslayo, sus palabras cargadas de sarcasmo. —Qué coincidencia. ¿Qué hace aquí?
Charles se acercó a la cama, su voz inesperadamente suave. —Escuché que no te sentías bien. Vine a ver cómo estabas—. Observó al niño con atención. Una extraña sensación de familiaridad lo invadió, algo inquietante que no lograba identificar.
Arthur le devolvió una mirada escéptica, claramente poco convencido. Estaba seguro de que Charles, con su aire de superioridad, solo había venido a burlarse de él, a disfrutar de su incomodidad. El incidente del helado tenía que ser la razón. Era típico de él aparecer ahora y disfrutar del espectáculo.
—Estoy bien—murmuró Arthur, enderezando su pequeño cuerpo—. No necesito que nadie me vigile—. Forzó una expresión de indiferencia, negándose a mostrar debilidad.
Entonces, de repente, su estómago rugió con fuerza. El rostro del niño se tiñó de rojo, su orgullo luchando por ignorar el sonido.
Apretó los labios, negándose a admitir lo evidente.
Charles notó el cambio en su expresión y una sonrisa divertida asomó en sus labios. —Si no te sientes bien, puedes decirlo. No me voy a reír—. Su tono era comprensivo, como si pudiera ver a través de la fachada. Le dio una palmada ligera en el hombro, su mirada suavizándose.
—¡No... no estoy enfermo!—La voz de Arthur tembló un poco, pero su orgullo le impedía rendirse. Su rostro se sonrojó aún más. No iba a dejar que ese hombre ganara.
Jessica no pudo evitar suspirar para sí misma al ver a su hijo. No pudo evitar preguntarse, ¿de dónde saca esa terquedad?
Le entregó a Arthur el frasco de medicina y un vaso de agua. —¿Por qué no tomas tu medicina?
Arthur agarró el frasco sin dudarlo y se tomó la medicina de un solo trago. Luego bebió un gran sorbo de agua.
—Despacio—dijo Jessica suavemente, dándole unas palmaditas en la espalda.
Charles permaneció en silencio, con una leve sonrisa indescifrable en los labios mientras observaba la escena.
Selene, que los miraba, sintió una extraña sensación en su interior. Los tres, allí de pie, casi parecían una familia.
Parpadeó, notando lo mucho que Arthur se parecía a Charles en ciertos gestos, como si el niño fuera el reflejo del hombre.
Después de que Arthur tomó la medicina, Jessica le pidió que se recostara y descansara.
Se giró y vio que Charles seguía observando a su hijo con intensidad, su mirada cargada de algo imposible de descifrar. Un nudo se apretó en su pecho.
Antes de que pudiera pensar más en ello, la puerta se abrió de repente. —Tío Charles, ¿qué le pasa a mi abuelo?
La voz le resultó familiar. Jessica frunció el ceño. ¿Era Hugh?