Capítulo 1 Te arrepentirás de esto algún día
—Madeline Grant, ¡eres una asesina! ¿Por qué sigues viva? Deberías haber muerto en su lugar!
Noah Quincy la apartó de un empujón. Su expresión era tan sombría y desolada como el fúnebre traje negro que vestía. Sorprendida, Madeline perdió el equilibrio y cayó sobre su vientre de embarazada. El dolor era tan intenso que los espasmos sacudieron todo su cuerpo y gritó de agonía.
La sangre comenzó a gotear poco a poco en el suelo. Sin embargo, se obligó a ignorar el dolor y levantó la vista con los ojos hinchados y enrojecidos.
—Noah, ¿cuántas veces tengo que decírtelo para que me creas? Yo no fui quien traicionó a tu familia ni a la Corporación Quinton, y claro, ¡no causé la muerte de tu abuelo!
—¡¿Tienes el valor de decir eso delante de mí?! ¡¿Te hemos maltratado de alguna manera?! ¿No te bastó con ser parte de nuestra familia, y ser una nuera adorada? ¡En lugar de eso, vendiste información confidencial sobre el negocio familiar, metiéndonos en graves apuros! Cuando el abuelo descubrió tu pequeño secreto, ¡te deshiciste de él sin piedad!
Madeline negó con la cabeza una y otra vez:
—¡Te lo dije, no fui yo! ¡Fue Angie!
Noah estaba furioso. Mirándola con desprecio, le espetó:
—¡Cómo te atreves a meter a tu hermana en este lío! ¿No le has hecho ya suficiente daño? ¿Qué más quieres?
Una y otra vez, esa mujer conspiraba sin remordimientos, pero, como un tonto, ¡al final siempre cedía y la perdonaba! En los ojos del hombre se reflejaron una férrea determinación y rabia, y le arrojó a Madeline un acuerdo de divorcio a la cara.
—¡Firmarás esto ahora mismo! A partir de hoy, te haré pagar mil veces todo lo que has hecho.
Ver el documento fue como una daga en el corazón de Madeline. Todo su cuerpo se sintió como si se hubiera convertido en hielo, como si la hubieran enviado a los helados páramos del mismísimo infierno. Negó con la cabeza en un frenesí:
—No... no firmaré los papeles del divorcio. Nuestro hijo aún no ha nacido...
No podía divorciarse, no ahora. No quería que su hijo quedara estigmatizado y sufriera por lo ocurrido.
Noah la apartó de un empujón:
—¡Te lo advierto, no te atrevas a usar a ese niño para amenazarme! Si no fuera por tu embarazo, ¿crees que te dejaría vivir?
Por encima de todo, odiaba sentirse intimidado. Esta mujer, sin embargo, se lo había hecho una y otra vez.
—¡Llamen a la policía!
Giró sobre sus talones y salió de la casa, hirviendo de rabia. No le dedicó ni una mirada más a Madeline, quien se negó a perder la esperanza. No creía que pudiera tratarla con tanta crueldad e intentó seguirlo. Sin embargo, vio que él ya había subido a su coche. No sólo eso, su hermana, Angie, estaba en el asiento del copiloto, con cara de satisfacción y actuando como la señora de la casa Quincy. ¡Ella fue la instigadora de todo el asunto!
Madeline no quería otra cosa que sacar a su estúpida hermana del coche y estrangularla hasta matarla. Sin embargo, justo en ese momento, oyó sonar una sirena de policía y un coche de policía se detuvo delante de la casa.
—Señorita Grant, el Señor Quincy, ha presentado una denuncia contra usted, diciendo que cometió un asesinato a propósito y vendió secretos corporativos. Tenemos pruebas concluyentes para arrestarla en este mismo momento.
Los agentes la agarraron de los brazos y la arrastraron hacia el coche de policía. Ella se tambaleó y volvió a caer al suelo. El odio la consumía; sólo podía dejarse llevar, mirando con ojos venenosos mientras Noah y Angie se alejaban.
Mientras la policía la ponía en pie, Madeline forcejeaba con furia. Mirando al coche que se alejaba con Noah y su hermana gemela, chilló:
—Noah Quincy, tú sólo crees lo que te dice esa zorra, ¡nunca a mí! Algún día te arrepentirás de esto. Si has causado algún daño a mi hijo no nacido, nunca te lo perdonaré, ¡jamás!
La lluvia comenzó a caer, mezclándose con el rastro ensangrentado en el suelo donde la policía la había arrastrado hasta el coche. Sus gritos desolados atravesaban la tormenta como los lamentos de una banshee.
Mientras se alejaba, Noah aún podía vislumbrar a lo lejos la figura humillada y desesperada de Madeline. Sus sollozos resonaban en sus oídos y sus acusaciones parecían clavarse en su corazón.
Era obvio que era su culpa, así que ¿por qué sintió de repente que estaba cometiendo un error?
...
Habían pasado cinco años.
Un viento frío y amargo soplaba sobre el paisaje frío y desolado del cementerio de North Hill, en Imperia.
Madeline estaba de pie delante de la parcela del cementerio de la familia Quincy. Iba vestida de negro y sostenía un pequeño ramo de lirios. Se agachó y depositó las flores en la tumba de Gordon Quincy.
—Siento haber tardado tanto en visitarte, Gordon —murmuró.
Se quitó las gafas de sol, mostrando un rostro desprovisto de maquillaje. Tenía rasgos bonitos, una nariz exquisita y recta, con unos labios sonrosados, incluso sin labial. Llevaba la larga melena recogida sobre su hombro. Aunque estaba en un cementerio y vestía con un atuendo tan austero, su elegancia y su belleza fría y distante seguían llamando la atención.
Por fin había cumplido su promesa y había vuelto después de tanto tiempo…
Estaba segura de que Gordon había sido su ángel de la guarda todo ese tiempo, permitiéndole encontrarse con aquel misterioso buen samaritano cinco años atrás.
En aquel entonces, cuando Madeline había sido inculpada por vender información confidencial sobre la Corporación Quinton y causar la muerte de Gordon, su reputación había quedado destruida. Se había convertido en una criminal notoria, despreciada por todos en Imperia.
La noche de su detención, había sangrado demasiado y dado a luz a trillizos prematuros. Se habían llevado a su primogénito por orden de Noah; por suerte, había encontrado a un misterioso individuo que la había ayudado a ocultar la existencia de sus otros dos hijos. Este individuo también la había ayudado a fingir su propia muerte, por lo que había podido ocultarse y sobrevivir hasta ese momento.
Se quedó mirando la fotografía de Gordon impresa en su lápida. Incluso en la foto, su expresión era amable y compasiva, igual que cuando estaba vivo. Por un momento, le pareció que le había sonreído.
—¡He oído que se van a casar pronto!
La mirada de Madeline se volvió fría como una hoja de acero.
—No te preocupes, Gordon. Mientras yo siga viva, me aseguraré de que esa zorra asesina de Angie no vuelva a formar parte de la familia Quincy, ¡no después de haberte traicionado!