Por supuesto que él no huiría, deseaba poner al maldito francés en su lugar. No podía permitir dejarlo sin un castigo después de haber secuestrado a su hermosa Dylan.
—Ven salgamos de aquí — le pidió tomándola de la mano y así caminar hasta donde se encontraba ya lo que parecía el comienzo de una pista de carreteras improvisada.
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