Capítulo 7

Helena se encontraba en una encrucijada, estaba entre cumplir con la razón que le indicaba que ese hombre ya no le pertenecía, o dejarse llevar por sus instintos y por todo el mundo de sensaciones que Maximilien le provocaba, sabía que, si sucumbía ante él, al día siguiente llegaría el arrepentimiento, pues volverían a ser dos extraños cuando las dudas aparecieran ante sus ojos. —Helena, te extraño, sólo quiero estar contigo —decía él en su delirio. —No sabes lo que dices, Maximilien —espetó ella nerviosa por su cercanía. Pero Maximilien en ese momento no entendía razones, y sólo se dejó llevar por lo que inconscientemente estaba experimentando, por más esfuerzos que Eliza hacía por resistirse. Sus labios se encontraron, hambrientos de deseo, mientras la besaba no pudo mantenerse indiferente ante la pasión descomunal que su exesposo despertaba en ella. Los besos y caricias aumentaron de tono, y la intensidad desbordaba sus cuerpos que se reclamaban y que parecían adquirir vida propia. Todo iba de maravilla, se sentía como si hubiesen regresado a los viejos tiempos y nada malo hubiese pasado entre ellos, pero de pronto, una llamada inoportuna acabó con la magia que se estaba gestando entre los dos. Eliza por inercia tomó el móvil, y todas sus ilusiones se hicieron pedazos cuando vio de quién se trataba, era Diana, quien llamaba insistentemente, tal como si presintiese lo que estaba ocurriendo en aquella habitación. Helena se apartó bruscamente luchando contra las reacciones instintivas de Maximilien qué se resistía a separarse de ella. Después se quedó dormido y ella ya no pudo conciliar el sueño, se sentía culpable por no ser capaz de resistirse a sus sentimientos, Maximilien ahora estaba comprometido, y ella ya no tenía nada que hacer junto a él. Lloró amargamente, pues todo aquello le pesaba en el alma, y tristemente, aunque el tiempo siguiera pasando, su recuerdo siempre estaría instalado en lo más profundo de su ser, necesitaba a ese hombre más de lo que quería aceptar, cada poro de su piel lo extrañaba, y el contacto que acababa de ocurrir era la prueba fehaciente de ello. No quiso permanecer en la misma cama que él, así que a cómo pudo bajó para instalarse en un sofá que se encontraba en la habitación, por momentos encendía la lámpara de noche para contemplar a Maximilien qué permanecía profundamente dormido y que entre sueños seguía llamándola. No logró conciliar el sueño, ya que su mente divagaba hurgando en los recuerdos de la que había sido su vida dos años atrás. Muy temprano Hana fue a verla para ver si ella necesitaba algo, y aún cuando le sorprendió un poco ver a Maximilien sobre la cama no hizo ninguna pregunta. Helena le pidió que la ayudara a llegar al coche para que el chofer de la casa hiciera el favor de llevarla, con todo el dolor de su alma decidió abandonar esa casa antes de qué su exmarido se despertara, no quería pasar por el trago amargo de tener que verlo y recordarse así misma que aquello era imposible. Cuando por fin llegó a su casa, se tumbó sobre la cama y dejó salir todas las lágrimas que tenía reprimidas, y al cabo de un rato se obligó a levantarse ya que debía ir a trabajar. Tony la estaría esperando con un montón de pendientes que seguro no podrían esperar. Entró en la ducha, al menos el agua caliente logró relajarla un poco. Se vistió con lo primero que encontró, pero eso sí, se maquilló un poco para disimular las ojeras que le habían provocado el desvelo de la noche anterior. Su coche ya se encontraba en el garaje de su edificio, así qué lo tomó y se dirigió al trabajo. No quiso encender la radio, ya que estaba casi segura de que una vez más el destino jugaría en su contra poniéndole la canción que le recordaba a Maximilien, llevaba un gran peso sobre su espalda, ese amor que sentía era un tormento que se presentaba continuamente ante ella para martirizarla. Llegó al edificio donde estaba la oficina, subió el ascensor hasta el séptimo piso. Entró a la oficina y allí estaba Karen, la asistente de Tony, la cual también era su mejor amiga. —Pero mira nada más que carita traes, pareciera que te fuiste de juerga, ¿o acaso lo hiciste?, ¿Por qué no me invitaste?, Eres una mala amiga —le reclamó Karen divertida. —ojalá hubiera sido eso —dijo Helena acongojada. —Me late que esto es un chisme grande, así que me lo tienes que contar todo, nos vemos esta noche en tu departamento para una de esas