Capítulo 106 Un último recurso para contener la crisis
Mis gritos desgarradores estaban impregnados de una agonía y una desolación que parecían querer arrancar pedazos de mi propio ser. Resonaron con fuerza en el frío y estéril pasillo del hospital, haciendo eco entre las paredes blancas y asépticas. Aquellos bramidos, que manaban desde lo más recóndito de mi espíritu, llamaron inevitablemente la atención de las enfermeras y el personal médico que se encontraba cerca, quienes interrumpieron momentáneamente sus tareas para dirigir sus miradas hacia el origen de aquel tumulto.
La conmoción causada por mi dramática escena, en la que me retorcía y maldecía con un fervor casi sobrenatural, hizo que un par de guardias de seguridad, alertados por el alboroto, se acercaran rápidamente, dispuestos a intervenir y restablecer el orden en aquel lugar que, hasta entonces, había sido testigo silencioso de mi profundo dolor y mi ira incontenible.
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