Capítulo 6 La luna vino a su encuentro
Jacking la observó y tuvo que darle la razón a su lobo. Isis había crecido, su figura era la de una hermosa mujer. Sus curvas eran impresionantes. Aunque su melena seguía siendo abundante y brillante, había cambiado de color. Recordaba que era negra como la noche, pero ahora tenía mechones amarillos.
Se enteró de que ella tomaría un autobús hacia la ciudad, así que esperó media hora hasta la salida y condujo hasta allí. Pronto la divisó, absorta en las tiendas. Sin que ella se percatara, la siguió sigilosamente. Y entonces, todo sucedió en cascada: la invitación a llevarla al hotel, el ataque inesperado de los lobos, el frenazo brusco y el golpe que Isis sufrió. ¿Ahora qué iba a hacer con ella? Su lobo, por ninguna circunstancia, lo iba a dejar abandonar a su Luna en esa situación, y para ser honesto, él tampoco quería hacerlo. Se sentía culpable por lo sucedido.
A pesar de no haberla marcado ni aceptado formalmente, podía escuchar, con un poco de esfuerzo, los pensamientos de Isis, lo cual lo desconcertaba profundamente. ¿Habría su lobo tomado el atrevimiento de unirlos sin decírselo? Usando sus poderes sobrenaturales, salió en forma etérea de su cuerpo para ir a ver qué hacía Isis, y la escuchó preguntándose quién era él. Al percatarse de que no estaba completamente despierta, se le acercó y le prohibió conocerlo y amarlo. La voz de sus amigos lo trajo de vuelta a la realidad.
Jacking parpadeó, desorientado por un momento, mientras su conciencia regresaba a su cuerpo físico. Amet, Horacio y Bennu lo miraban con una mezcla de curiosidad y preocupación.
—¿Estás bien?— preguntó Amet, su beta, con el ceño fruncido. —Te quedaste como en trance por un momento. Jacking asintió, tratando de ordenar sus pensamientos. Sabía que no podía decirles la verdad a sus amigos más cercanos por el momento si quería rechazar a su Luna. —¿Por qué me preguntas si estoy bien? —inquirió Jacking, intentando restar importancia a lo que sus compañeros habían percibido—. Solo estaba consultando algo a Teka referente a ese ataque de los lobos. Hay algo extraño en ellos.—¿Estás seguro de que es solo eso? —insistió Amet, el beta, escudriñando el rostro de su alfa con preocupación.La mirada penetrante de Jacking hizo que Amet no volviera a preguntar.
Continuaron analizando los asuntos de la manada hasta que se despidieron, dejando a Jacking sumido en sus pensamientos. Una vez solo, Jacking se dejó caer en el sillón de su despacho, frotándose las sienes con frustración. El peso de su secreto lo agobiaba. Se levantó y caminó hacia la ventana, observando el bosque que rodeaba la mansión. La luna, casi llena, bañaba el paisaje con su luz plateada. Después de despedirse de sus amigos y leales compañeros, Jacking se dirigió a su habitación para comprobar si su invitada había despertado. Al llegar, vio a Isis sentada en la cama, llevándose la mano a la cabeza donde tenía una venda.
Mientras ella miraba desconcertada la habitación, él se hizo invisible y se quedó cerca de la puerta observando sus movimientos.
Isis intentó ponerse de pie, pero decidió realizar cada movimiento con cautela, evitando mover su cabeza debido al intenso dolor y los mareos. Se deslizó hasta colocar sus pies en el suelo, pero al intentar incorporarse, volvió a caer hacia atrás en la cama.
Jacking, preocupado por la impresión que pudiera causar, salió de la habitación en su forma invisible y tocó suavemente la puerta, preguntando si podía entrar. Al escuchar la invitación, abrió la puerta revelándose.
La voz amable de Jacking tranquilizó a Isis, quien albergó la esperanza de que no fuera una mala persona.
—¿Ya despertaste, Isis? ¿Cómo te sientes? —preguntó Jacking desde la entrada.
—Un poco mareada —contestó Isis con voz temblorosa—. ¿Dónde estoy?
—Estás en mi casa. Te desmayaste debido al golpe en tu cabeza. Perdón, no me percaté de que no tenías puesto el cinturón de seguridad —explicó Jacking con voz calmada, leyendo los pensamientos de Isis y mostrándose apenado.
—Creo que soy yo quien debe disculparse. Debería haberte advertido que los lobos me aterrorizan —dijo Isis, bajando la mirada—. Además, te conté sobre mi terrible experiencia con los lobos cuando era niña, en África.
—Ah, ya veo —respondió Jacking sin ahondar en el tema.
Un silencio incómodo se instaló entre ambos. En un susurro, Isis le preguntó dónde estaba el baño. Jacking le indicó su ubicación, pero notó la preocupación en el rostro de Isis al percibir la distancia.
—¿Crees que puedes ir sola? —preguntó Jacking sin moverse de la puerta—. Me parece que aún estás algo mareada por el golpe.
—Déjame intentarlo —respondió Isis, agradeciendo la genuina preocupación de Jacking.
Con gran esfuerzo, Isis intentó ponerse de pie, pero un fuerte mareo la desestabilizó. Jacking, en un abrir y cerrar de ojos, la atrapó en sus brazos justo a tiempo.
"Wow, eso fue increíble", pensó Isis asombrada, mientras era sostenida por Jacking. "Creo que voló. ¿Será un mago o yo estaré alucinando?"
El corazón de Jacking latía con fuerza mientras sostenía a Isis en sus brazos. Su aroma lo embriagaba, y tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para controlar sus instintos lupinos. Sabía que debía mantener la distancia, pero su cuerpo parecía tener voluntad propia.
—Gracias —susurró Isis, mirándolo a los ojos con una mezcla de asombro y gratitud.
Jacking tragó saliva, luchando contra el impulso de estrecharla con más fuerza, pero se contuvo. Podía escuchar todos sus pensamientos, la miró fijamente y se encontró perdiéndose en sus hermosos ojos oscuros. Mientras tanto, Isis no pudo evitar sostener su mirada, encantada con los ojos azul oscuro que tanto le recordaban a los del chico que le había dado su primer beso, pero rápidamente apartó la mirada.
—Tengo que ir, por favor, ¿podrías ayudarme a llegar? —susurra Isis apenada.
—¿Quieres que llame a mi nana? —preguntó Jacking al percibir y ver el temor de Isis, dejándole claro que hay una mujer en la casa.
Isis sonrió, le agradó la forma inocente en que lo había dicho para hacerla sentir segura. Niega y le dice que prefiere que sea él quien la lleve, ya que siente que en cualquier momento podría desmayarse nuevamente y él podrá cargarla mejor. Al terminar de hablar, Isis se ruboriza ante la mirada complacida de Jacking, quien siente a Mat ronronear en su pecho. Agradece que la habitación esté en penumbras, pensando que Jacking no puede ver lo sonrojada que está.
"Tan linda e inocente, mi mitad", escucha Jacking a su lobo Mat ronronear y hablar en su cabeza.
"¡Nuestra!", dice por instinto.
"¡NO, SOLO MÍA!", le grita Mat. “No te atrevas a mirarla humano estúpido o te la tendrás que ver conmigo”
"Está bien, no tienes que amenazarme ni insultarme, sabes muy bien que no quiero una mitad, es solo el instinto, es toda tuya", contesta Jacking irritado.“¡Sí, es mía, solamente mía! ¡Cuídala bien que está muy débil! ¡Concéntrate! ”