Capítulo 5 Su aroma
Charles entró en la oficina del director general, con su asistente Flint siguiéndolo en silencio. La puerta se cerró suavemente tras ellos, y la habitación pareció oscurecerse bajo el peso de la conversación que se avecinaba.
—Señor Hensley, he encontrado a la mujer que me pidió investigar —dijo Flint, su voz firme pero con un matiz de satisfacción apenas perceptible.
Charles se dejó caer en su silla, el cuero frío crujiendo bajo su peso. Sus ojos, agudos y atentos, se entrecerraron. —Cuéntame.
Flint abrió un expediente, sus dedos rozando el papel antes de entregárselo. —Se llama Jessica Scott. Dejó Eldoria hace cinco años para estudiar en Mecria. Hace un año, ganó el Premio Internacional de Diseño de Interiores. Ah, y por cierto, está solicitando un puesto con nosotros.
La mirada de Charles se detuvo un instante en el expediente, pero su mente ya había comenzado a acelerarse. Ella había ganado el premio… y ahora estaba aquí. Sus labios se apretaron en una fina línea. ¿Así que ahora iba a ser su subordinada?
Se fue de Eldoria hace cinco años… El pensamiento le carcomía por dentro.
Su mente vagó hacia aquella noche, un recuerdo oscuro que emergía como humo. Acababa de regresar del extranjero, con sus planes listos para tomar el control del legado de los Hensley. La celebración debía ser un momento de triunfo, pero se transformó en algo completamente distinto. Lo habían drogado, y una mujer apareció como enviada por el destino, ofreciéndole el antídoto.
A la mañana siguiente, ella ya no estaba. Las sábanas estaban manchadas de sangre y uno de sus pendientes yacía abandonado sobre la almohada.
Nunca había visto su rostro, pero el aroma que dejó quedó grabado para siempre en su memoria.
La voz de Flint cortó sus pensamientos como una cuchilla afilada. —Hay más. Resulta que ella solía salir con su sobrino.
El ceño de Charles se frunció. —¿Hugh?
—Sí. Hace cinco años, estaban a punto de casarse. Pero Jessica lo traicionó. Le fue infiel y la boda se canceló. Por lo que he oído, después de eso no pudo mostrar la cara en Eldoria, así que desapareció rumbo a Mecria.
Charles recordaba vagamente la boda, un evento grandioso organizado por su cuñada, pero ninguno de los Hensley había sido invitado.
La mirada de Flint se volvió pensativa. —Señor Hensley, ¿no cree que ella esté aquí por su sobrino?
La expresión de Charles se oscureció, su mandíbula se tensó. —Si es así, ha venido al lugar equivocado.
Mientras tanto, Jessica había terminado su registro en recursos humanos y conocido a sus nuevos compañeros en el departamento de diseño. Se dirigía a su escritorio cuando la secretaria de la oficina del director general apareció de repente. —El señor Hensley quiere verla.
Jessica parpadeó, sorprendida. ¿El señor Hensley? ¿El hombre con el que se había topado en el aeropuerto?
Aún no había tenido oportunidad de averiguar mucho sobre el líder de la empresa, salvo que era la firma más poderosa de toda Eldoria.
Asintió, intentando calmar sus pensamientos, y siguió a la secretaria hasta la oficina del director general.
Los nudillos de Jessica rozaron la puerta, el suave golpeteo resonando en el silencio. Una voz baja y controlada respondió desde dentro. —Adelante.
Sin quererlo, una oleada de ansiedad se enroscó en su estómago. No podía precisar el motivo, pero pensar en él le provocaba un peso en el pecho.
Inspiró hondo y empujó la puerta, entrando en la sala.
Detrás de un escritorio imponente, él estaba sentado, la cabeza inclinada sobre una pila de papeles. Su rostro era afilado, esculpido como mármol, cada rasgo tan preciso que resultaba impactante. Había una cualidad casi magnética en su concentración, un atractivo en la forma en que trabajaba. La quietud de la habitación parecía curvarse a su alrededor.
—Señor Hensley, ¿quería verme? —Su voz era firme, aunque sentía una leve vacilación colándose entre sus palabras.
Sus ojos se alzaron lentamente, fríos y calculadores, como si midieran su valor con una sola mirada. —Siéntate.
La intensidad de su mirada la atravesó, pesada e implacable. Jessica se acomodó en la silla, su sonrisa una barrera ensayada contra la incomodidad que la invadía.
—Jessica Scott. ¿Ese es tu nombre? —Su voz era suave, cada sílaba flotando en el aire, como si probara su reacción al escuchar su propio nombre.
—Sí, soy yo —respondió, sus ojos posándose en el currículum que él sostenía.
—¿Por qué Vertex? —La pregunta llegó con frialdad, una formalidad que no encajaba del todo con la situación. Sus ojos no se apartaban de los de ella, fijos y gélidos.
Jessica parpadeó, desconcertada por un instante. ¿No era esa una pregunta para el reclutador? ¿El jefe mismo estaba conduciendo la entrevista?
—Necesito un lugar con más espacio para crecer —contestó, sus palabras pulidas y seguras, sin dejar resquicio para que él pudiera aprovecharse. —Vertex me ofrece esa oportunidad.
Aun así, él no respondió. Su mirada permaneció fija en ella, en silencio, expectante. El peso del momento se hacía cada vez más denso, casi asfixiante.
Entonces, tras lo que pareció una eternidad, volvió a hablar, su voz aún más baja, con un matiz indefinible en el aire. —¿No es por… motivos personales?
El ceño de Jessica se frunció, la confusión asomando en su rostro. —¿Hay algún malentendido? ¿Esto tiene que ver con el aeropuerto…? —Sus palabras se vieron interrumpidas por el zumbido repentino del intercomunicador.
Charles levantó el teléfono, su expresión volviéndose hacia ella por un instante. Lo que escuchó hizo que sus ojos se entrecerraran apenas un momento. —Hazlo pasar.
La línea se cortó y Jessica dudó. ¿Debía continuar la conversación? La sala se sentía más pequeña con cada segundo, pero antes de que pudiera ordenar sus pensamientos, la puerta se abrió de golpe.
Una voz, casual y familiar, rompió el tenso silencio. —Tío Charles, tengo las fotos que me pediste.
El corazón de Jessica dio un vuelco. Su cuerpo se tensó, cada músculo quedando rígido. Era Hugh.