Capítulo 4 Cachorra
Sasha caminaba exhausta hacia su casa después de otro largo día de trabajo en el club, llevaba puesto su equipo deportivo preferido, una de las pocas cosas que se había dado el lujo de comprarse con ese millón, un equipo deportivo de Juicy Couture en terciopelo color chicle.
Su cuerpo pedía descanso, le dolían las piernas de estar parada sobre sus tacos altos, pero sabía que aún tenía muchas responsabilidades por cumplir así que en su mano derecha llevaba un paquete de comida de su lugar chino favorito, ese pequeño lujo semanal que se permitía a sí misma y a su pequeña familia.
Al llegar a casa, Sasha notó algo diferente al asomarse por la ventana. El resplandor de la televisión se filtraba por debajo de la puerta del salón, llenando el pasillo con una luz tenue. Al abrir la puerta, su mirada se encontró con la imagen de una niña que no se parecía en nada a ella. Aquella niña corrió hacia Sasha y la abrazó con fuerza. Vestía un pijama viejo de ositos y lucía un cabello largo y oscuro que solía recordarle fugazmente al de su padre. La única similitud entre ambas era la nariz respingada y la boca en forma de corazón. Pues hasta sus ojos tenía, pero afortunadamente al verla, solo miraba a su pequeña hija.
Sorprendida, Sasha preguntó a la niña:
— Cariño, ¿qué haces despierta a estas horas de la noche? Deberías estar durmiendo — la reprendió con amor.
La pequeña sonrió y respondió:
— Tal vez solo me quedé esperando a mi mamá — dijo mirando hacia arriba con una mirada cautivadora que derritió su corazón así que no se pudo enojar con ella.
Sasha sintió como una garra apretando su corazón, al comprender que su hermana, la tía de la niña, debía encontrarse durmiendo de nuevo.
En ese momento, Sasha suspiró y sopesó sobre los sacrificios y esfuerzos que estaba haciendo para juntar dinero y mejorar la situación de su hermana enferma. Sabía que la única forma de lograrlo era a través de un trasplante de corazón, y eso implicaba trabajar arduamente. Y sacrificarse también, todas ellas.
Sintiéndose culpable, Sasha abrazó a la niña, hundiendo su nariz en su cabello y aspirando el aroma a flores que la rodeaba.
— ¿Y tú tía??? — inquirió curiosa.
La pequeña suspiró y le dijo que estaba muy cansada y se había retirado a dormir. Mientras tanto, en su interior, Sasha pensaba en cuanto más duraría Ekaterina y si al final todos esos sacrificios valdrían la pena pero alejó rápidamente ese pensamiento de su mente, especialmente cuando la niña le quitó la bolsa de comida y corrió emocionada hacia la mesa y abrió la bolsa, desbordando entusiasmo. El delicioso olor invadió el aire y una sonrisa se dibujó en el rostro de la pequeña. En ese momento, Sasha cruzó sus brazos y sonrió como la madre amorosa que era. Pues dentro de su casa, se esfumaba la perra.
— Mami, ¿puedo agregarle salsa extra a mi comida? — preguntó la niña con una sonrisa traviesa.
— Por supuesto, cariño, agrega lo que quieras —respondió Sasha riendo —, pero no te pases demasiado, no queremos que te duela el estómago luego.
Las lágrimas comenzaron a acumularse en los ojos de Sasha al darse cuenta de que no podía enviar a su brillante hija a un colegio privado. Por el momento, solo podían permitirse una educación pública. Pero eso era todo lo que podía hacer en ese momento, tenía que hacer muchos esfuerzos para sacar adelante a esa pequeña familia que habían formando ellas tres solitas.
— Aunque amo estos fideos de arroz en ocasiones me gustaría tener otras cosas...— murmuró la niña, observando de reojo a su madre, como si hubiera leído su mente precisamente.
La rubia se tomó un momento para procesar la respuesta, sabiendo que era el momento de tener una conversación honesta pues ella entendía y era una niña grande y no una beba.
— Mi amor, sé que deseas esa computadora nueva de Apple pero a veces no podemos tener todo lo que queremos en la vida, pero eso no significa que no podamos ser felices con lo que tenemos — respondió Sasha, acariciando el rostro de su hija con ternura —. Lo más importante es que tenemos amor y apoyo incondicional entre nosotras. Y podremos hacer frente a cualquier desafío, siempre y cuando estemos juntas ¿No? Aparte necesitamos cada centavo de dinero para...
— Para que la tía se pueda operar y se mejore, lo sé — completó la niña con tristeza y ella asintió con su cabeza.
En medio de la tristeza y los sacrificios, Sasha encontraba fuerzas en el amor que sentía por su hermana y su hija. Y estaba dispuesta a seguir luchando, a trabajar duro y ahorrar en todo lo posible para ver a su hermana recuperada.
— Mami, yo siempre estaré contigo... — dijo la niña demostrando su apoyo, abrazando a Sasha con fuerza lo que hizo que los ojos de la rubia se llenaran de lágrimas de nuevo. Pues sabía que con eso su pequeña gigante no se refería al apoyo físico o emocional, sino también a apoyarla en las decisiones que ella tomara.
— Lo sé — le dijo y besó su coronilla —. Y yo siempre estaré contigo, mi pequeña gigante — respondió Sasha, con una mezcla de orgullo y ternura en su voz, mientras acariciaba su mejilla con amor.
Natasha Romanov. Así le había puesto y Nasha solía bromear con que era una super heroína y sí, se lo había puesto por la Viuda Negra se los Avengers, el personaje que catapultó a Scarlett Johansson a la fama.
Cuando se enteró que el método falló, y quedó embarazada de ese fin de semana y ese maldito perro ni por un momento se puso triste o pensó en quitarse al bebé.
Ni mucho menos decirle a él , lo último que supo fue que se había casado por una revista de chismes del supermercado, aunque no sabía bien quien era él, recordaba su rostro y lo reconoció de inmediato.
Natasha, distinta a su padre , les había dado fuerzas a ella y a su hermana para salir adelante y cuando Ekaterina quería flaquear ella le decía que debía vivir por su sobrina. El tener que ayudar junto a ella a criar a la pequeña le sumó años de vida a su hermana cuando la operación costosa no resultó como esperaban. Y por eso también amaba, a pesar del modo ruin en que había sido concebida, a
esa pequeña niña con cada pedazo de su alma.