—Cansada. —Las manos de Lin Ruixi se aferraron con fuerza a la camisa de Zong Jinghao; no quería dormir, pero no podía hacerlo porque era un lugar desconocido.
Su pequeño cuerpo seguía jugueteando en sus brazos. Zong Jinghao la acercó más a él y sus grandes manos golpearon su espalda.
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