Capítulo 6 Maldita
Steven se encontraba sentado en su oficina, con la cabeza entre las manos, sumido en un mar de pensamientos y emociones que lo abrumaban. Su asesora, Trish, se mantenía de pie imperturbable a su lado sosteniendo contra su pecho una carpeta, observando con cierta preocupación la escena.
Como estadista en el fondo que era, en su mente estaba haciendo números, pensaba en las posibilidades de que realmente eso no afectara al candidato que representaba.
— Mira, sé que esto es difícil de aceptar — dijo Trish con voz suave, mientras señalaba las fotos que yacían sobre el escritorio —.La situación es complicada, pero deberemos encontrar una solución…— murmuró la joven morena oriunda de Nueva York.
Steven levantó la vista y clavó sus ojos en las imágenes que reflejaban a su esposa, Megan, acompañada de otra mujer, saliendo de un hotel en una actitud muy muy “amorosa”. Cada imagen era como una puñalada directa al corazón, reafirmando la traición que sentía en lo más profundo de su ser. Luego de todo lo que había hecho por ella la muy perra se atrevía a traicionarlo de esa manera…
— No puedo creerlo — exclamó Steven en voz alta, dejando escapar su indignación —. He trabajado durante años para ser elegido senador, he dado todo de mí, y ahora esto…— dijo y casi salió como un gemido lastimero.
En ese preciso momento, su teléfono sonó, interrumpiendo el angustioso silencio. Steven lo tomó con manos temblorosas y vio el nombre de su esposa iluminándose en la pantalla. El mensaje decía: "Lo siento, Steven. No pude hacerlo más".
Un escalofrío recorrió su espalda mientras leía las palabras de Megan en voz alta. Los años de esfuerzo y dedicación por su carrera política parecían desmoronarse en un instante. La traición de su esposa amenazaba con destruir todo lo que había construido. En ese momento la odió y apretó el teléfono hasta que sus nudillos se pusieron blancos pensando que era su grácil cuello. Inspiró aire tratando de tranquilizarse mientras sentía que le subía la presión.
Enfurecido, se levantó de su silla y la pateó con fuerza, como si esto pudiera liberar la ira y la frustración que lo inundaban. Luego tiró el teléfono con rabia contra la pared haciendo que se estrellara y la joven morena que sostenía una carpeta en sus manos se sobresaltó por el estruendo y retrocedió unos pasos, sintiéndose incómoda en medio de la tormenta de emociones de su ”nuevo” jefe.
Trish se acercó rápidamente a Steven, tratando de calmarlo. Apoyo con suavidad una mano en su hombro.
— Steven, mira, entiendo tu dolor y rabia, pero debemos analizar la situación con calma. Aún podemos trazar un plan para superar esto — dijo aunque internamente pensó que sólo podría salvarlo un milagro. “Anotación en agenda: va a tener que besar muchos bebés, adoptar algún cachorro, e ir a visitar varios asilos de ancianos”. Quizá si lo ponía como víctima de una manipuladora mujer, podía llegar a funcionar… o no, con los Republicanos nunca se sabía, eran conservadores pero también impredecibles, sino no se explicaba que hacía unos años hubieran elegido a Trump sopesó ella meditando acerca del tema.
Steven suspiró profundamente, deseando encontrar una salida a esa crisis que amenazaba con arruinarlo todo. Miró a Trish, cuyos ojos reflejaban determinación y ansias de encontrar soluciones. Porque si en algo era buena, era en fingir que estaba todo bien. Sorpresivamente dado que la política no fue su línea de trabajo desde siempre, era muy pero muy buena haciendo eso, y todo se había dado casualmente, cuando el estudio en el que trabajaba en Nueva York fue contratado por un candidato, ella aportó unos parámetros y datos interesantes en una reunión y el candidato en persona la pidió como asesora, aunque ella insistió que no era buena en eso, el hombre le dijo que veía potencial en ella y tuvo razón. Gracias a los análisis y consejos de la muchacha fue que llegó al senado, y ella empezó a hacerse un nombre en el mundillo de la política, y ese era el cuarto candidato que asesoraba. Y hasta ahora había logrado el éxito con todos. Así que al final sí, era malditamente buena en eso, claro que no era la primera vez que se encontraba con esa clase de trapos sucios y antes había encontrado soluciones, aunque tampoco hacía milagros claro.