maratónicas noches de chicas —advirtió Karen. —Eres insufrible, pero por más que te diga que no de todas maneras lo vas a hacer, así que allá nos vemos esta noche para saciar tu curiosidad —expresó Helena. Aún con dificultad para caminar se dirigió a su oficina, donde por supuesto ya la estaba esperando Toni con su acostumbrado galanteo de siempre. —Hola muñequita, hoy amaneciste más linda que todos los días —dijo Toni tratando de alagarla. —Gracias Tony, pero no creo que con esta cara que me cargo me vea nada bien, igual sé que lo dices con buena intención, y te lo agradezco mucho, eres un buen amigo —expresó Helena gentilmente. La cara de Tony se desencajó, pues no le gustaba para nada que ella se refiriera a él como su amigo, desde hacía más de dos años, prácticamente desde que Helena comenzó a trabajar con ellos. Él intentaba por todos los medios cortejarla, incluso, él la había ayudado en todo en su proceso de divorcio, y fue Tony quien le sugirió que no accediera a ningún encuentro con su exmarido hasta no firmar la sentencia de divorcio, que resultaría mejor si todo lo resolvían por medio de los abogados. —Te dejé sobre el escritorio todos los bocetos que tenemos que revisar Helena, y cuando termines, si quieres podemos salir a tomar algo los dos —sugirió él. —Enseguida lo reviso Toni, te agradezco la invitación, pero quedé con Karen para ir a mi casa en la hora de la salida, será para la próxima amigo —exclamó cortésmente. Tony frunció el ceño e intentó forzar una sonrisa para disimular su visible enojo, se despidió y salió de la oficina. La hora de la salida llegó, Helena y Karen llegaron al departamento, prepararon las respectivas entradas de carnes frías, queso y toda clase de bocadillos, acompañadas claro de un vino bien frío para hacer amena la hora de las confidencias. —¿Ya me vas a decir que te pasó en el pie? —preguntó Karen inquisitiva. —Fui a caminar, tropecé y me lastimé —contestó Helena tratando de evadir el tema. —¿Y me vas a decir que eso fue todo?, Ve con esos cuentos a tu mamá, ya, Suéltalo —presionó Karen curiosa. —No te soporto cuando te pones así, porque no me puedo resistir y termino contándotelo todo —soltó Helena. —Vamos, le estás dando muchas vueltas, habla ya —dijo ella. —Después de ir a buscar a Ana al hospital, fui a la casa de mi madre, y cómo te podrás imaginar se puso impertinente, yo salí bastante estresada, necesitaba respirar aire fresco y no sé cómo se me ocurrió la absurda idea de ir a la que fue mi casa cuando estuve casada con Maximilien, Entonces me distraje y tropecé, y él me encontró y me llevó a la casa —dijo Helena tratando de desahogarse. —Wow Amiga, ¿Y no me digas que se pusieron cariñosos y toda la cosa? —interrogó con la curiosidad al tope. —Cuando me estaba revisando el pie y al sentir el contacto de sus manos, nos miramos y nos dejamos llevar por la sensación del momento, me besó, pero en eso llegó el ama de llaves, después discutimos, luego él se fue y regresó, había bebido demasiado, así que ya te imaginarás —dijo ella con total sinceridad. —No me digas que se dejaron llevar por la pasión y terminaron en la cama, por favor dime que, si lo hiciste, que no desperdiciaste la oportunidad de estar con ese bombón —soltó Karen con total desparpajo. —Claro que no, no niego que estábamos en una situación bastante comprometedora, ay, amiga, tú sabes que yo nunca he dejado de amarlo, y me cuesta muchísimo no sucumbir ante él —confesó Helena. —Pues yo no sé qué esperas para quitárselo a esa lagartona, se ve que ni lo quiere, ni Maximilien a ella, todo es una fachada para aparentar ante la alta sociedad que son la pareja perfecta, cuando en realidad sabemos que se muere por ti —señaló. —Eso de nada sirve Karen, lo nuestro es imposible, el desconfío de mí no me dio ni siquiera el beneficio de la duda, así que por más que quiera yo nunca podría perdonarlo, y él jamás podría apartar de su mente todo ese montón de calumnias que se inventó sobre mí —exclamó Helena bastante Dolida. La conversación se estaba tornando bastante interesante, Helena y Karen casi habían acabado con la botella, se reían a más no poder, y de repente se ponían melancólicas tras la llegada de los recuerdos, cuando de repente el timbre sonó. Helena se levantó para averiguar quién había llegado, y cuál sería su sorpresa cuando abrió y lo miró parado frente a ella. —¿Tú?
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