Capítulo 6 Cinco
Esa noche que entré aquella casa, no fue casualidad, aunque todos así lo creyeron.
Si hubiese imaginado que ese evento nos llevaría hasta un abuelo imponiendo su oposición para obtener mayores ganancias en convenios que ni me concernían, pero sería la principal estrategia, habría renunciando a salvarle.
Esa noche sin dudar le habría dejado morir.
Le habría pasado de lejos.
Nunca debí salvarlo.
Vestía con mis pantalones vaqueros, botas estilo militar, una camisa negra y mi chaqueta de cuero.
Anduve con las manos en los bolsillos mientras circulaba por el área en compañía de un grupo lastrado, merodeaba como una fiera en busca de su presa, cada noche veía salían elegantes autos de aquella mansión, ese recuerdo es lo más nítido que poseo, todavía me arrepiento, esa noche debí ignorar las sandeces que lanzaron mi grupo.
"Han da ya, qué ni puedes atreverte" esa voz ruidosa de Daniel me advirtió que subirían a las redes mi falta de valentía y se burlarían durante el resto de mis días."Ves, es solo una cobarde"
Apreté los puños.
Caer en una tentación tan mundana no debía tan fácil pero lo fue, tener que liderar con ellos, solo debía entra aquella mansión y traer un jarrón. Suponiendo que las cámaras lograrán apagarse en diez minutos podría ir y volver.
Entrar aquella mansión no era fácil.
Tampoco sabía que ese sujeto que salvé al azar sería mi esposo, si lo hubiera sabido, le habría ignorado. Habría dado media vuelta e ignoraría su existencia. Habría hecho todo menos llamar una ambulancia. Claro, también estaba ese incierto de ir a prisión por romper varias leyes.
Ese hombre moribundo conmovió mi nobleza.
Porque era injusto verle así.
Saltar las barreras de seguridad fue fácil.
Caí agachada para retener el golpe, me levanté poco a poco, no habían guardias. Mis amigos, bueno, el grupo que solía molestarme con sus porquerías quedó atrás.
Avancé con pasos sigilosos por el frente. Obviando el hecho que tendrían más de una cámara de seguridad, atravesé el jardín, subí el único escalón hasta agarrar la perilla de la puerta.
Un reto fácil.
Habría ganado lo suficiente, al menos, para cubrir los gastos de la renta del apartamento en el campus de la universidad. Lo extraño surgió en ese instante. Lo impactante fue esa mano que surgió a través de la puerta y me agarró del brazo halando hacia adentro.
Trastabillando apenas logré estabilizar mi andar sobre las suelas de las botas y no romperme un hueso, con mis pies que solían ser una mantequilla, impuse un poco de resistencia.
Ese sujeto que tenía delante, no parecía razonar.
"Suelta"
"¿Dónde habías ido?" su voz ronca, hizo que mis alertas se activaran.
Sus ojos brillantes me indicaron que no era a mí, no es a mí a quien habla, quién estaría delante de él en su espejismo. No lo sabía. Mis alertas se activaron ese hombre podría hacer cualquier locura.
"¿Siquiera sabes quién soy?" oponiendo resistencia empecé a forcejear. "Suelta"
"¿Dónde fuiste?" insistió. "Dime" podría escuchar la ansiedad en su hablar.
Le escaneo con la mirada en cuestión de segundos comprendí su miserable estado.
Él tenía cubierto el rostro de un líquido carmesí desde la frente descendiendo por el lado izquierdo del mismo.
Tenía el labio hinchado.
Un corte en la comisura del lado derecho y su ropa se había rasgado por una extraña razón.
En ese instante lancé una mirada hacia atrás del cuerpo ajeno, apenas logré distinguir un florero roto cerca de una mesa llena de bocadillos, era una casa lujosa preparada para dar una buena celebración. No había nadie en aquel lugar, una sospecha surcó mi cabeza ante la sola idea que estuviera bajo el efecto de alguna sustancia o sería tan potente el golpe hasta hacerle perder su realidad.
Usé mi fuerza para librarme de sus garras.
"¡Habla!" claro mis acciones le enfurecieron, fueron como un combustible al fuego, su voz se volvió más tosca y su semblante cambio gradualmente, debía salir de allí. "¡Dime! ¡Dónde fuiste!"
