Capítulo 5 Cuatro
Cuando Alisha despertó al día siguiente Gael se había ido.
La casa se sentía extremadamente sola.
No había ni un misero ruido.
Las ventanas estaban trabadas, las cortinas cerradas, daban la impresión de una casa sombría y gigantesca. El lado opuesto en la cama yacía tan pulcramente arreglado, parecía que nadie había dormido ahí, en la mesita de noche seguía esa estúpida foto en la que parecía Gael con esa mujer.
Alisha sintió curiosidad por el pasado del joven empresario, se bajó de la cama, andando descalza. Sintió el frío de la madera recorriendo por las planta de sus pies.
Como si sus extremidades estuvieran en automático se dirigió al armario, el enorme guardarropa estaba hecho de madera, tomó la puerta y deslizó para abrirla.
Habían muchos trajes, guardados en perchas, en la parte de bajó habían varias cajas de cartón.
Alisha se agachó y abrió de una en una, rebuscando algo relevante.
Ella se asustó.
Encontró una caja de cristal que contenía una pelota de béisbol y recordó que ella y Gael se habían conocido gracias a la pelota.
Sostuvo entre sus manos aquella caja mientras se levantaba del piso, era imposible que todavía guardase ese recuerdo. Han pasado tantos años. Gael debía recordarla aún.
En ese momento, Gael apareció de repente.
La puerta fue abierta de un portazo.
Alisha se asustó y la caja de cristal que tenía en la mano se cayó al piso y se rompió.
Gael recogió la pelota de béisbol.
"Solo estás quedándote en mi casa temporalmente, no consideres este lugar como tu hogar" le advirtió.
Al ver la mirada nerviosa de Gael.
Alisha adivinó que la pelota de béisbol era algo relacionado con la mujer de la fotografía en la habitación. Siempre había pensado que todas las cosas para las mujeres en la casa eran compradas a voluntad por Gael, pero ahora, sabía que estaban especialmente preparadas por él para esa mujer de la foto en su habitación.
Esa que parece contemplar con una devoción divina.
Ella solo era una invitada temporal, y esa mujer hermosa y exquisita, que no vivía allí era la verdadera anfitriona de la casa.
"Puedo compensar la caja de cristal rota" dijo cuidadosamente a Gael.
Él soltó una risa burlesca.
"Incluso tu familia es mantenida por mí. ¿Cómo podrías pagarla?"
Gael empujó sin piedad Alisha, haciendo que el cuerpo ajeno fuera devuelto al piso. Gael no se dio cuenta que cuando ella cayó, lo hizo sobre el cristal roto.
Alisha miró la caja de cristal rota en el piso y comprendió que esa persona era la "pelota de béisbol" que Gael valoraba, pero ella era la "caja de cristal" rota que él no miraría más aunque estuviera rota.
Los trozos de cristal se clavaron en sus piernas. Esos diminutos short que usaba como pijama no ayudaron para evitar las heridas en su piel.
Ella quiso levantarse pero un dolor atravesó por su cuerpo, reflejándose inmediatamente en su rostro.
"Acaso no puedes levantarte"
"Vete al carajo" una lágrima rodó por su mejilla, ella apretó sus labios sintiendo el dolor carcomiendo en su sistema. Se impulsó y se levantó.
Gael se asustó al notar ese líquido carmesí bajando por las piernas de su esposa.
"¿Qué diablos es eso?" sus ojos se abrieron gradualmente.
"Se me dio por caer en vidrio" expresó con sarcasmo.
Los cortes en su piel no eran tan profundos, ella fue al baño y tomó el botiquín de primeros auxilios para limpiarse las heridas, se sentó en el borde de la cama limpiando la sangre y luego colocaría unas banditas en las heridas.
"Yo"
"¡Largo!"
"Yo"
Alisha suspiró.
"Será mejor que te largue, cuando aún puedes" ella observó aquel hombre mayor. Su rostro era muy siniestro. Gael tragó saliva, esas heridas habían sido por su culpa.
"Siento..."
Alisha lanzó contra el hombre empresario un bote de alcohol que tenía en mano.
"Tus disculpas no van a curarme" espetó.
Gael salió de la habitación.
Era cierto, ella se sentía tan sofocada ante esa actitud tan sumisa que podía mostrar. Gael debió esperar mucho por encontrar aquella persona. Ella sabía que nunca lograría acaparar la atención de él.
Mientras limpiaba una mano tomó la propia.
"Lo haré yo"
Gael había regresado.
Ni siquiera escuchó la puerta abrirse ni andar hacia ella, solo apenas notó una mano que tomaba la propia, porque sus ojos estaban nublados por una cortina de líquido. Las gotas caían sobre sus muslos.
"No" ella ni siquiera reconoció su voz.
Una tras otra caían las lágrimas sobre sus muslos.
Ni siquiera sabía en que momento empezó a sollozar, solo podía sentir esa mano envolviendo la propia, esa calidad sensación que abrigo su pecho.
"Para de llorar, te ves del asco"
"Tú eres del asco"
Parpadeó haciendo que dos grandes gotas descendieran por sus mejillas, encontrándose con esos hermosos ojos color grises, entonces, observó aquel color de multicolores que adornaban cerca del iris.
Su rostro que usualmente era inexpresivo.
Se suavizó.
Una mano acarició su mejilla.
"Somos del asco"
Gael sonrió, una sonrisa sincera que le contagió.
"Puedes quedarte"
"Acaso no estoy aquí" él limpió sus lágrimas. "Viene para ayudarte"
Porque él no sabía que estaba pidiéndole que se quedara con ella, no con esa mujer que parecía gobernar su mundo. Quería tener el derecho de ser egoísta.
Ella sintió.
Sabía que pedirle eso fue una estupidez del momento, ese hombre que ha amado por más de diez años, solía ser un poco lento para comprender.
"Lo sé"
Gael instintivamente se acercó y le besó castamente los labios.
No sabía por qué lo hizo, solo entendía que su corazón se detuvo un segundo, sus lágrimas volvieron a surcar por ultima vez sus mejillas y un calor se apoderó de su rostro.
"Deja de llorar que te ves..."
Alisha no escuchó lo que él estaba diciéndole, apenas atinó a seguir observando esos labios moverse y articulando quién sabe qué palabras.
Ella sentía su corazón acelerado.
Y sus sentidos se han desconectado casi por completo, ella soltó una risa nerviosa.
Gael era su primer amor, al que no quería renunciar.