Capítulo 5 ¡Debe ser una estrella de discoteca!
Alguien alrededor de ellos exclamó:
—¿Quién eres tú? ¿Por qué has entrado al ascensor de los ejecutivos?
—Lo siento. Vengo aquí para una entrevista de trabajo, y tengo prisa —contestó Chiara al tiempo que intentaba ponerse de pie.
Inesperadamente, se movió demasiado deprisa, haciendo que su larga melena ondulada se enredase en el botón de la camisa del hombre. Se dio un jalón tan fuerte en el pelo que le dolía el cuero cabelludo. Al caerse de nuevo, dio la casualidad de que puso las manos en el pecho del hombre.
Como si hubiese recibido una descarga eléctrica, Chiara dijo sin demora:
—¡Lo… Lo siento! ¡No le estoy tocando a propósito!
De repente, el ascensor se sumió en silencio durante dos segundos.
—¡Pffff!
Al instante, varias personas en el ascensor no supieron si reír o poner mala cara. Sin embargo, la expresión glacial de este «pez gordo» hizo que se tapasen la boca con rapidez y contuviesen su risa a la fuerza.
Israel se quedó visiblemente congelado por un segundo. No pudo evitar fruncir el ceño, porque nunca se había topado con una situación tan absurda.
—¡Lo siento! Lo siento mucho… ¿Me… Me puede echar una mano? —Chiara intentó desesperadamente liberar su pelo del enredo, pero al moverse el mechón se enredó más y más en el botón.
Estaba tan nerviosa que le sudaban las palmas de las manos.
Israel no pudo evitar sentir que esta mujer le parecía muy familiar, pero nunca la había visto antes. Las manos tiernas de ella no paraban de tocarle, como si intentara seducirle. De un modo raro, a pesar del hecho de que él sufría de misofobia grave, no le dio asco.
Tras guardar silencio por un segundo, el hombre agachó la cabeza y desenredó el pelo de ella del botón con sus largos dedos finos, como ella había pedido.
—No te muevas; relájate. —Su voz sonaba fría y distante.
«¡Esta voz… Suena tan familiar!». Chiara se quedó impactada.
Recordó de repente aquella noche en el hotel hace cinco años. Cuando abrió los ojos en un estado de aturdimiento, con la tenue luz no lograba ver al hombre con claridad, pero vislumbró vagamente sus labios rosados. Él le dijo que se relajara, solo para embestirla con su miembro con más fuerza aún luego de eso.
Al instante, Chiara se puso colorada mientras esas escenas eróticas pasaban por su cabeza. «¡Oh, Dios mío! ¿Es que deseo al hombre? ¡¿Por qué iba a recordar yo todo esto?!».
—Gracias.
Sin obtener respuesta, ella no aguantaba más la curiosidad, así que miró al hombre sin decir nada. Él vestía un traje caro hecho a medida que destacaba sus apuestas piernas largas. Lucía aristócrata y frío, y aunque sus labios fruncidos eran atractivos, mostraban un ápice de indiferencia.
—Señorita. —El asistente de Israel regresó con rapidez a sus cabales. Recordando que Chiara acababa de lanzarse a Israel, dijo con frialdad—: Lo que ha dicho de tener prisa probablemente solo fuera una excusa. ¿Solo quería acosarlo, verdad?
«¿Acosarlo?». Chiara todavía estaba confusa cuando el hombre a su lado agachó la cabeza y la miró de reojo.
Durante los años, muchas mujeres habían ido ha venido a su lado; si bien ellas se habían devanado los sesos para acercarse a él, él no había tenido interés en las mujeres desde aquel incidente hace cinco años. La única mujer con la que él había tenido una aventura de una noche era tal vez la mujer con la que se acostó sin querer en ese mismo año. También era la madre biológica de su hijo.
Mientras Israel recordaba los movimientos de esta señorita hace un momento, que al parecer eran un intento deliberado de ponerse en contacto con él, la dureza y asco en su mirada aumentaron.
«Casi me dejo engañar por esta mujer que tengo delante», pensó.
Chiara estaba disgustada.
—¡¿Qué pasa con esa mirada?! ¡Dije que tengo prisa!
«¡Le acabo de dar las gracias de corazón por sacarme del apuro hace un momento!».
Pero el hombre ya no quería hacerle más caso. Ordenó con indiferencia:
—Severino, pulsa el botón del piso.
Su asistente, Severino, presionó el botón del ascensor para el piso más cercano. Cuando se abrió la puerta del ascensor, le pidió a Chiara que saliera.
—¡Señorita, por favor, bájese aquí y no haga tal jugarreta la próxima vez!
—Por favor, de verdad que yo no… —Chiara quiso dar una explicación, pero con actitud implacable el asistente le pidió de nuevo que saliera del ascensor. Chiara apretó los dientes y lanzó una mirada fulminante a Israel. Al salir del ascensor, masculló—: ¿Quién se cree que es? ¡Qué gracioso que me hayan acusado de acosarlo! Tiene la piel tan clara y blanca; ¡se nota de un vistazo que debe ser una estrella de discoteca!
No lo dijo en voz suficientemente baja, así que Severino parecía horrorizado al oír sus palabras. «¿Está cortejando la muerte esta entrevistada? ¿Co… Cómo puedo decir que nuestro Presidente Peña es una estrella de discoteca?».
Las extremidades de Severino temblaron debido al aura siniestro que emanaba del hombre a su lado. Sin atreverse a mirarlo, el asistente dijo en voz temblona:
—¡Llamaré a los guardias de seguridad ahora mismo y les diré que suban y manejen esto!
—Eso es demasiado molestia. —Israel retiró la mirada al tiempo que se cerraba la puerta del ascensor.
Por algún motivo, estaba interesado en esta mujer porque las palabras de ella seguían sonando en sus oídos. «¿Cómo me pudo acusar de ser estrella de discoteca después de enredarse el pelo en el botón de mi camisa adrede? ¡Qué interesante!».
Entrecerró los ojos, pero su voz sonaba más profunda y fría que antes. Quería ver si esta señorita podía brillar en su entrevista de trabajo.
—Llama a Jorge y dile que estaré ahí para la entrevista a las diez.
—Sí, Presidente Peña.
…
Al llegar a la recepción, Chiara vislumbró la enorme multitud de gente. De repente se encontraba bajo un estrés enorme, porque más personas de las que ella imaginaba estaban solicitando el puesto de trabajo.
Encontró un sitio al azar y se posicionó al lado de unas mujeres que estaban charlando.
—Oye, ¿oíste que el Presidente Peña también estará aquí para la entrevista de hoy?