Capítulo 6 ¡¿Cómo puede ser él el entrevistador?!
—¿Guau, en serio? He oído que el Presidente Peña tiene hijo, y que no está casado pero es guapísimo. ¿Está entrevistando a las solicitantes para buscar una madre para su hijo?
—Es posible, pero se rumorea que es impotente… Si no, ¿por qué no iba a tener a una compañera fija después de tanto tiempo? Pero hay incontables cotilleos acerca de él… ¡¿Le miran mal las mujeres porque es impotente?!
Tras su discusión animada, las mujeres presentes todavía estaban tentadas. ¡Siempre y cuando pudieran casarse dentro de una familia adinerada, no importaría, ni siquiera si tuvieran que ser madrastra o si él estuviera impotente!
Chiara no pudo evitar rodar los ojos con desdén al ver cómo estas mujeres competían entre ellas para mostrar sus encantos.
«Los jefes de empresa con hijos generalmente tienen más de 30 años, y deben tener barrigas cerveceras. Pero ya que tienen tanto dinero, ¿de veras tienen que seleccionar entre las entrevistadas una madrastra para sus hijos? Debe estar eligiendo una secretaria sexy para él».
Sin darse cuenta, a Chiara le daba asco este futuro jefe.
—¡Chiara Arévalo!
—¡Estoy aquí! —Chiara se abrió paso a la fuerza entre la multitud al oír que llamaban su nombre.
Respiró hondo, abrió la puerta, y entró.
Había cinco entrevistadores sentados en medio del escenario, y con expresión de reverencia, el entrevistador a la derecha estaba diciendo algo al hombre a su lado. Chiara se quedó en shock.
«¡¿No… No es ese el hombre del ascensor?!».
Se aguantó la respiración al ver las miradas zalameras de aquellos alrededor del hombre. «¿Qué debería hacer?».
Chiara vaciló. «Este hombre parece tener un puesto más alto que todos los demás. ¿Es un gerente, un director, o un…?».
Israel parecía haberse dado cuenta de algo; levantó la cabeza y miró a Chiara con indiferencia. Entonces agachó la cabeza y preguntó, como si nunca antes la hubiera visto:
—¿Así que te graduaste de Wharton?
A Chiara le costaba encontrar la voz.
—To… Todavía no he obtenido mi certificado de graduación.
Solo logró recibir la carta de respuesta para la entrevista de trabajo al reunir su valor para escribir en nombre de la universidad de la que graduó. Este trabajo le hacía muchísima falta.
El entrevistador se sobresaltó.
—¿Quieres decir que tu información está falsificada? —Con rapidez, se dirigió a Israel, quien estaba a su lado, y se disculpó—: Lo siento, Presidente Peña. Nuestro proceso de verificación…
Israel le hizo un gesto con la mano para que guardara silencio. Entonces, contempló con frialdad a la mujer que estaba debajo del escenario.
—¿Quieres decir que solicitaste el puesto basándote solamente en tu experiencia trabajando en el hotel Milady en Alemania? —Su voz sonaba más fría aún—. ¿Has leído los requisitos de trabajo? —Acto seguido, le arrojó los documentos con expresión indiferente como si hubiese visto a través de sus mentiras hace mucho tiempo—. ¡Vete!
Desanimada, Chiara recogió los documentos y se giró para marcharse. Al tiempo que se iba, escuchó al hombre detrás de ella decir en voz gélida:
—No hagas jugarretas inútiles. ¡Ninguna empresa contratará a alguien que hasta falsificó sus datos personales!
Desafiándolo, Chiara se detuvo en seco. «¿No es un poco demasiado santurrón este hombre?». Se giró, regresó, y golpeó los documentos sobre la mesa. Hizo tanto ruido que los entrevistadores a su alrededor la miraron y jadearon en shock.
«¡Cómo se puede atrever alguien a tirar cosas delante del Presidente Peña! ¿Está cansada de vivir?».