Capítulo 6 No soy nada tuyo
La casa de su conejita, porque Phantom no solo tenía controlado su itinerario dentro del club, también fuera de este, por la hora que era, estaba seguro de que la encontraría en su casa y más le valía que así fuera a menos que deseara que levantara a toda la ciudad en su búsqueda.
Pero una vez llegó a la entrada del edificio de departamento donde ella vivía. Se quedó un par de minutos ahí parado, hasta que decidió entrar llevando su motocicleta hasta el estacionamiento del edificio.
Ahora lo que tenía que hacer era tener un pretexto para entrar al edificio y lo encontró en un joven repartidor de pizza que llevaba su pedido al mismo piso donde se encontraba el departamento de la joven bailarina.
Por supuesto el coste por la pizza le salió más caro de lo que hubiera querido, pero gracias a eso, ahora, no solo se encontraba de camino de verla, también le llevaba la cena.
Solo tocaba esperar que la dulce Dulcinea se dignara a abrir la puerta la cual ya había sido tocada por él en tres ocasiones.
Por fin había llegado la pizza, él hombre de la puerta sonó tres veces y Dylan terminó la copa del vino que había abierto para calmarse y caminó hasta la entrada solo para abrir la puerta y tomar la pizza que le acababan de traer.
Ni siquiera miró el rostro del repartidor, no quería que un desconocido pudiera ver sus lágrimas ¿Por qué seguía llorando por ese imbécil?
Solo se giró a dejar la pizza en la barra de la cocina y luego volvió sobre sus pasos entregándole un billete al repartidor.
— Quédate el cambio.
—La pizza ya está pagada — respondió él entrando tras de ella.
¿Cómo se atrevía a no traer el dinero con ella y darle la puerta a un hombre?¿Es que no tenía miedo de que algún hombre pudiera hacerle daño?
Él estaba lleno de celos pensando en lo que podía ocurrirle a su conejita si actuaba así siempre, con lo fácil que había sido para él, cualquiera de los tipos que la deseaban del bar tendrían la misma facilidad de llegar a ella.
Dylan se quedó paralizada por su voz al levantar la vista y toparse con los ojos azules de Phantom quien entraba sin ser invitado.
—¿No crees que estás siendo muy descuidada al darle la espalda a un desconocido?— le preguntó ya adentro del apartamento cerrando la puerta tras de él, hablándole al oído, pegando el cuerpo de la joven contra el suyo.
Ella no entendía qué hacía él allí, pero odiaba que hubiera podido ver sus lágrimas y saber que era por él, no, no podía permitirlo, sobre todo que se creyera con el derecho de tratarla como lo hizo y llegar como si nada, o que le dijera como debía comportarse para no ser agredida, si ese hombre creía que ella era una mujer que necesitaba ser protegida,se llevaría una sorpresa.
— Es que mi padre es un tipo muy peligroso y precisamente por eso se ocupó de que supiera defenderme — dijo mientras llevaba la mano hasta el liguero que tenía en el muslo, a pesar de estar solo cubierta por una camiseta vieja que le llegaba a mitad de los muslos ella acostumbraba a estar armada siempre, a excepción de cuando bailaba, el resto del día tenía sus cuchillos pegados al cuerpo, incluso cuando dormía.
Sacó uno de los tres cuchillos de lanzar que tenía ahí y en un rápido movimiento ya había herido superficialmente el cuello de Phantom con el filo del arma blanca mientras sonreía sin apartar el arma de su cuello y ejerciendo cierra presión.
Ethan en vez de sentir miedo o peligro por su vida, lo que se puso fue muy duro, ver qué no era solo una mujer bonita, más bien una mujer de armas tomar.
—Ahora veo que no eres tú quien corre peligro —mencionó Phantom sujetando a la joven de la cintura, era tanta su excitación por esa mujer que ni siquiera se inmutó ante el dolor que le provocó el filo de su arma blanca.
— Podría matarte de varias maneras, rápidamente. Para algunas ni siquiera necesito armas — presumió Dylan muy cerca de su rostro, tanto que sus labios y los de él casi se rozaban al hablar — Y debería hacerlo, no te invité a mi casa y aún así te crees con el derecho de entrar.
—Eres una matahari, mi matahari— especificó él haciendo su agarre más fuerte sobre el de ella, tanto que el pequeño hilo de su herida se hizo un poco más grueso, cuando él tomó la muñeca de la mano donde ella sostenía el pequeño puñal —. Aunque estoy más interesado en que intentes matarme sin el uso de algo como esto.
Ahora él puñal se encontraba en su mano, al igual que ella permanecía muy sujeta a él.
Por lo que para evitar que pudiera alejarse, lanzó el dichoso puñal a la diana que la joven tenía en el muro de la pared frente a ellos quedando enterrado justo en el centro.
Él también deseaba quedar enterrado como ese puñal, pero justo en medio de las piernas de esa conejita traviesa a la cual no pudo evitar tomar del cuello para besarla y así evitar, que ella se alejara cómo estaba seguro que planeaba hacer, así enojada y llena de rabia por él todavía le ponía más, saber que podía afectarla, que de verdad le importaba, que seguía dominando el juego y no se había vuelto en su contra.
Ella fue incapaz de resistirse a ese beso, el cual correspondió con rabia, estaba muy molesta por lo que ese hombre había hecho horas atrás, había idealizado y esperado tanto el momento en que se fijara en ella que fue una estúpida por creerse especial.
—¡Muéstrame conejita!
Dylan quedó jadeante por el beso contra su rostro por unos segundos, procesando lo que acababa de ocurrir y que la humedad entre sus piernas había vuelto, estaba caliente, pero esta vez su cerebro dominaría su corazón y también el deseo que sentía entre sus piernas.
— No soy nada tuyo, no tengo que mostrarte nada, así que ya te estás marchando de mi casa — hizo una llave que la liberó de su agarré y con la que logró quedar a la espalda de él retorciéndole la muñeca.