Capítulo 129 El poder de la princesa
Una oleada de alegría cálida inundó a Jacking por completo al enterarse de que su Luna los añoraba. Albergaba la esperanza de que la situación con su hermana se resolviera con prontitud; la perspectiva de reunirse con Isis y brindarle su compañía lo llenaba de un anhelo impaciente. Se prometió a sí mismo dedicarle más tiempo ese día, sumergirse en su presencia. Una chispa de inspiración lo iluminó: la llevaría consigo a la mente de Ast. La idea, fresca y novedosa, le pareció perfecta. Sería una oportunidad para que su Luna, en su soledad, encontrara en Ast un nuevo lazo, una conexión inesperada.
Con la mirada, escudriñó la figura de su hermana, percibiendo un cambio sutil, una calma que se asentaba como un bálsamo sobre su espíritu previamente agitado. Con un gesto discreto, casi imperceptible, le indicó que salieran. La idea de que sus propios poderes flaquearan, perdiendo su fuerza vital, lo inquietaba profundamente. Extendió la mano hacia Héctor, cuyo rostro, habitualmente vibrante, ahora se veía descolorido, como una acuarela diluida. Era evidente: sus poderes, su esencia misma, se habían debilitado. El muy ingenuo, pensó con una mezcla de exasperación y afecto, había desoído su consejo. Le había instado a abandonar a su hermana y reunirse con él, pero Héctor, en un acto de lealtad o terquedad, había permanecido a su lado.
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