Capítulo 64 Que la magia no termine
Miguel abrió sus ojos, estiró su brazo y encontró que en el lado izquierdo de la cama estaba vacío. Se sentó de inmediato, miró su reloj y eran como el medio día, se llevó la mano a la frente, buscó sus pantalones, los encontró sobre una silla.
—Lu —exclamó con cierta preocupación, la buscó por la casa, pero no la encontró, entonces salió de la finca, y la miró a los lejos, se hallaba sentada frente a una pequeña laguna artificial.
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