— Tienes razón, Trish — concedió Steven, intentando recomponerse —.No podemos permitir que esto destruya lo que hemos, lo que he construido — se corrigió pues Trish estaba con él desde que decidió postularse a senador —. Necesito que me ayudes a salir de esta situación… debemos pensar en alguna estrategia, un comunicado, necesito que te ocupes de eso, mientras yo me ocupo de Megan… maldita perra…— espetó con evidente enfado.
La joven morena, cuyos pensamientos habían estado divagando pensando en diversas alternativas como si su propia cabeza tuviese alguna especie de software dentro, tomó aire y se acercó al hombre atractivo de unos 40 para decirle con sinceridad.
— Steven, yo más que nadie entiendo que esto es un momento difícil, pero aunque soy relativamente nueva en este trabajo contigo, creo que juntos podremos encontrar una estrategia para salir adelante… creeme, he sorteado obstáculos peores. Lo lograremos juntos — susurró con una esperanza que no estaba segura de realmente sentir y él la miró de costado como si adivinara sus pensamientos.
Trish era una bonita joven de unos 35 le calculaba él, más o menos, no recordaba exactamente la edad en su ficha. Tenía la piel oscura igual que su cabello que llevaba alisado y sus ojos color café, y un traje de falda y chaqueta de Calvin Klein, también se la veía pulcra y eficiente. No era su tipo aunque reconocía que era muy atractiva.
A él le gustaban las rubias, hasta Megan era rubia. AGHHH de solo pensar en ella la rabia volvía a calentar la sangre en sus venas. ¿Por qué no pudo al menos esperar a que pasara la elección? Seguramente era mentira que no podía concebir, años intentando sin éxito tener un hijo con ella…Maldita perra lesbiana.
Steven suspiró y observó en silencio a la joven morena, apreciando su tenacidad y determinación. La oportunidad de contar con una asesora especializada en candidatos presidenciables era invaluable en ese momento crítico, y Trish aunque joven era una de las mejores, con las nuevas tecnologías especialmente. Aunque su mente seguía enquistada en la traición de su esposa, una pequeña chispa de esperanza comenzó a surgir en su interior. Quizá no estaba perdido del todo.
— Muy bien, Trish — dijo Steven con firmeza —. Vamos a enfrentar esta situación y demostrar que nosotros no nos rendimos tan fácilmente. Confío en tí, para llevarme hacia la victoria …— dijo y con confianza, sonrió.
Trish asintió, reconociendo el atractivo de su cliente. Tenía esa cosa de chico dorado, y no precisamente por su cabello rubio oscuro salpicado con canas. Era carismático, y se le notaba la clase que emanaba por los poros. Pero aparte tenía ese tipo de sonrisa y voz que hacía que la gente confiara en él, aunque fuera un hijo de puta… no porque lo fuera, con ella no lo había sido pero había oído algunas cosas y había investigado por su cuenta otras, siempre lo hacía pues los políticos eran como serpientes escurridizas y mentirosas.
“Bien Trish, es el momento de demostrar tu capacidad y utilizar tus habilidades y conocimientos”, se dijo por dentro… Su objetivo era en un plazo no muy largo, llegar a la Casa Blanca, llevar a un candidato a la presidencia, así que se estaba esmerando mucho en hacer las cosas bien. “Esto es solo otra prueba”. Su color de piel le había resultado un obstáculo muchas veces, pero cuando se ponían en juego sus capacidades, dado que estaba fuera del foco del público, eso no parecía importarles, mientras los llevara a la cima del éxito, confiaban en ella. Y eso haría, se dijo. Llevar a Steven a la cima.
A fin de cuentas no se trataba solo del destino de Steve… era mucho más lo que estaba en juego,
e iba a hacer lo que fuera por solucionar ese problema.