Esquivé al sujeto que intentó atraparme entre sus brazos.
Salté lejos de su alcance.
Apenas logré agacharme un poco.
Mis botas hicieron eco por la suela de las mismas impactando contra el piso, ese hombre debía estar demente. Sentí mi corazón acelerarse en demasía.
"No he ido..."
"Mientes" rugió.
Su rostro parecía el de un feroz cazador que no se detendría hasta saciar su hambre. ¿Cuándo pase hacer la presa?
Trague saliva.
Bien, me estaba quedando rápidamente sin opciones. Había invadido una propiedad ajena, ese sujeto tenía delante podría ser el dueño, no tenía idea que desea, quería quién sabe que cosa y yo apenas entendía en mi conciencia que podría ir a prisión.
Ese hombre estaba tan herido.
Sabía de buena fuente que siempre se hacían extraordinarias celebraciones, era imposible no asistir, la gente se enteraba que iban para más que una buena noche.
Lo cual era irónico.
Tenía delante un extraño hombre que decía lo contrario de su festividad.
"Quieres unos buenos golpes" no me asustaba ese sujeto, darle unas buenas patadas quizás le harían reaccionar, me despoje de mi chaqueta de cuero dejándola caer sin cuidado en el piso."Ven, haré que se aclare tu mente "
Incitar una hojarasca podría considerar un delito.
El hombre ni le meditó.
"¡Ah!" grité asustada al verle arremeter contra mí. "¡Detente!" agité mis manos en el aire.
Cierto, si le golpeaba sería culpable de un crimen que no hice. Ese hombre lanzó un golpe en el aire, seguidamente, pateó queriendo golpear mi estómago. Esquivé por los pelos un golpe severo que tardaría días en dejarme de doler.
Apenas logré esquivar con torpeza los golpes lanzados, no quería ir a prisión.
"Oye" "No era cierto" exclamé con los nervios al tope."Detente" "Señor acaso no puede usted hablar" me quejé sabiendo que no iba responder.
"¡Te vi!"
Acaso no tenía dos buenos ojos para diferenciar a la persona delante, sería tan drástica esa pelea que le dejaron una conmoción cerebral. Bufé. Era inútil razonar con ese hombre.
Sin embrago, mis botas resbalaron en un charco en el piso, ante el miedo de romperme la espalda por un astibo de esperanza logré tomar el cuello de la camisa ajena y ese tipo no tenía acaso resistencia para no dejarnos caer.
Unos labios golpearon de lleno contra los míos.
Abrí grandemente mis ojos.
Rápidamente empujé el cuerpo ajeno.
Mis ojos casi salían de la orbita, no por el contacto sino por aquel líquido que escupió sobre mi boca. Llevé mi mano hasta mis labios, qué había sucedido, esa persona tenía daños internos.
"Auch" musité aturdida, el dolor recorrió por mi columna."Imbécil" escupí superficialmente, el cuerpo contrario parecía un peso muerto sobre mí.
Me asusté mucho. Sea lo que sea, eso que sucedió dejaría secuelas, él tenía que ir rápido hacia un centro médico.
"Vamos"
Le removí.
Mis manos temblaban gradualmente, tenía que salir rápido. Aunque daba la impresión de un serio caso entre el bajo mundo, tenía que quedarme atrapada entre las tonterías de ese torpe hombre. Quería largarme de una vez pero fue imposible.
Luché por un momento y fue imposible moverle.
"¡Mueve! ¡Anda!"
Estiré el brazo queriendo alcanzar mi chaqueta.
Apenas lograba rozarla con las puntas de los dedos. Ese hombre debía ser un imbécil, no podía contratar un sistema de seguridad para protegerle.
Sería tan tacaño.
No había seguridad, no había nadie, estaba varado casi en medio de la nada. Sino fuese porque estaba frente a la residencia una carretera, misma que quedaba frente al mar, al circular por la carretera podías notar lujosamente aquel pequeño jardín tras los barrotes de metal.
"Vamos despierta" supliqué sabiendo que estaba inconsciente, debía tener tanta mala suerte. "No mueras" supliqué de manera tan lastimera. "No mueras, no lo hagas"